domingo, 5 de junio de 2016

Presentación de "Hojas Verdes"

 “Hojas Verdes” de Teresa Gallego

En una de las primeras tardes verdaderamente calurosas que tenemos esta primavera, tengo una cita a las ocho en Espacio B, en la calle Buenavista 39, en el barrio de Lavapiés.
Me bajo la empinadísima calle, desde Antón Martín, cruzándome a personas de todo tipo, traje y corbata, rastas, madre con sillita de bebé y gitana de luto riguroso, así es este barrio.

No conozco a Teresa, ni he leído su obra, pero la presentación de su libro corre a cargo de Mercedes Gallego, tía de la autora, gran escritora, buena amiga y, lo que es más importante, con una oratoria que invita a escucharla allí donde vaya.

El lugar elegido es diferente, pero acogedor. La mesa sobre la que descansan los ejemplares de “hojas verdes” y que ocuparán la autora y sus acompañantes es una vieja mesa de cocina con dos cajones. Al fondo una gran pantalla me hace pensar que va a haber alguna proyección.
El fotógrafo, tío suyo, no deja de hacer su trabajo, inmortalizando con su cámara personas y momentos.
En la sala, mucha familia, y una buena representación de nuestro club de lectura “Tardes en sepia”.
Saludo a Celia Corrons, fotógrafa y colaboradora del programa de radio “Pegando la Hebra”, a la que no me esperaba encontrar y con la que siempre es agradable conversar.
Mercedes está feliz y me presenta a su sobrina Teresa, Carrie para la familia.
Es una mujer muy alta, con unos ojos preciosos y una sonrisa permanente en su cara. Me cae bien nada más conocerla.

Comienza la presentación a cargo de la representante de la editorial Pezsapo, que cuenta cómo llegó el manuscrito hasta ellos y los diferentes detalles hasta que este libro ha visto la luz.
Después Teresa nos narra, despacio, eligiendo cada palabra, porqué y como escribió esta historia:

“Hojas verdes empezó a gestarse en la primavera del 2014 tras recibir la noticia de que un buen amigo mío había fallecido.
La vorágine del día a día, el movimiento, la inquietud, no me permitió detenerme para sentir su pérdida. Recuerdo la noticia como dentro de un contexto de suma impotencia.
Un amigo había muerto y yo no podía parar el tiempo.
Decidí aplazar el sentimiento. Hice lo que había que hacer, atender las llamadas de las decenas de clientes, la comida de casa, buscar a mis hijas, ir al gimnasio, al tanatorio, homenajear a mi amigo Max y guardar muy profundamente este dolor para dejarlo salir con dignidad.
Tuvieron que pasar tres meses hasta encontrarme a solas y con espacio indefinido para permitir sentir que mi buen amigo Max había fallecido. Y entonces miré al mar y con una libreta en blanco y en la mano comencé a escribirle cartas. Cartas preguntándole todo lo que no me dio tiempo a preguntarle. Cartas agradeciendo su amistad. Cartas rememorando situaciones vividas o las que me hubiera gustado vivir. Rápidamente esa libreta se llenó al completo. Fue después, al terminarla cuando me quedé pensando ¿y si Max no fuera Max sino un hombre entrado en años que se llamara Ángel? ¿Y si yo no fuera yo sino una mujer joven, asturiana, enamorada de él? Y empecé a ver a una Rebeca libre y toda la narrativa voló por encima de las cartas esparciéndose en mis manos hasta llegar a la historia de Hojas verdes.
Sabía que escribir era hermoso pero nunca imaginé que tanto”

Tras estas emotivas palabras, se emitió en la pantalla el book tráiler realizado por Borja, también de la familia. Esperamos, entre risas, que el portátil de Teresa ejecutase las órdenes que ella le daba.
El tráiler, precioso, con una música que te envuelve y unas imágenes que te invitan a leer este libro intimista.

Llega el momento de Mercedes, que con su habitual oratoria nos hizo reír y casi llorar, leyendo los párrafos que llevaba señalados con posits de colores. Nos fue desgranando sentimientos, porque este es un libro de sensaciones, de amor y de muerte.
También recordó las obras de teatro escritas e interpretadas por sus sobrinas en las reuniones familiares de las fiestas navideñas, en las que Teresa era aún pequeña pero “apuntaba maneras de escritora”
La describió con cariño y admiración que todos nos dimos cuenta, con las miradas que intercambiaban,  que eran recíprocas.

En el turno de preguntas, pocas, porque ya había quedado casi todo dicho, Teresa comentó algo sobre un proyecto para escribir una biografía contada por su protagonista, un octogenario.
Entre los numerosos asistentes había dos, que sin estar, flotaban en el aire y fueron repetidamente mencionados: Su amigo Max y su padre.
Entre aplausos nos fuimos levantando, retirando sillas para abrir espacio a los corrillos, mientras Teresa firmaba ejemplares con su sonrisa permanente.
Las sepias nos hicimos nuestra foto, Mercedes y yo delante, porque, como nos dijo su hermano-fotógrafo, somos bajitas. Tan bien me coloqué, que conseguí tapar a Gema, a pesar de sus taconazos.
Subir de regreso la calle Buenavista fue lo peor. ¡Vaya cuesta!
En la calle Santa Isabel nos tomamos unas cervezas, se pelearon por pagar Carrie, la tía Merche y la presi Gema, pero ganó la tía.
Nos fuimos despidiendo.
A Mercedes le esperaba una última sorpresa, una multa que seguro que conservará como un recuerdo más de esta magnífica presentación.


Sólo me queda invitaros a que leáis “Hojas Verdes”



4 comentarios:

  1. Que bueno Almudena!!! Es fantástico el recorrido de este día. Gracias por narrarlo. Bsss

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  2. La sonrisa de Teresa se queda grabada en todos los que la conocemos, es su impronta. Me ha encantado encontrarla tan bien descrita. Como escritora es muy buena....como persona inmejorable

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  3. La sonrisa de Teresa se queda grabada en todos los que la conocemos, es su impronta. Me ha encantado encontrarla tan bien descrita. Como escritora es muy buena....como persona inmejorable

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