viernes, 28 de abril de 2017

Rincones 5 Mercado de la Cebada

Hoy vamos a dar un paseo por el Mercado de la Cebada.
Es fácil que hayáis visto alguna foto del edificio antiguo, el de hierro, o del actual, una mole de hormigón con seis cúpulas, hoy de colores que, junto con su fachada, forman el mural de arte urbano más grande de España.

Pero lo que os quiero contar son las historias que encierra este edificio. Historias de comerciantes y clientes, que pueden llegar a ser la cuarta generación de la misma familia.

Empiezo mi recorrido por la carnicería Crespo que tiene el honor de ser la más antigua del mercado. Me cuenta que su abuelo fue uno de los comerciantes presentes en la inauguración del mercado antiguo por Alfonso XIII. El nuevo ya no le conoció, como tampoco su padre, que murió joven. Su madre y él han trabajado duro en el puesto que tiene ahora. Su hijo estuvo con él diez años pero buscó su futuro fuera de aquí. Esto ya no es lo que era. Ha dirigido la cooperativa quince años y ahora está muy desencantado. No cree que este espacio continúe en el tiempo.

Pedro, tras su mostrador con embutidos de todo tipo, recuerda cuando empezó a trabajar en este mismo lugar. Corría el año 1975. El dueño del negocio, cuya historia comenzó en 1914 y su empleado de toda la vida, se estaban haciendo mayores y necesitaban un ayudante. Para Pedro no sólo iba a suponer escribir la primera página de su futuro profesional, ya que terminaría comprando el negocio, si no que su futuro personal se iba a ligar a esos pocos metros. La hija del ayudante, Toñi, se convertiría en su mujer.
Los clientes han cambiado, pero él se sigue defendiendo. El concepto de “ama de casa” de antes, ya casi no existe, ni siquiera el modelo de familia. Ahora la gente joven acude a otras horas y compra menos cantidades, aunque siguen prefiriendo la frescura que da un mercado.

Un poco más allá Jesús recuerda cuando, de niño, visitaba el puesto de sus padres, que antes había sido de sus abuelos. Vendían aves pero, sobre todo, conejo de monte. Su madre, siempre con un delantal blanco, impecable. El mercado era su gran sala de juegos. Cuando no estaba en el colegio, compartía travesuras con los hijos de otros comerciantes. No existían los campamentos de verano y en los pasillos jugaban al fútbol o al escondite. Aunque, durante un tiempo ayudó en el negocio familiar, pronto le contrataron en una charcutería, donde aprendió el oficio y conoció a Toñi, su compañera de vida y de negocio ya que, años después, se hicieron con un puesto propio.
Jesús habla con cariño del equipo de futbol sala del mercado, en el que jugó, y que llegó a presidir. Estaba en segunda división. Es una muestra de que, entre estas paredes, se encierran muchas pequeñas historias.

Emilio comenzó de aprendiz, los hermanos Robledo le enseñaron el negocio de la pollería y, cuando se jubilaron, se quedó al frente. Nadie le ha regalado nada, ha trabajado duro para poder estar donde está. Su padre era repartidor y, de su mano, conoció todos los secretos de este mundillo. Antes de regentar su propio negocio, trabajó de frutero, había que buscar trabajo dónde lo había.

La frutería Hermanos Ortiz, en el frente bajando la escalera principal, quedó escondida con la instalación del ascensor, aunque, puesto en la balanza, no ha sido un inconveniente. Todo el mundo utiliza el ascensor y pasa por delante de su puesto. Abastece a los mejores restaurantes de la zona y a unos clientes fieles que, con los años, reciben la fruta a domicilio y todo lo que necesitan, aunque no sea fruta y verdura. Es la confianza que da el estar tratando con las mismas personas durante años.
Paco Ortiz, pudo estudiar y, según sus profesores, servía para ello pero, ayudando a su padre y a su tío durante los fines de semana y las vacaciones, se le metió dentro el gusanillo del mercado. No quiso dedicarse a otra cosa. Ha sido y es feliz aquí, pero reconoce que es muy sacrificado, no lo quiere para sus hijos, ellos se merecen vivir de otra manera.

Dani ha emprendido un proyecto de futuro, dándole a su carnicería, un aire nuevo, propio de los mercados gourmet. Porque, desde hace unos meses, se realizan eventos, degustaciones, ferias de artesanía, todo lo que se pueda para revitalizar la zona.

Mi última historia es para los clientes, los que vinieron de la mano de sus abuelos y siguen en el barrio y los nuevos que han descubierto que la cercanía con las personas, es más agradable que la frialdad de las grandes superficies.


Unos y otros conforman un mosaico que forma parte de nuestra historia más cercana y de nuestro presente.
Qué será de este mercado, nadie lo sabe, hoy por hoy están intentando conservar la forma tradicional de comprar, lo que le convierte en un rincón con muchísimo encanto.

Publicado en la revista Tardes en Sepia nº 5



jueves, 27 de abril de 2017

II Jornadas Madrileñas de Novela Histórica (II)


Madrid, Guerra y Paz.

La jornada del sábado comenzó con una interesante mesa moderada por Víctor Fernández Correas y tras la que veíamos a Juan Eslava Galán, Ana María Trillo, Francisco Núñez Roldán y Eduardo Valero.
Tras una breve introducción, Eduardo Valero nos presentó un vídeo «Madrid, estampas de guerra» en el que pudimos observar los estragos que la guerra hizo en la capital, la gente corriendo hacia los refugios y momentos en los que parecía que nada sucedía y que se podía llevar una vida normal, con el niño de la mano.
Eduardo nos contó anécdotas curiosas que demostraban que los madrileños no perdieron el sentido del humor en los 983 días de guerra. Al primer avión de la mañana le llamaban “el pajarito”, a la primera bomba “la lechera”. Pero, sobre todo, nos contó lo durísimo del racionamiento, el hambre, los héroes anónimos, el protagonismo de las mujeres, ya que los hombres estaban en el frente y ellas se tuvieron que hacer cargo de todo, la desorganización oficial, que dejó a Madrid totalmente abandonada, sin mandos.
Curiosidades como que los hoteles se convirtieron en hospitales de sangre y el gran vestíbulo que hay bajo la cúpula del Palace, en un inmenso quirófano por la buenísima luz que se filtraba por las cristaleras.

Víctor cedió la palabra a Juan Eslava Galán, que nos habló de su libro, de la raza aria, del amor, de la amistad y del contexto histórico de la guerra mundial y la postguerra española, así como del guiño que hace con el título. La mayoría de su novela se desarrolla en Berlín, que tiene el zoológico más antiguo de Europa y, metafóricamente, era el jardín de las fieras, los nazis. Aunque la editorial no siempre le acepta el título que él elige, en esta ocasión no hubo ningún problema.
Me enteré de algo que desconocía, que Herminio Caiser, protagonista del libro, podría ser descendiente de unos alemanes que Carlos III se trajo a Sierra Moreno para repoblarla. Sólo era necesario ser católico y saber algo de agricultura, pero el hambre que, en aquel momento asolaba Alemania, hizo que viniese todo tipo de gente.

El amor en el jardín de las fieras.

Octubre de 1940: durante la visita de Himmler a España, una bella mujer perteneciente a la agencia racial Ahnenerbe, que lo acompaña, descubre entre los trabajadores forzados de una excavación arqueológica a un obrero rubio, Herminio Cáiser: un joven de ojos azules y magnífica constitución que podría demostrar la pervivencia en España de una cepa pura de la raza aria.
La organización Ahnenerbe lleva al joven a Berlín y lo hace objeto de una serie de estudios que confirman que es un ario perfecto. Reclutado en una casa-cuna nazi, se deja utilizar como semental a cambio de un trato favorable para su padre, internado en una cárcel franquista por su pasado republicano
Cáiser hace amistades en Berlín; entre ellas, los corresponsales de prensa españoles y otros jóvenes funcionarios del círculo diplomático. También se reencuentra con un diplomático soviético con el que trabó amistad años atrás, cuando fueron compañeros de armas en la batalla de Madrid. Esta relación reanudada y los amores de Cáiser con una obrera judía serán el detonante de acontecimientos inesperados.

Ana María Trillo también le da un doble sentido a su título, cada día amanece por feo que haya sido el día anterior, la noche. Es el título de uno de los capítulos del libro y, metafóricamente, la lucha de la protagonista para que amanezca en su vida.
También nos habló de hambre, explotación, tristeza, del frío que hacía en Madrid en esos inviernos de la década de los cuarenta, la sequía que asoló Madrid y que obligaba a las mujeres a ir lejos a por agua, el racionamiento…

Amaneció de nuevo en Madrid

Este libro es una forma de no olvidar hechos que sucedieron y otros que no, pero bien pudieron suceder; hechos nacidos en la mente y el corazón de su autora, pero que se alimentan del recuerdo colectivo, del recuerdo familiar, de la memoria que se niega a desaparecer
Es una novela histórica que habla de Historia con mayúsculas, pero sobre todo de historias pequeñas, de las vidas de seres diminutos frente al amanecer de la gran capital, Madrid, que revive tras la guerra. Ana María Trillo recoge en Amaneció de nuevo Madrid la vida de Margarita, una niña que pudo ser real, que luchará por nacer como persona, y ser libre a pesar de vivir en un tiempo en que las niñas y mujeres eran prácticamente invisibles. Margarita amanecerá tratando de buscar la respuesta a una pregunta: el alma de la ciudad puede repararse, pero ¿puede repararse el alma humana?

Por último, Francisco Núñez Roldán nos contó la mal vista neutralidad de España en la Guerra, la creación de la División Azul, y las intrigas que existieron para que el general Muñoz Grandes sustituyese a Franco y fuese el gran aliado de Hitler. El general que, al final, no fue. 
Nos comentó que se encontró con este personaje por pura casualidad y estudió el tema hasta escribir el libro.

Un general para Hitler

El general Agustín Muñoz Grandes estuvo en el vértice de batallas e intrigas desde la Guerra Civil Española hasta la Segunda Guerra Mundial. Partidario de entrar en el conflicto al lado del Eje, mandó la División Azul y fue considerado como una posible alternativa a un Franco indeciso o demasiado neutral. La novela se introduce en las maquinaciones de las diplomacias alemana y aliada, algunas apenas conocidas o desveladas recientemente, y muestran a un militar devoto de su oficio, quien con más voluntad que éxito quiso comprometer a su país en la guerra a la vez que fuerzas que le superaban y frecuentemente desconocía pretendieron auparlo al máximo poder. Junto al aspecto humano del general, y entre las principales figuras políticas del momento, aparecen tres personas bien definidas: su secretario, un joven teniente, así como el chófer, antiguo guardia de asalto anarquista, y una enfermera, novia de este último. Todos vivirán a fondo el frenético torbellino que rodeó aquellos complicados y durísimos años.

La amena conversación de los componentes de esta mesa fue una lección de historia, de nuestra historia que es, como dijo Eduardo Valero, « es la memoria histórica de Madrid, para bien y para mal».

miércoles, 26 de abril de 2017

II Jornadas Madrileñas de Novela histórica: El traje goyesco



 (Agrupación Los Castizos)
En las II Jornadas Madrileñas de Novela Histórica estuvieron invitados María Dolores y José Luis, de la Agrupación Los Castizos (fundada el 11 de julio de 1984).
Tras una breve presentación sobre la historia de su agrupación, pasaron a contarnos en detalle el traje goyesco que ellos mismos lucían.

El vestido de maja o goyesca lo usaban las mujeres del pueblo llano para los días festivos, ya que para los días de labor se vestían ropas más cómodas y menos ostentosas.

La gallina ciega (Goya)
Se conoce su utilización desde el siglo XVII, teniendo en el siglo XVIII su máximo esplendor y en el que fue inmortalizado por Goya en muchos de sus cuadros y tapices.

Las damas nobles no lo utilizaban aunque, si querían pasar desapercibidas, se vestían de majas, se cubrían con el velo y podían acudir a la Ribera del Manzanares, a encontrarse con algún caballero, sin que se pusiese en duda su reputación.

La Pradera de San Isidro (Goya)
También lo hacían los señores que, embozados con la capa y tocados con sombrero de ala ancha, el castoreño, gozaban del preciado anonimato. La Ribera del Manzanares era para la gente del pueblo su lugar de paseo y esparcimiento, al igual que lo era para la nobleza el Salón del Prado y gustaban de ir ataviados, unos y otros, con sus mejores galas.
La merienda a orillas del Manzanares (Goya)

El traje de goyesca era caro, por las telas y brocados, y el dinero escaso, por lo que pasaban de una generación a otra.

Vestían una camisa larga de retor en color natural, no tenía que ser bonita, no se veía. Las mangas y el cuello, se hacían de algodón con bordados, ya que eran las partes que se lucían. Esta camisa se utilizaba también para dormir y era la parte del traje que se lavaba.

Sobre la camisa se ponían unas enaguas, rematadas con puntillas de ganchillo o de bolillos.

El quitasol (Goya)
El guardapiés (falda) se confeccionaba en telas que ahora no existen, pero que podrían asemejarse al tafetán y a la sarga. Si quisiésemos hacer un guardapiés tendríamos que buscar telas de tapicería para que se pareciesen algo a las que lucían nuestras antepasadas. Eran de vivos colores. También se hacían de paño, dependiendo de la estación en la que se fuese a lucir.

Goya y las Majas (Gárate)
Curiosamente se cortaba en tres cuerpos que se unían con cintas fruncidas en la cintura. Esto tenía una doble función: El vestido heredado podía no ser de nuestra talla, y las mujeres embarazadas no tenían ropa exclusiva para su estado, por lo que la falda tenía que ir ensanchando según iba avanzando la gestación.

Sobre la camisa se ponía un chaleco, de algodón o de seda. Aunque estas telas sean conocidas en la actualidad, no tienen nada que ver, ya que eran más bastas, más burdas, confeccionadas en pequeños telares en las casas, pero no por eso les restaba belleza. Conseguían unos algodones tornasolados, introduciendo hilos de diferentes tonos a los hilos base. 

Sobre el guardapiés, un delantal. De batista, de encaje, de algodón, también con bordados y puntillas.
La boda (Goya)

Se completa el traje con la chaquetilla, porque en el Madrid del siglo XVIII hacía frío, mucho frío.

No podemos olvidarnos de las medias, tejidas a ganchillo o punto de media, que también se bordaban y los borceguís, que así se llamaban los zapatos de la época, con punta y medio tacón. Ambos complementos se cuidaban mucho porque se lucían, al ser el largo de la falda por encima del tobillo.
La maja y los embozados (Goya)

Este largo no era una moda, si no pura cuestión práctica.

Las calles estaban sucias, hasta el reinado de Carlos III, sin pavimentar, era todo un barrizal, y las mujeres no iban en carruaje como las damas, si no caminando, por lo que no se podían permitir que los bajos de sus faldas recogiesen toda la suciedad.

En la parte de abajo llevaban un bies, que adornaba la falda y era fácil de cambiar cuando se estropeaba por el roce.

Se tocaban con la redecilla. Las menos elegantes eran de malla, pero las de los eventos especiales eran de tela y tenían como función sujetar el cabello. Eran largas rematadas con una pequeña bola y adornadas con lazos, carambas, puntillas o flores. Sobre la redecilla se colocaba el velo, que cubría la cabeza aunque en verano descansaba sobre los hombros.

La vendimia (Goya)
Como las telas de estos vestidos no se lavaban, se utilizaban unas sobrefaldas negras llamadas «basquiñas», que se colocaban sobre la falda para ir por la calle, era fácil ser salpicada de barro u otras cosas peores, y para arrodillarse en la iglesia, ya que solo las nobles tenían reclinatorio, que portaban sus criados, el resto de las personas se arrodillaban en un suelo en el que se iba acumulando toda la suciedad que los pies arrastraban desde la calle.

No puedo acabar este pormenorizado detalle del vestido de maja sin contar que no se llevaban bragas, ni pololos.
No existían aseos, servicios o como queramos llamarlos, y era impensable llevar nada que supusiese un estorbo.

El traje de los majos, mucho más sencillo, se componía de camisa larga, que también utilizaban para dormir, calzones, chaleco y faja. La faja, enrollable, podía ser de lana, seda o algodón y de diferentes colores.

Completaban el atuendo con chaquetilla, capa y castoreño. 

Carlos III intentó recortar el largo de la capa e imponer el sombrero de tres picos para evitar los embozados que cometían toda case de tropelías sin poder ser nunca reconocidos, pero no lo consiguió.

La cometa (Goya)
Al igual que las mujeres, recogían el pelo con una redecilla, siempre de malla y mucho más corta, aunque la remataban con una borla muy larga, de unos quince centímetros. Esta borla iba siempre muy adornada.

Los madroños que vemos en los actuales trajes de goyesca no se introdujeron como ornamento hasta el siglo XIX; eran de seda, del tamaño de un garbanzo.

Las mujeres y los hombres de esta época, utilizaban abanicos. Los de ellos, pequeños, oscuros y discretos, los de ellas, un complemento más del atuendo, algunos verdaderas joyas que pasaban, como el traje, de una generación a otra.

Hoy día es difícil conseguir un vestido de estas características que se parezca al que acabo de describir porque no existen los materiales para confeccionarlo.

Y quiero dejar muy claro que no es un disfraz, si no un vestido, un traje que se utilizó durante más de dos siglos, que quedó inmortalizado en cuadros y tapices y que ha llegado hasta nuestros días como parte de nuestras tradiciones.

(Mi agradecimiento a María Dolores Álvarez, que me ha atendido y resuelto todas mis dudas y a Víctor Fernández Correas que me ha puesto en contacto con ella)

martes, 25 de abril de 2017

II Jornadas Madrileñas de Novela Histórica (Crónica I)


Con Olalla García y Víctor Fernández
En la Casa del Lector me recibe Víctor Fernández Correas, uno de los organizadores. Ha montado un photocall y me hace fotos, junto con Olalla García. Me siento como los famosos.
En la mesa, Carolina Molina presenta las jornadas y comienza la tarde.
El escritor Joaquín Barrero, nos cuenta recuerdos de su infancia, que transcurrió en este barrio, en el paseo de la Chopera. Nos lee el cuento “Los maletillas” que emociona a los presentes.
Eduardo Valero, cuyo blog
Historia urbana de Madrid es de obligada lectura para conocer nuestra historia, nos introduce en el Madrid de Carlos III con el vídeo “Carlos III y la construcción de Madrid”.
Joaquín Barrero
Tras este visionado comienza la amenísima conversación entre Olalla García, moderadora de la mesa, Carolina Molina, autora de Carolus y Eduardo Valero.
Nos cuentan como Carlos III, que sólo vivía en Madrid dos meses al año, tuvo que empezar por limpiar, antes de construir.
Era una ciudad sucia, peligrosa, sin pavimento, sin alcantarillado, sin ordenación, llena de pícaros que habían hecho de la mendicidad un oficio.

Se colocaron 4408 farolas
que hicieron una doble función, iluminar y dar trabajo a muchísima gente, para encenderlas, apagarlas y llevar su mantenimiento.

Ordenó Madrid en manzanas, barrios y cuarteles, ideó los “alcaldes de barrio” antecesores de los actuales concejales de distrito.
Pavimentó, creó las casas cuna, el Hospital Real y treinta y dos colegios de barrio.

A pesar de todo esto, los madrileños no le querían, le consideraban un rey extranjero y además les estaba costando mucho dinero, ya que las reformas incluían los arreglos de las casas particulares, la instalación de pozos y de aceras, que corrían a cargo de sus propietarios.
Fundó la Real Lotería, que daría alguna alegría a los ciudadanos.

Olalla García, Carolina Molina y Eduardo Valero
Sabatini fue su mano derecha en la ordenación de la ciudad. Sabía hacer de todo, ingeniería, arquitectura o diseño de jardines. Dejó grandes obras para la posteridad, aunque puede que la más conocida sea la Puerta de Alcalá, por la que también se inmortaliza siempre a Carlos III.
Lo que está claro es que pretendió convertir Madrid en una gran ciudad y puso los cimientos para ello, tanto en el ámbito arquitectónico como en el cultural y social. No entro a enumerar todo lo que hizo porque lo podéis encontrar en cualquier enciclopedia, aunque sí me ha quedado la sensación de conocer muy poco nuestra propia historia, de quedarnos siempre en lo superficial.

Me llamó mucho la atención cuando comentaron la visibilidad social de la mujer durante este reinado, gracias a la ilustración y a la influencia francesa. Venían de un periodo oscuro y volverían a caer en él en los comienzos del siglo siguiente.

Como curiosidad y ya que, durante el fin de semana, se celebraba La noche de los libros y el Día del Libro, se me ha quedado en la memoria que la Real Academia otorgó el primer premio literario también durante el reinado de Carlos III, el 13 de agosto de 1778 a Joseph María Vaca de Guzmán.


Tras un breve descanso, la Agrupación de Castizos nos dio una clase magistral sobre el traje goyesco, pero esa es otra historia que merece una nueva crónica.

lunes, 17 de abril de 2017

Una mañana con Antonia J. Corrales.

Antonia y yo nos conocimos a través de Facebook, cuando su obra «En un rincón del alma» acababa de ser publicada.
No tardamos mucho tiempo en saludarnos personalmente, en un encuentro que tuvo lugar en La Casa del Libro de la Gran Vía de Madrid. Ahí quedé fascinada por su forma de hablar y la pasión que ponía al contar lo que escribía.
Hay personas con las que te sientes rápidamente conectada y nace una amistad real, fuera de las redes sociales.
Tenemos una edad similar, una forma parecida de ver la vida y somos vecinas, sólo en verano, de nuestra querida Sierra Madrileña. El whatsapp hace lo demás y nos mantiene conectadas.
Hoy hemos quedado en «El Álamo», para desayunar juntas. Es una cafetería a pié de carretera, en Collado Villalba, que está a mitad de camino entre su casa y la mía.
Hace una magnífica mañana, por lo que la espero sentada en la terraza.
Antonia llega puntual, con su negra melena suelta,  sus inseparables alpargatas negras y su magnífica sonrisa.
En realidad, las dos hemos desayunado ya, por lo que pedimos sólo café.
Está feliz porque hace poco que ha publicado su última novela «Y si fuera cierto», tanto en digital, como en papel, y está teniendo una gran acogida y muy buenas críticas, pero prefiero dejar este tema para el final, porque si no, no me va a hablar de otra cosa, que yo sé cómo se enrolla, jajajajaja.

-Antonia, todos conocemos tu biografía, y que no te dedicabas a escribir, como profesión, pero empecemos por el principio. ¿Cuándo escribiste “La décima clave” todavía trabajabas por cuenta ajena?

«La Décima Clave»:

AC: No, ya era “Freelance”, trabajadora independiente. La Décima clave la escribí en 2008. Para ser más exactos, fue publicada ese año, pero la escribí durante los tres años anteriores. Comencé en 2004 la investigación sobre la base en la que se asienta la trama y terminé de recopilar documentación en 2006. Durante el 2007 desarrollé la historia. En aquellos años ya no trabajaba por cuenta ajena. Esta fue mi segunda obra publicada, la primera fue Epitafio de un asesino.

-Cómo me gustó esta novela.
»En muchas ocasiones he comentado con Andrés, tu marido, que es mejor que Epitafio y él cree lo contrario. De hecho, ahora que ha salido en bolsillo, la voy a comprar para volver a leerla.

«Epitafio de un asesino»:

AC: Siendo ambas de suspense cada una se enclava en un subgénero distinto. La décima clave es suspense histórico y Epitafio de un asesino es un Thriller.  

-Y aquí cambió tu vida. ¿Ya tenías guardada en un cajón «En un rincón del alma»?

AC: Así es. En un rincón del  alma fue la primera obra que escribí.

-Y como no consigues que crean en ti, en tu cambio de género, la auto publicas y empieza un fenómeno que va ya para cinco años.

El paraguas rojo:

AC: Se me dijo que mis lectores eran de suspense. Efectivamente tenían razón, pero solo en parte. Tenía ya muchos lectores de suspense, de hecho ambas obras se vendieron muy bien y recibieron críticas muy buenas, pero eso no era óbice para no escribir otros géneros. No lo entendieron y, sencillamente, la desecharon.

-El fenómeno del paraguas rojo fue algo impresionante. Empezaste a recibir fotos de todo el mundo con tus lectores y sus paraguas rojos.
»Recuerdo que fui al Parque del Retiro a hacerme la mía y te la mandé, y otra que te hizo mi marido en El Club de Campo. Tus dedicatorias eran tan bonitas que merecerían un libro.

»¿Conservas el álbum?

AC: SÍ. Conservo el álbum. Para mí tiene mucho significado, sobre todo por el cariño que les profeso a mis lectoras. Aún sigue en mi perfil de Facebook. El paraguas rojo de En un rincón del alma, el paraguas de Jimena, se convirtió en el talismán y el emblema de las mujeres de agua, de mis lectoras. Aún sigue siéndolo.

-Hace poco has publicado que si hubieses tenido «padrino» las cosas habrían sido muy distintas, pero firmaste con Ediciones B.

»El contrato:

AC: No exactamente. Publiqué un artículo en relación con los medios de comunicación, con la promoción que reciben los famosos que escriben en ellos. Es evidente que salir en un medio de comunicación, como son algunos programas de televisión, da un impulso hercúleo a tu obra. En la actualidad, ser un personaje público te abre muchas puertas, sin entrar a valorar si el trabajo es bueno o no. Si mi obra y yo hubiésemos tenido esa oportunidad, es evidente que todo habría sido mucho mejor. Firmé con Ediciones B porque mi obra ya estaba situada  en el número 1 en ventas en Amazon. Aún sigue entre los 20 más vendidos, después de 5 años. No me hizo falta padrino. Todo lo conseguí con el único baluarte de mi trabajo y el apoyo de mis lectores y los blogueros. Tampoco busqué un padrino, jamás. Ni se me pasó por la cabeza nunca. En el artículo al que te refieres, intento reivindicar la falta de medios que tenemos los escritores de a pie, los que no somos personajes mediáticos, para que nuestras obras tengan publicidad.

-Tus lectores se hacían fotos y compraban el libro, pero tú seguías escribiendo y nos sorprendiste con otra novela: «As de corazones»

AC: Así es. As de corazones es una obra muy especial. Una historia en la que cada uno de sus protagonistas nos cuenta lo que sucede desde su punto de vista. Está escrita de tal forma que se puede leer la historia de cada personaje de forma independiente, porque los capítulos están titulados con los nombres de cada personaje. La portada de la obra no es la adecuada, ese ha sido siempre mi hándicap. Los lectores piensan que es una novela rosa, pero no tiene nada de rosa. Es contemporánea y dura en muchos de sus capítulos. Realista y crítica con la sociedad desde su base. Pasa desde la familia a lo más alto de la pirámide social. Todo ello en un lenguaje claro y rápido. Su final sobrecoge y todos los lectores, al terminarla, se hacen la misma pregunta: ¿qué haría yo en esa situación?.

-A estas alturas, ya habíamos descubierto que tienes el don de «movilizar» e inundamos los muros de facebook de fotografías de amapolas.
»Recuerdo perfectamente como, con las dos manos ocupadas porque venía de Gigante de hacer la compra, en Moralzarzal, solté todo para fotografiar con el móvil un macizo de amapolas y mandártelo por wasap.
»Siempre te he dicho que es, de todos tus libros, el que menos me ha gustado, sin quitarle mérito. Es cuestión de gustos.
»Además, ¿recuerdas que adiviné demasiado pronto el desenlace?

AC: En realidad el desenlace de As de corazones tiene la importancia justa en la trama. Siendo sincera tengo que reconocer que dejé pistas para que eso sucediera, para que los lectores pensaran en esa posibilidad, suelo hacerlo. Es evidente que unos lo ven antes y otros después, pero eso es el encanto que posee la intriga de toda historia. Tú lo percibiste enseguida ;)

Nuestro café se ha terminado hace rato, pero nos apetece seguir charlando. Vamos a cambiar de sitio. Cogemos el coche y nos acercamos a Moralzarzal.
Hacemos una visita a la Biblioteca Municipal, en la Casa Grande. Antonia tiene un cariño especial a la Concejalía de Cultura y a los miembros de la biblioteca.

-¿Cuéntanos por qué?

AC: En el año 2004 me presenté al concurso de cuentos Don Manuel Alonso, de Moralzarzal. Quedé finalista con los dos textos que envié al certamen. Se publicaron en una antología junto al resto de los finalistas y el relato ganador. Desde aquel momento mi relación con la biblioteca y la Concejalía de Cultura fue estrecha y entrañable. Fui jurado del certamen el siguiente año y participé en varias ferias del libro y presenté dos de mis novelas. Es un ayuntamiento que apuesta mucho por la cultura y por sus vecinos.  

-¿Qué te produce ver tus libros en una Biblioteca?

AC: Es una sensación muy gratificante. Para mí las bibliotecas son uno de los ejes de la cultura popular. Gracias a ellas tuve acceso a los libros. Durante mi infancia y adolescencia mis posibles eran escasos, no me daban para comprar libros. El bibliobús, aquella maravillosa biblioteca ambulante, fue, para mí, un regalo de Dios.

Seguimos nuestro paseo hacia la plaza de toros, para tomar un refresco en alguna terraza de la zona.
Ha llegado el momento de hablar de algo que a mí me parece precioso.

-Si te digo «Mujeres de agua»

AC: Pienso en todas las mujeres: madres, hijas, esposas, amigas que se dejan el alma y el corazón día a día para salir adelante, para dar lo mejor a los suyos. Pienso en su fuerza, en su valentía, en su tesón. Pienso en  mis lectoras. En nosotras, las mujeres anónimas que día a día movemos el mundo, olvidándonos de nosotras mismas.

-Yo atravesé por un momento difícil y me escribiste estas palabras: «Que no me falten nunca tus manos para caminar, tus ojos para mirarme en ellos, tu risa para seguir riendo. Que jamás me falte tu presencia para saberme en ella: porque tú eres mi milagro, porque has hecho que yo me sienta el tuyo. Porque ambas somos mujeres de agua, amigas, compañeras; madre e hija ¿Qué más se puede pedir? Que no me faltes nunca, que jamás dejes de estar ahí, porque sin ti no soy nadie»

AC: Lo recuerdo. Fue el pie de foto que puse en una instantánea en la que aparecías con tu hija, bajo un paraguas rojo. Está en el álbum en mi Facebook.

-Y, entre, enfermedades, alegrías y penas, escribes «Mujeres de agua»

AC: Así es la vida, a veces implacable. Parte de aquellos sentimientos estuvieron presentes durante la escritura. Junto a la música que suelo escuchar mientras trabajo. Hubo momentos en los que me costaba teclear, centrarme, imaginar. Pero conseguí sacar adelante la historia. A fin de cuentas es de lo que se trata, de seguir, de no dejar de caminar.  

-Que preciosidad de novela. Nos la debías a tus lectores, tenías que volver a hablar del paraguas rojo.

AC: Cuando terminé En un rincón del alma, no pensé en una segunda parte, pero mis lectores, como bien apuntas, la pedían a gritos. Necesitaban saber más de muchos de sus personajes. Y…, yo no sé decirles a mis lectores que no.   

-Eres una mujer muy familiar.

AC: Sí, muchísimo. Mi familia es lo más importante para mí. Pero no me gusta hablar de ello, soy muy celosa de mi intimidad. Mi familia es un punto y aparte de mi trabajo. Mis hijas y mi marido me apoyan, siempre lo han hecho y son mi pilar. Son lo más trascendental para mí. Están por encima de todo y de todos.

-Y llegamos a tu última novela publicada «Y si fuera cierto»

AC: Y si fuera cierto, es una novela llena de magia que me ha costado mucho escribir. Quería que el mensaje llegase muy claro al lector, que le hiciera sentir y le llenase de esperanza y deseos de luchar. A juzgar por los comentarios y las críticas es lo que está sucediendo. Ya he recibido muchísimos correos dándome las gracias por haber escrito esta historia. Me siento una privilegiada por ello. Es maravilloso saber lo que tus lectores piensan tras la lectura y comprobar que tus obras les hacen sentir tantas y tantas emociones.

-Es una maravilla, ya lo dije en mi blog. ¿Cómo se te ocurrió este tema tan diferente, mezclando la realidad con la imaginación?

AC: Pues no sé decirte. Surgió, sin más. Quería una historia con realidad mágica y al tiempo que ésta enlazase con lo terrenal. Fabiola apareció en aquel bar y las hojas de arce elevándose en el aire, de ahí partieron todo los demás acontecimientos.

-Yo creo que tu novela “Mujeres de agua” fue la primera de la que yo me atreví a hacer una reseña. Y tú me regalaste incluir una de mis frases en la contraportada del libro, «Una novela maravillosa, capaz de hacernos llorar, sonreír y enternecernos a partes iguales» y elevaste «Cosas mías» a la categoría de blog literario.

AC: Bueno, “Cosas mías” ya era un blog literario antes de que una frase de tu reseña apareciese en la contraportada de Mujeres de agua. Al menos así lo creo yo.

-Cuéntame tus hábitos para escribir. Tu día a día.

AC: Es difícil porque soy muy anárquica. No soy una escritora al uso, o como solemos entender esta profesión. No tengo hábitos. Dispongo de poco tiempo y tengo que adaptarme al día a día.  O sea que voy al “tran, tran”, intentando no perder el paso ;)

-¿Y la música?

AC: La música me acompaña desde siempre, como la literatura. Para escribir necesito escuchar música. 

-Tus paseos con tu perro:

AC: Me gusta pasear. Es una de las actividades que más me relajan. Aquí el entorno es un privilegio. Hay mucho campo y puedes salir con las mascotas a caminar o correr. Suelo hacerlo siempre que puedo, incluso lloviendo a mares.

-Tu blog:

AC: En mi blog cuelgo todas las noticias sobre mi profesión. Reseñas de mis novelas, entrevistas, eventos y algún que otro texto corto que escribo de vez en vez.

Antonia, si seguimos hablando, tendríamos que llamar a nuestros chicos y buscar un sitio para comer.

AC: Pues no estaría nada mal ;)

No puedo irme sin enseñarle las últimas fotos de mis nietas, más actuales que las últimas que la he enviado por wasap, y da pie a una última pregunta.

-¿Proyectos?

AC: Estoy inmersa en el comienzo de una trilogía. Es muy especial. No puedo contarte nada más. Ya sabes, pertenece al secreto de sumario, pero te aseguro que va a ser muy especial y que viene con sorpresa jajaja

¿Siempre me deja intrigada!
Nos despedimos. Estamos seguras de volver a vernos pronto, pero no disponemos de tanto tiempo como nos gustaría.
Dos besos y una frase que ha hecho famosa entre sus amigos «Se te quiere, reina» ponen punto y final a esta maravillosa mañana.

domingo, 16 de abril de 2017

Reflexiones de esta semana: No me ha gustado…


Es ésta, una semana diferente. Semana Santa para unos, vacaciones para otros y lleno total para los hosteleros, sobre todo este año que ha hecho un sol espléndido en todo el país.
Yo he tenido tiempo de descansar, de reorganizar, ir al cine, pasear y retomar conversaciones con amigas que no veía desde el verano, jugando con ellas alguna partidita de canasta.
Y también de reflexionar sobre varias cosas que no me han gustado.

La primera de ellas las dos avalanchas ocurridas en sendas procesiones de Semana Santa, en Málaga y Sevilla, protagonizadas por indeseables que se entretienen haciendo el mal.

No me ha gustado que se critique a militantes de Podemos o del Partido Socialista porque hayan participado, a título personal, en diferentes procesiones o actos vinculados con la Semana Santa, y que luego defiendan que la Iglesia y el Estado no se deben mezclar. Hay que separar su trabajo de su vida privada, y la religión no debería de estar vinculada a ningún partido político.

No me ha gustado que se icen las banderas a media asta en todos los acuartelamientos, por orden ministerial, por la muerte de Cristo.
Por mucho que nos digan que el setenta por ciento de la población española es católica, no lo sé, tendré que buscarlo, lo que está claro es que nuestra Constitución, y esa sí que es de todos, dice que España, como Estado, es un país aconfesional. Mezclar política y religión, otra vez, es dejar fuera a todos aquellos que piensan diferente, incluso dentro del Ejército (AUME), que ha denunciado la medida por ilegal, por mucho que lo quieran envolver en tradición.

No me ha gustado que se ice también en el Ministerio de Defensa, que ahí no hay tradición que valga, y es un órgano político y administrativo, no militar.

No me ha gustado que, porque haya personas que escriban que están en contra de que algunas ciudades se paralicen por las procesiones y los actos religiosos de estos días, se hable de una cruzada contra la religión.
Cada uno es libre de dar su opinión y eso no implica que no respete a los demás. Tal vez ese sea el verdadero problema, la falta de respeto de unos a otros. (A mí no me molestan las procesiones, pero respeto a quienes las critican).

No me ha gustado la entrevista que la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, ha hecho para la revista.”S Moda”, hablando de “micromachismmo”, “hacerse la rubia” y algunas lindezas más, muy alejadas de la realidad que muchas mujeres viven cada día (http://smoda.elpais.com/celebrities/vips/cristina-cifuentes-presidenta-comunidad-madrid/)

No me ha gustado que, como cada año, las televisiones decidan que todo el mundo está de vacaciones y se emitan programas repetidos o películas de serie B.

Y termino con algo menos profundo, no me gusta que las torrijas engorden, con lo riquísimas que están.

martes, 4 de abril de 2017

Presentación de «Carolus»

Por falta de tiempo, tenía sin publicar esta pequeña crónica.

El pasado día 24 de Febrero se presentó en la Librería Lé de Madrid,  el libro “Carolus” de Carolina Molina.

El espacio se quedó pequeño para todos los que acudimos a escuchar a esta periodista y escritora con una oratoria fuera de lo común.

Ella sola, sin acompañantes, fue desgranando su novela en tres bloques, Carlos III, la vida en el siglo XVIII y el Madrid de esa época.

Su novela, con personajes históricos y ficticios, está protagonizada por el propio Rey, dos granadinos, Lorenzo de Elvira y Gil López y dos burgalesas, Dorita y la marquesa de Valdivielso.

Nos cuenta del rey que cree que era una persona obsesiva-compulsiva y que padecía un síndrome de Asperger. Le encantaba la naturaleza, la caza y el chocolate. Le considera un rey cercano, trabajador, de costumbres rutinarias, pero sin olvidarnos de que es un monarca absolutista.
Feo, casado con María Amalia de Sajonia, que no se caracterizaba por su belleza y a la que los años y los múltiples partos afearon más, se profesaron un amor y un respeto que no era normal en la época en la que los matrimonios reales eran sólo cuestión de Estado.

Aunque sigue un rigor histórico, deja claro que su finalidad no es enseñar historia, si no crear curiosidad en el lector. Es novelista, no historiadora.

Nos comenta la indumentaria de la época, la trasformación de Madrid durante el reinado de Carlos III, a pesar de que vivía poco más de un mes en nuestra ciudad y no nos desvela nada de la trama, sólo que está escrita con humor, y que nada es lo que parece.

En el turno de preguntas nos explica que tiene poco tiempo para escribir. Que, una vez que hace el esquema del libro, imagina escenas mientras desarrolla su vida cotidiana y, por la noche, en poco más de una hora, se sienta a plasmarlo con palabras.
Aprovecha el verano para iniciarse en sus proyectos porque en la playa tiene tiempo de dedicarle más de una hora diaria.
Perfila los personajes principales pero los secundarios se van colando, casi sin que ella los busque y toman vida propia.
Dos de sus protagonistas vienen de Granada, como guiño a esta ciudad a la que tanto quiere y sobre la que tanto ha escrito.
Las damas son de Burgos, en otro guiño a su familia política de tierras palentinas lindando con Burgos.

Acaba con una pregunta curiosa «¿Qué ciudad le inspira más, Granada o Madrid?» Y aún más curiosa su respuesta: «Madrid es como el marido al que quieres mucho y Granada como el amante que te apasiona».

Con las dedicatorias y las fotos, se acabó esta presentación de la que disfruté mucho, porque salí de allí sabiendo un poco más sobre este personaje de nuestra historia y admirando a esta autora, desconocida para mí hasta hace pocos días.
Volveré a verla y escucharla en unos días, en las Segundas Jornadas Madrileñas de Novela Histórica, que ella dirige.
No quiero acabar esta crónica, sin darle las gracias a Víctor Fernández Correas, que fue el que me invitó a acudir y el que me presentó a Carolina.