domingo, 19 de junio de 2016

Brianda el origen del medallón: Mi opinión



A principios del XVII, en un pequeño pueblo toledano nace la hija de unos campesinos: Brianda. Sus padres y la partera descubren en ese mismo momento que ha llegado al mundo con una habilidad extraordinaria, que ocultarán siempre por el miedo a la temible Inquisición. 


A la vez, en Toledo, viene al mundo Luis, el hijo pequeño de los Alfónsez, una de las familias nobles de la ciudad. El rechazo de su madre nada más verlo marcará su destino.

Una visita de la familia de Brianda a la ciudad una década después y el incendio de la catedral de Santa María provocarán su encuentro con Sancho, el primogénito de los Alfónsez, valiente y sincero, que caerá rendidamente enamorado de Brianda; Luis, sin embargo, la odiará desde que sus miradas se crucen por primera vez. Algo muy poderoso une sus almas tanto como las separa y solo un medallón mágico será capaz de salvar a Luis de su destino. Lo malo es que ese medallón tiene mucha tendencia a cambiar de manos.


Conocí a le escritora Mayte Esteban con su novela “Detrás del cristal”, que me gustó mucho.

Después llegó “La chica de las fotos” que, sin llegar a gustarme tanto como la anterior, me pareció un libro bueno y de lectura muy agradable, de los que acabas con una sonrisa.

Trasteando por Amazon, compré “El medallón de la magia” y, por una oferta que desconocía, la autora me regaló “Brianda, el origen del medallón”.

El medallón de la magia lo leí el pasado verano, y me pareció un libro muy entretenido apto para todos los lectores que quieran pasar un rato agradable, lleno de frescura y humor.

"Brianda el origen del medallón", había quedado “aparcado” como tantos otros, esperando su momento.

Y ese momento llegó porque, tras una lectura dura, necesitaba la frescura que me había aportado “El medallón de la magia”.

Pero cuál ha sido mi sorpresa cuando me he encontrado con un pedazo de novela, entretenida, intrigante, llena de secretos, en la que nos traslada al siglo XVII describiendo las calles de Madrid y Toledo con un realismo que hacen pasear al lector por esa época con su suciedad y su podredumbre. 

De fondo, el fantasma de la Inquisición, sus torturas, la dureza de sus acusaciones. El odio, la envidia, el desamor y la ignorancia de un pueblo al que no interesa enseñar.

Y, por encima de todo, el amor en todas sus formas.

Es una ficción histórica que merece la pena leer.



lunes, 13 de junio de 2016

Feria del Libro 2016: Mi resumen.


La Reina inauguró la Feria el viernes 27 de Mayo. Este año era la edición número 75 y Francia el país invitado.
El lema “Porque no se imagina en el aire. Porque imaginar tiene que ver con hacer”

Mi primera visita fue la mañana del sábado 28, para acompañar, junto con un nutrido grupo de sepias, a Antonia Corrales, hacerme alguna foto, que me firmase un ejemplar de “Mujeres de agua” y charlar un rato con amigas a las que no es fácil ver como Carmen Navas, con la que me encanta comentar libros y aprovechar para hacernos alguna que otra confidencia porque nuestra relación se estrecha día a día, o con la propia Antonia. Creo que debía de ser la caseta de la feria que más público tenía, tanto que oí a una de sus hijas preguntar ¿pero todo esto es por mamá?
La mañana transcurrió rápido a pesar de que tuvimos que guarecernos de una molesta lluvia que se empeñó en que Elena pudiese abrir su paraguas rojo para algo más que para hacerse fotos.

El domingo, con un calor horroroso y muchísima gente paseando y comprando, tuve la oportunidad de que Marta Rivera de la Cruz me firmase el cuento que escribió hace años y que yo compré para mi nieta en la Feria del pasado año, aunque me fue imposible en aquel momento coincidir con Marta. Me llevé a casa “La primera tarde después de Navidad”, dedicado a Victoria.
Estuvimos hablando de su entrada en política y de las nuevas elecciones pero enseguida la dejé libre para atender a otros lectores. Tengo pendiente su último libro “Nosotros los de entonces”.
Era tan agobiante pasear que nos tuvimos que salir para poder respirar un poco de aire fresco. Para mi marido esta fue su primera y única visita, tuvo suficiente
.
El martes fui a saludar a Marta Queroll que había venido desde Valencia con su libro “Yo que tanto te quiero” Ya lo tenía dedicado de su presentación en Madrid, pero siempre es agradable estar un rato con ella. Fue la primera amiga escritora que tuve en las redes sociales, cuando ni ella misma se atrevía a llamarse así. Me gustó su primer libro, “El final del ave fénix”, nos caímos bien y nuestras conversaciones empezaron a traspasar lo puramente literario para entrar en lo personal. De su mano, conocí a Antonia Corrales y, a partir de ahí, un mundo apasionante de nuevas amistades y buena literatura.

El jueves, y antes de ir a la presentación de Hojas Verdes, que se coló en plena Feria, acompañada de mi hermana visitamos a E.M.Lledri. Elena y Emiliana, aguantando estoicamente en una caseta casi a pleno sol a las seis de la tarde, nos recibieron con una sonrisa. Creo que les dimos suerte porque vendieron muchos ejemplares de “Vuelve a decirme porqué no debería hacerlo”.
Aproveché para comprar un libro de cuentos para mis niñas y tomarme un cafetito relajado con mi hermana.

El domingo era el turno de Mercedes Gallego en la caseta 13, caseta solidaria para ayudar a los enfermos de ELA.
En esta ocasión estaba rodeada de su libro “El asesino del Ajedrez” y, en contra de lo que creía, vendió todos los ejemplares.
Muchos fuimos los que la acompañamos, familia y amigos, al igual que ella hace con todos los que puede y su espalda le permite.

El calor en Madrid había ido en aumento, y con él se iban agotando mis ganas de ir al Retiro, pero me quedaba una última cita, la del viernes.
Nuevamente en la caseta de ELA, esta vez con María José Moreno, compré un cuento de "Pepe Pepino" para mi nieta Manuela que espero sea el primero que tenga dedicado por su autora y que lo guarde siempre como un bonito recuerdo.
Mayte Esteban que, por esos malentendidos tontos no estaba presente en la Feria con su libro “La chica de las fotos” había acudido a ejercer de anfitriona de su amiga María José y yo, que las quiero mucho a las dos, me colé en medio.
Pasamos unas horas estupendas, hablando de libros, de nuestras familias, de nuestros recuerdos, nuestras historias personales, y las dos que somos abuelas, de nuestros nietos, porque no lo podemos evitar y a Mayte le toca aguantarnos.

A las seis y media habíamos quedado con muchas de las sepias para ir a conocer unas y a saludar otras, a Esteban Navarro.
Tenía ganas de conocerle personalmente porque es uno de los escritores con los que más intercambio comentarios en facebook pero, cuando hay mucha gente, es imposible hablar o sea que, el conocerle un poco mejor lo dejaré para otra ocasión, eso sí, ha salido del mundo virtual y nos hemos dado dos besos.

Llevaba ya muchas horas fuera de casa y el cansancio había hecho mella.
Me despedí de todas, y saliendo por la puerta de Sainz de Baranda, la misma por la que había entrado el primer día, dí por acabada la Feria por este año.

Libros he comprado pocos porque lo hago en las presentaciones de los amigos y el resto los compro en digital, que todavía no han inventado cómo dedicarlos, aunque todo llegará.
Me ha dado pena no poder saludar a Víctor Fernández Correas que firmaba el libro “Cervantes tiene quien le escriba”, recopilación de relatos que incluye “La del alba fue”, escrito por él.

He visitado varias casetas en las que estaba muy presente el IV Centenario Cervantes y me han llamado la atención los libros infantiles que se han editado para hacerle llegar al público pequeño la Literatura con mayúsculas.
Me gustó el área dedicada a los niños, porque vi el enorme interés de muchos de ellos que prefirieron mirar o leer unos cuentos que estar jugando en el parque.
Creo que la lectura hay que fomentarla desde la infancia.

He saludado a algunos de mis escritores amigos, he paseado, he conversado, he visto con detenimiento la extraordinaria exposición de fotografía que han expuesto en la feria y he pasado, en conclusión, unos buenísimos días, en los que he echado de menos la compañía de mi amiga Marisa, que cada año viene al menos un día conmigo, y que en esta ocasión le ha sido imposible.

Como dicen los gallegos “hasta el año”

  (Fotografía de Ana Ruiz Villacañas)




jueves, 9 de junio de 2016

La víspera de casi todo: Mi opinión


La víspera de casi todo de Víctor del Árbol

Germinal Ibarra es un policía desencantado al que persiguen los rumores y su propia conciencia. Hace tres años que decidió arrastrar su melancolía hasta una comisaría de La Coruña, donde pidió el traslado después de que la resolución del sonado caso del asesinato de la pequeña Amanda lo convirtiera en el héroe que él nunca quiso ni sintió ser. Pero el refugio y anonimato que Germinal creía haber conseguido queda truncado cuando una noche lo reclama una mujer ingresada en el hospital con contusiones que muestran una gran violencia.  Una misteriosa mujer llamada Paola que intenta huir de sus propios fantasmas ha aparecido hace tres meses en el lugar más recóndito de la costa gallega. Allí se instala como huésped en casa de Dolores, de alma sensible y torturada, que acaba acogiéndola sin demasiadas preguntas y la introduce en el círculo que alivia su soledad. El cruce de estas dos historias en el tiempo se convierte en un mar con dos barcos en rumbo de colisión que irán avanzando sin escapatoria posible.


Mentiría si dijese que conocía a Víctor del Árbol antes de que le concediesen el Premio Nadal por su novela “La víspera de casi todo”
Esa misma noche y en los días siguientes, mis contactos de Facebook se llenaron de enhorabuenas para este escritor y, como soy muy curiosa, empecé a investigar su vida y su obra.

Acompañé a algunas de mis amigas del club de lectura Tardes en Sepia a la presentación que hizo del libro en la Librería Rafael Alberti de Madrid.

Muchas de ellas ya le conocían de presentaciones anteriores pero yo quedé prendada de su forma de hablar, de su manera de explicar a cada uno de sus personajes y de su sonrisa.
Es una de esas presentaciones que recuerdas durante mucho tiempo, a pesar de lo incómodo del lugar por la cantidad de gente que allí acudió y del calor que hacía.
Le he seguido durante estos meses, en las redes sociales, en su recorrido por toda España, presentando su obra y ahora había llegado el momento de leerla. Quería juzgar por mí misma.

Empezaré por decir que me ha durado cuatro noches, eso sí, durmiendo mucho menos de lo que debería.
Es una obra densa, que te va cayendo como una losa según vas avanzando en la trama pero que, sin embargo, te obliga a no dejar la lectura para enterarte de la verdad que esconde cada personaje, algunas previsibles, otras sorprendentes. Todas entrelazadas entre sí, tejiendo una gran madeja negra, muy negra.
No hay nada bonito en la historia, todo es triste, sórdido, duro, los personajes llenos de odio y rencor, sus historias llenas de sufrimiento. A penas un par de pinceladas de felicidad que cuesta recordar cuando se lee la última página. Hasta el paisaje es escabroso, La Costa de la Morte.
Dicho esto, tiene un mérito enorme conseguir que el lector llegue al final, pasándolo mal en cada párrafo que lee. Crea sus personajes con maestría, cruzando las vidas de todos para conseguir un puzle en el que todo va encajando. 
Desde luego, a mí me ha ganado como lectora aunque para leer sus libros, no vale cualquier momento.
Muy recomendable.

domingo, 5 de junio de 2016

Presentación de "Hojas Verdes"

 “Hojas Verdes” de Teresa Gallego

En una de las primeras tardes verdaderamente calurosas que tenemos esta primavera, tengo una cita a las ocho en Espacio B, en la calle Buenavista 39, en el barrio de Lavapiés.
Me bajo la empinadísima calle, desde Antón Martín, cruzándome a personas de todo tipo, traje y corbata, rastas, madre con sillita de bebé y gitana de luto riguroso, así es este barrio.

No conozco a Teresa, ni he leído su obra, pero la presentación de su libro corre a cargo de Mercedes Gallego, tía de la autora, gran escritora, buena amiga y, lo que es más importante, con una oratoria que invita a escucharla allí donde vaya.

El lugar elegido es diferente, pero acogedor. La mesa sobre la que descansan los ejemplares de “hojas verdes” y que ocuparán la autora y sus acompañantes es una vieja mesa de cocina con dos cajones. Al fondo una gran pantalla me hace pensar que va a haber alguna proyección.
El fotógrafo, tío suyo, no deja de hacer su trabajo, inmortalizando con su cámara personas y momentos.
En la sala, mucha familia, y una buena representación de nuestro club de lectura “Tardes en sepia”.
Saludo a Celia Corrons, fotógrafa y colaboradora del programa de radio “Pegando la Hebra”, a la que no me esperaba encontrar y con la que siempre es agradable conversar.
Mercedes está feliz y me presenta a su sobrina Teresa, Carrie para la familia.
Es una mujer muy alta, con unos ojos preciosos y una sonrisa permanente en su cara. Me cae bien nada más conocerla.

Comienza la presentación a cargo de la representante de la editorial Pezsapo, que cuenta cómo llegó el manuscrito hasta ellos y los diferentes detalles hasta que este libro ha visto la luz.
Después Teresa nos narra, despacio, eligiendo cada palabra, porqué y como escribió esta historia:

“Hojas verdes empezó a gestarse en la primavera del 2014 tras recibir la noticia de que un buen amigo mío había fallecido.
La vorágine del día a día, el movimiento, la inquietud, no me permitió detenerme para sentir su pérdida. Recuerdo la noticia como dentro de un contexto de suma impotencia.
Un amigo había muerto y yo no podía parar el tiempo.
Decidí aplazar el sentimiento. Hice lo que había que hacer, atender las llamadas de las decenas de clientes, la comida de casa, buscar a mis hijas, ir al gimnasio, al tanatorio, homenajear a mi amigo Max y guardar muy profundamente este dolor para dejarlo salir con dignidad.
Tuvieron que pasar tres meses hasta encontrarme a solas y con espacio indefinido para permitir sentir que mi buen amigo Max había fallecido. Y entonces miré al mar y con una libreta en blanco y en la mano comencé a escribirle cartas. Cartas preguntándole todo lo que no me dio tiempo a preguntarle. Cartas agradeciendo su amistad. Cartas rememorando situaciones vividas o las que me hubiera gustado vivir. Rápidamente esa libreta se llenó al completo. Fue después, al terminarla cuando me quedé pensando ¿y si Max no fuera Max sino un hombre entrado en años que se llamara Ángel? ¿Y si yo no fuera yo sino una mujer joven, asturiana, enamorada de él? Y empecé a ver a una Rebeca libre y toda la narrativa voló por encima de las cartas esparciéndose en mis manos hasta llegar a la historia de Hojas verdes.
Sabía que escribir era hermoso pero nunca imaginé que tanto”

Tras estas emotivas palabras, se emitió en la pantalla el book tráiler realizado por Borja, también de la familia. Esperamos, entre risas, que el portátil de Teresa ejecutase las órdenes que ella le daba.
El tráiler, precioso, con una música que te envuelve y unas imágenes que te invitan a leer este libro intimista.

Llega el momento de Mercedes, que con su habitual oratoria nos hizo reír y casi llorar, leyendo los párrafos que llevaba señalados con posits de colores. Nos fue desgranando sentimientos, porque este es un libro de sensaciones, de amor y de muerte.
También recordó las obras de teatro escritas e interpretadas por sus sobrinas en las reuniones familiares de las fiestas navideñas, en las que Teresa era aún pequeña pero “apuntaba maneras de escritora”
La describió con cariño y admiración que todos nos dimos cuenta, con las miradas que intercambiaban,  que eran recíprocas.

En el turno de preguntas, pocas, porque ya había quedado casi todo dicho, Teresa comentó algo sobre un proyecto para escribir una biografía contada por su protagonista, un octogenario.
Entre los numerosos asistentes había dos, que sin estar, flotaban en el aire y fueron repetidamente mencionados: Su amigo Max y su padre.
Entre aplausos nos fuimos levantando, retirando sillas para abrir espacio a los corrillos, mientras Teresa firmaba ejemplares con su sonrisa permanente.
Las sepias nos hicimos nuestra foto, Mercedes y yo delante, porque, como nos dijo su hermano-fotógrafo, somos bajitas. Tan bien me coloqué, que conseguí tapar a Gema, a pesar de sus taconazos.
Subir de regreso la calle Buenavista fue lo peor. ¡Vaya cuesta!
En la calle Santa Isabel nos tomamos unas cervezas, se pelearon por pagar Carrie, la tía Merche y la presi Gema, pero ganó la tía.
Nos fuimos despidiendo.
A Mercedes le esperaba una última sorpresa, una multa que seguro que conservará como un recuerdo más de esta magnífica presentación.


Sólo me queda invitaros a que leáis “Hojas Verdes”



viernes, 3 de junio de 2016

Una tarde para recordar.


Una tarde de finales de verano, cuando los amigos estaban de vacaciones y las horas de ocio se hacían largas en un tiempo sin tantas diversiones como ahora, decidió acompañar a su hermano pequeño a Las Vistillas, a pasar un rato con su pandilla, que siempre sería más divertido que quedarse en casa.

Esa misma tarde una jovencita, casi una niña, acudía con su hermana y su amiga a jugar al tula encadenado con su pandilla del barrio.
No jugaban en cualquier sitio, si no en la Cuesta de los Ciegos. La gracia del juego estribaba en que estaba prohibido bajar las escaleras, había que ir saltando las vallas de piedra.

Intercambiaron una mirada, sólo una, y fue suficiente.
Él volvió muchos días, ella le esperaba, cada día.
Una fuente de agua potable que ya no existe, en el punto intermedio de la Cuesta, fue testigo de su declaración de amor.
Ella le había pedido la letra de la canción “El gato que está triste y azul”, él aprovecho para decir un tímido “me gustas”
Sus manos se entrelazaron para siempre.

Hoy, tres de junio, hace treinta y ocho años que comparten sus vidas y más de cuarenta desde aquella tarde.