viernes, 27 de julio de 2018

Tiempo de arena. Mi opinión



Conocí a Inma Chacón en un encuentro de autoras y me pareció una mujer encantadora. No había leído nada de ella, y pensé que si escribía la mitad de bien que hablaba, merecía la pena conocer su obra. Tiempo de arena es uno de esos libros pendientes que nunca lees, y esta era una buena ocasión.

Resumen

En el lecho de muerte, María Francisca, miembro de una noble familia de Toledo, clama desesperadamente por sus hijos. La tensión es enorme: nadie de los presentes conocía que la joven hubiera tenido descendencia. Su madre niega sus palabras, pero sus tías no dejarán de preguntarse qué hay de verdad en ellas. Comienza así una apasionante inmersión en la historia de las mujeres Camp de la Cruz, Mariana, Munda y Alejandra, herederas de un hacendado español, y de sus irreconciliables diferencias vitales en la búsqueda de la felicidad. La masonería femenina, la lucha por la igualdad y la tradición frente a la modernidad a finales del siglo XIX y principios del XX son algunos de los temas que jalonan este relato apasionante que no dejará indiferente a ningún lector.

Mi opinión
Una historia que me ha gustado desde la primera página. Se desarrolla en una época sobre la que he leído poco y nos plantea la historia de una familia formada únicamente por mujeres, en la que los hombres tan solo son personajes secundarios, aunque todos tengan una gran importancia en las diferentes tramas que se abren y que quedan magníficamente cerradas en el desenlace.
La tutela de la que dependían las mujeres, primero de sus padres y después de sus maridos, las primeras universitarias, las grandes manifestaciones por el voto, la masonería, las antiguas colonias españolas, la presencia dominante de la religión, el amor, el odio, la venganza, todo cabe en esta compleja trama.
Inma Chacón nos muestra, una y otra vez, como las decisiones de una persona afectan, para bien o para mal, a los que la rodean, todo está conectado en una extraña tela de araña. Dos hermanas con unas formas de pensar, de ver la vida y de vivirla, totalmente antagonista y una tercera siempre en medio, aunque sea la pequeña en edad.
La forma de narrar, sin que en ningún momento el lector se sienta perdido, aunque haya continuos viajes al pasado y muchísimos datos históricos, es impecable.
Me he estremecido, he sentido rabia y me he emocionado en una lectura difícil de olvidar.
Al contrario de lo que suele ocurrir, primero he conocido a la autora y después su novela, pero desde luego me ha gustado tanto como para seguir leyendo toda su obra.


Aquello que fuimos: Mi opinión


NUNCA SUBESTIMES UNA DECISIÓN, POR INSIGNIFICANTE QUE PAREZCA. EL RUMBO DE TU VIDA PODRÍA DEPENDER DE ELLA.
***Son incontables las veces en que parecemos tener claro quién es víctima y quién verdugo; a quién hemos de salvar y a quién culpar sin ninguna contemplación, a pesar de contar con elementos mínimos, los que nos brinda el hecho de ser testigos de un único suceso puntual, sin ahondar en nada más. No reparamos entonces en la probable conjunción de ambos papeles, ni siquiera en su alternancia dentro de un mismo ser. Como tampoco reparamos en la triste realidad de que cualquiera de nosotros, y en cualquier momento, puede dejar víctimas a su paso sin pretenderlo, incluso aquel que siempre juró que jamás dañaría a nadie.
Esta historia no habla de crímenes ni venganzas. Habla de decisiones, trascendentes o intrascendentes, cobardes o valientes, que no solo condicionan nuestra vida, sino la de aquellos que habitan a nuestro alrededor. Decisiones y acciones que truncan el camino de los inocentes hasta convertirlos en culpables, para luego enjuiciarlos moral y legalmente como si todo, absolutamente todo, fuera producto exclusivo de su voluntad.
Pero... ¿en realidad es así?***

Resumen
En plena juventud y tras cuatro años de ausencia, Blanca regresa a su Málaga natal arrastrando una maleta y un pasado que no sabe si podrá afrontar.
En otro punto de la ciudad, un año más tarde, Víctor recibe una llamada de teléfono en relación con Fuensanta, su madre, que pondrá su vida en jaque dejando al descubierto una estela de engaños en la que todos se verán implicados, hasta descubrir una oscura verdad.
Vidas con diferente origen, fuertemente marcadas por decisiones propias o ajenas de aparente insignificancia. Futuros rotos que requerirán un máximo de valor, fuerza y coraje para poderlos superar.

Mi opinión:
Antes de que esta novela se publicase ya sabía que me iba a gustar, porque Pilar no escribe con palabras si no con sentimientos, ya sé que me repito, pero es la verdad, me lo ha demostrado con sus novelas anteriores y con sus relatos.
En esta última, los sentimientos que relata son tan fuertes, en ocasiones tan duros, que hay que saber hacerlo muy bien para que el lector se meta en la piel de cada uno de sus personajes. El amor entre madres e hijos, incondicional aun cuando no queramos reconocerlo y nos pongamos una coraza. El amor de pareja, tan dañino algunas veces, que nos pone una venda en los ojos para ocultar el egoísmo del otro. El amor fraternal, que no siempre se fragua conviviendo. Y, por supuesto, el amor del amigo, esa otra clase de amor, tan necesario en el ser humano.
No estamos, ni mucho menos, ante una novela de amor. Muy al contrario, es una novela dura, cruda, en la que la autora ha plasmado con maestría temas muy actuales que no voy a enumerar porque se deben ir descubriendo con la lectura.
Blanca y Fuensanta, dos mujeres contando su historia, dos historias paralelas que nos van envolviendo, del presente al pasado, para ir entendiendo todo, lo que ocurrió entonces, las decisiones que tomaron y que han conformado sus vidas y la de los seres que las rodean. También está Víctor, el tercer protagonista, que comienza siendo un poco insulso, para ganarse al lector, poco a poco.
Y luego están los secundarios, esos personajes tan importantes que sin ellos no habría historia y de los que tengo que destacar a Herminia. He sufrido con ella, he llorado con ella, he oído su ¡Ay, niña!, como un quejido, me ha encantado, siempre que piense en esta novela recordaré a esta abuela tan especial.
Poco más puedo deciros, que es buenísima, que todo va encajando a la perfección y que cierra el final con una superluna que nos deja plenamente satisfechos.
Solo me queda invitaros a leerla con la seguridad de que no os defraudará.


lunes, 23 de julio de 2018

¡Cuántos pasos juntos!


Ha pasado mucho tiempo desde que, en 1976, compartimos nuestro primer baño en el mar. Éramos novios, yo solo tenía dieciséis años y me costó un triunfo convencer a mi padre, que solo accedió porque íbamos con toda mi futura familia política, suegra incluida. El destino elegido fue Mallorca, dónde pasamos unos días inolvidables (buscaré alguna foto y editaré esta entrada para incluirla).
Han transcurrido muchísimos años y nos seguimos divirtiendo en la playa. Nos reímos con las olas, comentamos las rarezas que se ven y nos fijamos en los niños que juegan en la orilla, ahora que somos abuelos.
Hemos recorrido casi todo el litoral español y un poco del portugués y de cada uno de los lugares tenemos bellos recuerdos. Escribo desde  La Playa de San Juan, donde mi familia materna nos acoge cada año, como antes hiciera en La Albufera de Alicante. Inolvidable Estepona, de camping, nuestro primer año casados. La Costa Brava o las Rías Altas, con mis padres y mis hermanos y más tarde con mis hijos pequeños. Cantabria con Marisa y Pablo y nuestras risas cómplices de la amistad verdadera, y tantos otros lugares de los que conservo siempre un rincón especial en mi memoria.
¡Cuántos pasos juntos!



domingo, 8 de julio de 2018

Charlas historiadas: Isabel y Carlos


Monasterio de Yuste. Junio de 1558.

Hace una calurosa tarde en la comarca de La Vera que recuerda la cercanía del verano.
El emperador está sentado en la terraza de sus aposentos.Ha tenido una pesada comida, contrariando los consejos de su médico, y dormita. Ya no es ese joven apuesto que llegó a España hace cuarenta años, lleno de fuerza y vigor. Está enfermo, grueso, cansado.Se ha convertido en un viejo decrépito y achacoso e intuye que su vida llega a su fin.

De repente la ve, está sentada frente a él, en una butaca que hasta hace unos segundos estaba vacía. Entorna los ojos para ver si es real. Su amada señora Isabel. Hace tanto tiempo que se fue…

—Mi señora Isabel, ¿sois real? ¡Qué bella estáis!
Mi señor Carlos, estoy velando vuestro sueño. He venido a conversar con vos. No tuvimos demasiado tiempo para hacerlo más que en aquellos meses en Granada, recién casados, y cuando nuestro hijo Felipe vino al mundo. Tantos años lejos de mi lado, gobernando el mundo, y yo sola, siempre esperando a mi amado esposo, temiendo por vuestra vida en cada batalla de la que tenía noticia. Y cuando volvíais, muchos negocios os alejaban de mí. Y ¿sabéis?, me he dado cuenta de que hay demasiadas cosas de vos que desconozco, a pesar de haber sido vuestra esposa durante trece años. Os lo podéis tomar como una confesión previa antes del encuentro con Dios, nuestro Señor, que ya os espera.
—¡Alabado sea entonces!—Exclama Carlos, entre sorprendido y contento por tan inesperada y agradable compañía—. ¿Y qué queréis saber, mi señora?
—Como madre siempre hubo algo que quise preguntaros. Llegasteis a Tordesillas a visitar a vuestra madre, la reina Juana, a la que no veíais desde que erais un niño y con la pretensión de «usurparle» el trono. ¿Os habían educado con algún amor filial hacia ella? Y siento curiosidad por saber en qué idioma os comunicasteis…
Amor filial… —Entorna los ojos como si tratara de recordar el rostro de Juana—. Cuando una madre desaparece de tu lado caes en la incomprensión. Preguntas, quieres saber porqué no está contigo. Razones de Estado, esa fue la respuesta. Apenas la disfruté, puesto que cuando se marchó para tomar posesión de la herencia de sus padres, los Reyes Católicos, apenas había empezado yo a caminar. Únicamente la veía a través de retratos colgados en las paredes mientras mi tía Margarita hacía las veces de madre conmigo y con mis hermanos. Ella, que venía de enviudar por segunda vez, volcó todo su amor en nosotros. Así que, como comprenderéis, mi señora, poco amor podía sentir por mi madre; si acaso, cariño, el cariño que se tiene a quien te dio la vida. Y, para satisfacer vuestra curiosidad, con ella hablé en francés cuando volvimos a vernos en Tordesillas, dado que sí que conocía aquella lengua de sus años en la Corte de Flandes al contrario que yo, que desconocía, por entonces, la lengua castellana.
—Mi señor Carlos, no creáis que os hago esta pregunta por celos, que ya son muchos años de conoceros y sé de vuestro amor por mí, pero tengo curiosidad ¿estuvisteis enamorado de Germana de Foix, viuda de vuestro abuelo el rey católico?
—Ay, Germana… —suspira—. Pues, dado que el encuentro con el Señor está tan cerca, no puedo deciros más que la verdad como la repetiré ante él cuando me convoque ante su juicio: sí, la amé, la amé profundamente. El cometido de mi abuelo materno Fernando era cuidarla, pero cuando la conocí encontré una mujer con mucho por vivir y que enseñar a alguien como yo que, en cuestiones amatorias, estaba empezando a dar sus primeros pasos. Me enamoré perdidamente de ella, pero finalmente la entregué en matrimonio a una persona de mi confianza, Juan de Brandemburgo. Sentí pena cuando murió. Por ella y por lo que vos supisteis llegado ese momento.
—La hija que tuvisteis con ella, la Infanta Isabel de Castilla…
—Así es.
Cuando murió vuestro abuelo Maximiliano y tuvisteis que luchar por el título de Emperador con Francisco I de Francia, mayor que vos, curtido en las batallas, con más dinero ¿Pensasteis en algún momento que no lo ibais a conseguir?
—Difícil pregunta cuando su respuesta depende del hombre, tan voluble, tan permeable a intereses. Ese título me pertenecía por haberlo ostentado mi abuelo, pero el francés fue un rival duro, perseverante. Dios estuvo siempre a mi lado en ese trance. Bueno, él y también los dineros de Castilla y, asimismo, los de los banqueros que encontraron en mí un aliado para sus intereses —ríe ahora con ganas—. Para qué negarlo.
—Mi señor, he sabido que se ha firmado la paz de Augsburgo entre católicos y protestantes y que os duele que en vuestros dominios ya no se abrace la misma fe ¿Os arrepentís de haber perdonado la vida a Lutero?
—Mucho, quizás lo que más en mi vida. Me arrepiento de haberle dejado marchar vivo cuando lo tuve en mis manos, allá en Worms, adonde acudió, tan arrogante como valiente, a defender sus ideas. Es por eso por lo que me hierve la sangre al conocer que su semilla se ha extendido por Castilla, de ahí que haya dado órdenes expresas a mi hijo que la extermine de raíz, que no quede nada de ella, y que no le tiemble la mano ante lo que pueda encontrar entre sus secuaces. ¡Y confío en que así sea!
—Mi señor Carlos, estuve esperando largo tiempo a que os decidieseis a tomarme como esposa. Recuerdo como si fuese ayer cuando se celebraron nuestros esponsales en los Reales Alcázares de Sevilla —¡qué bella ciudad! —. Cuando os vi me parecisteis apuesto y atractivo, pero ¿qué pensasteis vos de mí?
—El ser más bello sobre la faz de la Tierra. Hay que decirlo así: fue un flechazo, puesto que no nos conocíamos en persona, e incluso vos os llegasteis a casar conmigo por poderes antes de salir de Portugal. Pero fue vernos… Fuisteis la mujer a la que más amé en mi vida, y juro ante Dios que os fui fiel en todo momento y que nunca pensé en más mujer que vos porque erais, y aún seguís siendo, todo mi universo.
— ¿Recordáis los maravillosos días que pasamos en Granada? ¡Qué jóvenes éramos!
—¡Y tanto que los recuerdo! Aquellas salas con pavimentos de blanquísimo mármol, jardines deleitosos con limoneros, arrayanes, estanques de marmóreos muros, aquella fuente sostenida por tan fuertes y aguerridos leones. No conocí nada tan bello, excepto vos, en toda Europa. Y allí hubiéramos permanecido más tiempo de no ser por los graves contratiempos que surgieron en distintas partes de mi Imperio. Pero allí quedo una de las etapas más maravillosas de nuestras vidas que, después, se materializó en nuestro hijo Felipe.
—Por cierto ¿cómo se encuentra mi querido hijo? ¿Está preparado para sucederos?
—Lo está, podéis estar tranquila. Prudente y juicioso, no podría haber nadie mejor que él para continuar mi tarea. Son muchos y vastos los territorios que gobernar, pero reúne las condiciones para hacerlo sin que le tiemble el pulso.
—Me preocupa su felicidad. Sé de la muerte de su primera mujer, María Manuela, tan joven, y ahora está casado con nuestra prima María de Inglaterra, muy mayor para él. ¿No hay amor en su vida?
—Amor…—vuelve a suspirar—. ¿Acaso nos casamos enamorados vos y yo? Me temo que es una condición que no se nos permite expresar ni experimentar de manera tan abierta a quienes, como nosotros, velamos por los intereses de tanta gente. El amor queda en un segundo plano cuando de lo que se trata es de traer paz a este mundo, de lograr la estabilidad para que todo funcione. Felipe es consciente de su papel en esta vida, y lo acepta. ¿Conocerá el amor? Si el padre no sólo lo conoció, sino que lo disfrutó todo lo que pudo, ¿por qué no podrá hacerlo también su hijo?
—He pensado muchas veces en la decisión que tomasteis al dejarme al frente del gobierno de las Españas en vuestras largas ausencias. Habéis sido un hombre que ha confiado mucho en las mujeres ¿por qué?
—Porque me crie con ella y entre ellas, y en su inapelable juicio confío como si me fuera la vida en ello. Confié en mi tía Margarita, en mi hermana Leonor, en vos misma. Mujeres capaces de cargar con la responsabilidad de un hombre y no quejarse por ello, sino demostrar con más ahínco que esa responsabilidad era fruto de la confianza depositada. La tuve, y la misma que volvería a tener si volviera a vivir todo lo que he vivido.
— Vos que habéis viajado tanto, ¿en qué ciudad fuisteis más feliz?
—Es difícil responder a eso cuando han sido tantas las ciudades que he visitado y conocido. La que más de todas, Bruselas, y en España, Valladolid. Gante me vio nacer y este monasterio perdido en la Extremadura me verá morir, y de todas he tratado de aprender algo y en todas y cada una de ellas traté de ser feliz.
—No sé si os he dicho alguna vez que me habría gustado viajar con vos, al menos para conocer esos lejanos lugares en los que nacisteis o donde os coronaron como Emperador. Contadme de Gante, de Brujas, de Aquisgrán o de Bolonia.
—Y lo decís vos, que visteis la primera luz de vuestra vida en Lisboa, perla entre las perlas. Pero, para contentaros, os diré que Gante es hermosa en su belleza, en sus canales, en sus brumas en invierno y sus atardeceres sobrios en verano; que Brujas es el misterio de sus canales, la laboriosidad y meticulosidad de sus gentes, y una estufa siempre encendida en mis aposentos; que Aquisgrán suena a campanas pregonando la buena nueva del Emperador recién elegido, que huele a la gloria de Carlomagno, que se asienta sobre su leyenda y poder; y que Bolonia es siempre un Papa por esperar y un trono que ocupar, al igual que París es un dolor cuando te separas de ella, Toledo un sueño mecido en las orillas de un río, o Bruselas el descanso del Emperador.
—Hace tanto tiempo que os dejé que ya no conozco a muchos de los que os rodean. ¿A quién consideráis vuestro más fiel súbdito? ¿Y vuestro mejor amigo?
—Todo súbdito es fiel mientras lo quiera ser, al igual que ocurre con los amigos. La amistad es una dicha a disfrutar, pero también a conservar. Súbdito, en consecuencia, es aquel que te rinde homenaje y servicio, que te sirve y respeta, que te quiere y aprecia, que te alaba o reprende cuando es menester. Lo mismo que hace el amigo, y aquí, en Yuste, gozo de la suerte de tener a varios de ellos a mi alrededor como es el caso de mi fiel Méndez de Quijada, entre otros, ya que estáis esperando un nombre.
—Mi querido señor, ¿porqué vuestros aposentos están tan tristes, tan oscuros, tan lúgubres?
—Triste fue mi vida sin vos, tristes fueron las despedidas de quienes más quise, como vos, como mi hermana Leonor, o como mi misma madre, Juana. ¿Qué otra manera de guardarles, de guardaros a todos el respeto y amor o cariño que os profesé que esa?
— ¿Y todos esos relojes que veo? ¿Es que acaso creéis que podéis controlar el tiempo?
—En absoluto, pues sólo Dios puede hacerlo, pero es un entretenimiento que mi buen amigo Turriano me procura. Además, mantener en hora todos los relojes que hasta aquí he traído me distrae, me mantiene alerta. Por eso reservo momentos en los primeros momentos del día para mantenerlos todos en hora, para conocerlos mejor, para disfrutarlos, en definitiva.
—He oído a los monjes que habitan en este lugar que cuidáis vuestro propio jardín ¿Es cierto, mi señor Carlos?
—Procuro hacerlo, así es, siempre que la salud me lo permite. Como en el caso anterior, una manera como otra cualquiera de mantener la mente ocupada, aunque también en esos momentos de soledad, conmigo mismo, hablo con Dios y voy finiquitando las cuitas que tengo pendientes antes de su encuentro con él.
—Estoy segura de que la historia me recordará como la esposa de un gran emperador y la madre de un gran rey, pero vos ¿Tenéis pensado como os gustaría ser recordado?
—Pues… —se toma su tiempo para pensar—, como un hombre que quiso servir a Dios y hacer valer su palabra en todos los reinos que tuvo bajo su control. Y espero que como un buen esposo a pesar de todas mis ausencias —le dice mirándola—, y también como un buen padre.
»Mi señora, ¿dónde estáis? ¡No os veo! —Grita—.
El mayordomo entra corriendo, asustado. Encuentra a su señor bañado en sudor y con gran sorpresa en el rostro.
— Estoy bien, dejadme solo, si estáis por aquí ella no volverá…

Así pudo ser el sueño del Emperador Carlos unos meses antes de su muerte. Nosotros hemos disfrutado muchísimo dando vida a estos dos grandes personajes de nuestra historia.

Almudena Gutiérrez (Isabel de Portugal)
 Víctor Fernández Correas (Carlos I de España y V de Alemania)

Publicado en el número 7 de la Revista Pasar Página

sábado, 7 de julio de 2018

Codex Gigas



No hace mucho leí Codex Gigas de Óscar Sánchez Fernández y me pareció muy curiosa la historia de este libro, máxime cuando iba a viajar a Estocolmo y tenía la posibilidad de hacer una visita a la Biblioteca Nacional en la que se guarda.
Os diré que no me ha resultado fácil porque la Biblioteca tiene unos horarios muy restringidos, los sábados solo abre tres horas y los domingos permanece cerrada. Aún así, busqué un hueco el viernes a primera hora, antes de iniciar las rutas por las zonas turísticas, ésta no lo es, y me acerqué a este edificio que me encantó. Está en medio de un parque muy bien cuidado y se respira tranquilidad.


Para acceder hay que dejar en taquilla todo lo que lleves encima, aunque te permiten pasar el móvil para hacer fotografías sin flash.
Tuvimos que bajar al tercer sótano para llegar a la sala en la que se encuentra la cámara acorazada en la que guardan este tesoro. Comparte espacio con mesas de estudio y muchas personas consultando libros o documentos, tanto en papel, como en formato digital.
El libro está cerrado dentro de una gran urna pero lo han digitalizado por lo que puedes admirar sus páginas, una a una, a tamaño natural. Es una obra de arte, sus dibujos, sus letras capitales, sus colores, toda su estética. La famosa pintura del diablo da un poco de risa, parece un muñeco con pañal.

¿Conocéis su historia?

Es una Biblia de 624 páginas en pergamino,  con unas dimensiones de 92 x 50,5 x 22 cm y un peso de 74 kilos, lo que la convierte en el manuscrito medieval más grande conocido. La escribió el monje benedictino Herman, en un monasterio de Podlazice (República Checa), a principios del siglo XIII, como castigo por haber traicionado sus votos. La leyenda cuenta que se ofreció a escribirla en una sola noche,  y al darse cuenta de que sería incapaz de conseguirlo hizo un pacto con el diablo, que le ayudó exigiendo quedar inmortalizado con una pintura en la propia obra.
Los estudiosos afirman que el monje habría tardado entre cinco y veinticinco años (no se han puesto de acuerdo), en escribir el magnífico libro, recluido en una celda.
Quedan todavía varias preguntas sin contestar, como que se haya demostrado que la tinta utilizada es siempre la misma, lo que implicaría que se escribió en no más de 72 horas y que no se encuentren señales de cansancio en la escritura, en ninguna de las páginas. Misterios sin resolver que hacen todavía más interesante visitar y admirar este libro que está en Suecia desde que, hace más de tres siglos, fuese tomado por un militar sueco como botín en la Guerra de los Treinta Años.
(Publicado en el blog de la Revista Pasar Página).

domingo, 1 de julio de 2018

Se llamaba Manuel: Mi opinión



Sinopsis:

El cuerpo del joven Manuel Prieto aparece en el Cerro Garabitas de la Casa de Campo de Madrid el día de Nochebuena de 1952. Gonzalo Suárez, inspector de segunda del Cuerpo General de Policía, se hace cargo del caso. Un caso que, sin saberlo, cambiará su vida tal y como la conoce.
El teniente Arturo Saavedra negocia los términos del acuerdo que permitirá a Estados Unidos establecer bases militares en España. Y lo hace por convicción, pero también por interés personal: las negociaciones son la puerta abierta a la nueva vida que ansía por encima de todo.
Marga Uriarte vive con odio. En el pasado coqueteó con el entorno del Partido Comunista de España. Ahora, un viejo conocido le pide ayuda en nombre del partido. Lo que parecía un mero trámite para ganar algo de dinero se convierte en una oportunidad inmejorable para saldar cuentas con su pasado.
Tres historias que se desarrollan en una España en la que, se aseguraba, había empezado a amanecer. Aunque no para todos.

Mi lectura:

Un preámbulo que ya nos anticipa que nuestra lectura será dura, da paso a un primer capítulo en el que la mañana de Nochebuena de 1952 aparece muerto Manuel. Sí, porque el personaje que da nombre al título, ya está muerto cuando comienza el libro.
En capítulos cortos nos vamos a encontrar con tres historias paralelas, la de Gonzalo Suárez, policía encargado de investigar el asesinato de Manuel, la del militar Arturo Saavedra, muy cercano a la camarilla que visita a Franco en El Pardo y a Maga Uriarte, una bella mujer con un triste pasado.
A los tres nos los va a mostrar con sus aciertos y sus miserias, perfilando unos personajes a los que terminaremos conociendo muy bien, queriendo y odiando. Por supuesto están acompañados por unos secundarios de lujo, de los que yo me quedo con Canelita y con Rosa Prieto, la madre de Manuel, por la ternura que me han producido.
La música es la cuarta protagonista. Se puede decir que es una novela con banda sonora. También nos lleva al cine de esa década y, cómo no, al futbol, Gonzalo es un sufridor como seguidor del Atlético de Madrid.

Con un magnífico trabajo de documentación, nos muestra el Madrid de 1952-1953, ese en el que parecía que la guerra y la posguerra ya eran solo historia pero en el que seguía existiendo una brecha enorme entre los vencedores y los vencidos, entre los ricos y los pobres. Un Madrid gris de casas señoriales, criadas con cofia y miseria, mucha miseria. Un Madrid negociando con los americanos para romper el aislamiento internacional, con unos gerifaltes que no están a la altura, modélicos maridos de día y puteros de noche, a los que solo les mueve su propia ambición.
Política, espionaje, investigación, clandestinidad, prostitución, una pizca de amor…todo cabe en este magnífico libro que nos retrata una época y en el que el autor consigue ir entrelazando las historias para que todas acaben siendo una y mantengan la intriga del lector.
No deja nada sin cerrar, ni la más mínima historia que nos cuenta. Todo tiene una explicación y un final. Probablemente no sea el final más bonito, aunque sí el más lógico, porque ha buscado ser realista, mostrarnos las cosas como son, por duras que sean, sin recrearse en ellas pero describiéndolas con la crudeza necesaria.
Es en resumen una gran novela en la que ha sabido fusionar la Historia de España con unos personajes de ficción creíbles y muy trabajados.

Mi opinión personal:

Tengo especial cariño a esta novela, porque el autor me dejó leer el manuscrito para que le confirmase que las zonas de Madrid por las que discurre el libro, estaban bien descritas. Ya sabía yo antes de comenzar la lectura que no iba a encontrar ni un pero, porque Víctor es un escritor concienzudo que trabaja con un mapa a su lado y camina por los lugares por los que caminan sus personajes, pero me hizo muchísima ilusión que contase conmigo y devoré la lectura, quitándome horas de sueño. No pude dejar de comentar en Facebook que había leído un magnífico libro del que no podía hablar. Que Versátil haya creído en él, como lo hicimos aquellos que lo leímos hace meses y a los que nos enamoró Marga, odiamos a Arturo e intentamos comprender a Gonzalo, me ha llenado de alegría. Ahora lo he vuelto a leer y sigo opinando lo mismo, Se llamaba Manuel se merece estar entre los grandes.