No puedo dejar de comentar el fenómeno social que ha
supuesto la película “ocho apellidos vascos”.
Yo que soy amante del cine, veo muchas películas y las
comento con personas afines que también van al cine.
Pero lo de esta película se sale de toda norma. Todo el
mundo la ha visto. Todo el mundo la comenta. La cifra de seis millones y medio
de espectadores con los que cerró el domingo avalan lo que estoy diciendo.
En mi recuerdo no he vivido nada similar desde “Instinto
básico” (1992) Aquel verano me llamó mucho la atención que personas de mi
entorno que no pisaban jamás una sala de cine, perdiesen una tarde de piscina o
de jugar a las cartas o al dominó, ya que era época de vacaciones, para acudir
a ver esta película.
“Ocho apellidos vascos” es graciosa, yo que no soy de
sonrisa fácil en el cine, me reí mucho. Está muy bien interpretada. Critican
los tópicos pero es que España, queramos o no, es un país de tópicos, porque
somos así.
Y, sobre todo, es una comedia.
El pasado año “Lo imposible”, no arrastró tanta gente porque
era un dramón y muchos no quisieron ir a sufrir. Yo que la vi, no la recomendé
porque me parecía que hacía demasiado hincapié en el sufrimiento.
La gente está cansada de la crisis, de las penas que vivimos
en primera persona o en personas cercanas, de esta etapa gris que nos ha tocado
vivir y que, por ahora, no tiene pinta de colorearse y agradece, agradecemos,
salir de casa y acudir a una sala de cine para sonreír durante noventa minutos
y volver a casa con la sensación de haberlo pasado fenomenal, mejor que en
mucho tiempo. Y se lo contamos al amigo, al vecino o al compañero de trabajo,
que también le apetece sonreír……y se engorda la bola hasta convertirse en
fenómeno de masas.
No es la mejor película, tal vez haya a quien le decepcione
porque no cumpla sus expectativas pero, si es verdad que reír es salud, ha sido
y seguirá siendo una buena inyección para mucha gente y eso ya es muy
importante.