viernes, 26 de enero de 2018

Visitar los museos florentinos.



Hace varios meses que visité Florencia, que me entusiasmó y dará lugar a más de una entrada en este apartado de viajes, pero lo que os quería contar hoy es todo lo relacionado con las entradas a los grandes monumentos de la ciudad, que ningún turista nos queremos perder.
Viajábamos cuatro personas, una de ellas con una minusvalía del 33%.
Como planificamos con mucha antelación y me pareció entender en las páginas de compra de entradas que las personas con esta minusvalía tenían acceso gratuito e inmediato, sin esperas, escribí para confirmarlo y me contestaron amablemente y bastante rápido, que efectivamente era así, y que se extendía también a un acompañante. Por tanto, solo había que comprar dos entradas.
Habíamos decidido llevar reservadas la de La Galería de los Uficci y las de la Galería de La Academia. Nos dirigimos a la página oficial www.florence-museum.com/es/reservar-entradas.php
Pagamos 16,75 por cada entrada más 4,75 de comisión es decir 86 euros. Lo que nadie explica, ni en estas páginas ni en ningún lugar que yo encontrase, es que el precio real de las entradas es de 8 euros y que este pago te da derecho a entrar sin hacer fila, sin esperar o con una espera mínima, pero pagas casi el triple por cada entrada, insisto, en la página oficial. (Esto es extensible al resto de monumentos)
Probablemente, lo volveríamos a hacer, porque estábamos en el mes de junio, hacía muchísimo calor y nuestro tiempo para visitar todo lo que queríamos era limitado, pero sería un detalle que te informasen.

El segundo punto que quería tratar es el del Duomo y la famosa cúpula de Brunelleschi. Esta maravilla no se puede ver accediendo a la planta de la catedral, si no comprando una entrada de acceso a la cúpula. El problema es que se llega a ella a través de 463 escalones. No hay otra manera.
Me dirigí a la oficina situada en la misma plaza del Duomo, para explicar que si se tiene una minusvalía no se pueden subir 463 escalones y, puesto que la entrada para él es gratuita, le dejasen acceder a través de la nave central de la iglesia para verla desde abajo.
Imposible. Si eres minusválido te quedas sin ver la magnífica cúpula porque, aunque durante el culto no prohíben el tránsito, es prácticamente imposible contemplarla, ya que hay personal del templo pidiendo que no se camine durante la celebración de la misa. 
En fin, que ahora que se está empezando a cuidar la accesibilidad, esto que se solucionaría fácilmente, no se lleve a cabo. Entiendo que no sea factible poner un ascensor, pero permitir que se contemple desde abajo, no es tan complicado.
Continuará...





jueves, 25 de enero de 2018

Treinta y tres

Treinta y tres es un número muy bonito. Cuando las edades que se van cumpliendo tienen números que me gustan, escribo (otras veces también aunque no me guste el número).
Hace treinta y tres años que nació mi hijo Carlos. Ya conocía lo que era la maternidad pero da igual porque es una experiencia diferente con cada hijo, que llena tu mundo de felicidad por varios motivos, el primero de ellos, comprobar que esa cosita que has llevado nueve meses contigo y a la que ya quieres sin haberla visto, está sana.
La experiencia que has adquirido con el primero, te sirve para no asustarte con cada hipo, con cada flema, con cada tos, y disfrutar más de una infancia que acaba rápido.
Se me ha pasado volando el tiempo, ese en el que hemos compartido muchas cosas, buenas y no tan buenas.
El viernes pasado nos hicimos una foto los tres, su hermana, él y yo y recordé este poema:
«No sé si te lo he dicho:
mi madre es pequeña
y tiene que ponerse de puntillas
para besarme.
Hace años yo me empinaba, supongo,
para robarle un beso.
Nos hemos pasado la vida
estirándonos y agachándonos
para buscar la medida exacta
donde poder querernos».


Lo importante es encontrar esa medida exacta, nosotros la llevamos encontrando más de doce mil días y ahora, se nos mete por medio una pequeña llamada Manuela, su hija, mi nieta, muy mimosa y muy cariñosa, que nos he hecho modificar nuevamente las medidas.
¿Qué más puedo decir? 

¡FELICIDADES!

domingo, 21 de enero de 2018

Sesenta y cinco


El viernes vivimos una noche especial. Mis hijos y yo llevábamos días preparando una cena sorpresa para celebrar el 65 cumpleaños de mi marido.
Cuando iba a cumplir 60, ya pensé en hacerlo pero circunstancias ajenas a mí lo hicieron imposible y me tuve que conformar con una comida íntima en casa.
En esta ocasión no había impedimentos y lo preparamos con ilusión desde hace dos meses. Hicimos un álbum digital con la historia de su vida, un cuaderno de firmas para los asistentes, buscamos el lugar, se hicieron invitaciones que enviamos por wasap y comenzó la cuenta atrás.
Íbamos a estar los íntimos, la familia más allegada, los amigos de siempre, el inseparable compañero de golf…Pero la gripe, a la que no habíamos invitado, hizo acto de presencia impidiendo que Manuela y Mónica pudieran estar con nosotros.
La llegada, con todos pegados a la pared para no ser vistos, la cara de sorpresa, el cumpleaños feliz cantado a pleno pulmón, no se puede describir con palabras.
Hubo emoción, sonrisas, mucha comida, una tarta especial, unos regalos fuera de lo común, agradable conversación, vídeos, fotos…se nos hizo corto. Cuando nos quisimos dar cuenta el restaurante empezaba a recoger invitándonos a marcharnos. Un ratito de tertulia ya en la calle, besos y despedidas.
Siempre quedará en mi recuerdo el resultado de un trabajo bien hecho que llenó de felicidad al que a mí me gusta llamar «mi compañero de vida»

A todos los que lo hicisteis posible, muchas gracias.

lunes, 15 de enero de 2018

Las casualidades …¿existen?


Casualidad es sinónimo de azar. Llamamos así a un hecho extraordinario, en el que la fortuna lanza los dados y estos sacan el mismo valor exacto. Casualidad sería, por ejemplo, encontrarte a un amigo de la infancia en la Abadía de Westminster. Pero, ¿es casualidad cuando una obra literaria se parece sospechosamente a otra? ¿O cuando una serie de televisión parece estar bebiendo de una novela que no aparece citada por ninguna parte?
La primera vez que, como lectora/espectadora, me pareció estar ante algo que ya conocía, fue con el personaje de Alonso de Entrerríos, de «El Ministerio del Tiempo».
Había leído «El medallón de la magia» de MayteEsteban, y su protagonista masculino, Alonso de Esteban, que vivía en el presente como fantasma del Siglo de Oro, acompañando a Amanda en la aventura de buscar un medallón perdido desde el siglo XVII, se parecía sospechosamente a lo que estaba viendo en la televisión. Quizá si no se diera la coincidencia de nombre, no llamaría tanto la atención.
La novela fue presentada a un concurso en el año 2010 y se publicó en Amazon en marzo de 2012, mientras que la serie se estrenó a principios de 2015, por poner fecha a ambas creaciones.
Por lo demás, entre la serie y la novela las coincidencias terminan ahí, aunque sí es cierto que el personaje es asombroso lo que se parece. Me hizo pensar en casualidad. Una enorme casualidad.
Otra casualidad más reciente, es la serie «Tiempos de guerra», que se emite en la actualidad, y que cuenta los amores complicados de una dama enfermera y el jefe médico, en la ciudad de Melilla, durante la guerra del Rif.
En la novela «La reina del Azúcar», de DoloresGarcía Ruíz, publicada en 2015, la trama principal es la de los difíciles amores entre una enfermera voluntaria, Inés Belmonte y un médico militar, Eduardo Vidal, también en Melilla, durante la misma guerra.
Cuando Dolores García Ruíz presentó su novela, una productora de televisión que trabaja para Antena3, se reunió con ella y con su editora para hablar de una posible serie basada en su obra. Eso quedó en nada, pero ahora están emitiendo algo que nos recuerda a los protagonistas de su libro y el ambiente en el que se mueven durante la guerra.
Ya sé que, cuando se escribe sobre Historia, los hechos que se narran son comunes a muchas novelas, pero viendo situaciones y personajes tan parecidos, me hace pensar si sería posible que se basen en novelas para escribir los guiones sin citar las fuentes.
Por eso, pregunté a varios autores sobre el tema y todos han coincidido en contarme que han encontrado muchas similitudes con sus obras o las de sus colegas, en series de televisión… casualidades.
Como dice Mercedes Gallego, con lo que cuesta crear unos personajes, al autor le duele mucho ver algo tan similar, firmado por otra persona.
Lo que es un hecho es que, bastante dura es la lucha diaria de los autores para ver sus obras publicadas, compradas y leídas, como para meterse en más líos, aun teniendo la sospecha de si las casualidades existen.

Artículo publicado en la revista Pasar Página (SEPIAS) nº 1










jueves, 11 de enero de 2018

Tengo en mí todos los sueños del mundo: Mi opinión.

Esta ha sido mi primera lectura de 2018.

Empiezo por el final, me ha gustado muchísimo. 

La tenía pendiente desde que se publicó y estaba segura de que no me defraudaría, aunque el listón dejado con «Cartas a palacio» había quedado muy alto.
Si con el primer libro mencionado, descubrí sucesos de la historia de Madrid que ignoraba, con este me ha vuelto a suceder pero, en esta ocasión, con historia mundial.
El hundimiento del Príncipe de Asturias era para mí un gran desconocido hasta que Jorge publicó su libro coincidiendo, por pura casualidad, con el centenario del desastre. A partir de ahí, comencé a indagar  buscando lo que ocurrió aquella madrugada del 5 de marzo de 1916 frente a las costas brasileñas.

17 de febrero de 1916: en plena Gran Guerra, el Príncipe de Asturias, el barco más moderno y lujoso de la próspera naviera Pinillos, zarpa de Barcelona rumbo a Buenos Aires.

Una historia inspirada en un hecho real.

El libro comienza en los días anteriores a zarpar el barco del puerto de Barcelona. Nos va narrando las vidas de los pasajeros que subirán al trasatlántico más lujoso y seguro que se conocía en España. No existe un claro protagonista, si no muchos personajes cuyas historias se van cruzando durante la narración.
Aunque las tramas son ficticias, todas parten de hechos históricos. Conoceremos a Grabriella, casada con un desconocido en un matrimonio pactado por su familia, a Giulio, soldado italiano que lucha en la Gran Guerra, a Gaspar Medina, periodista español amenazado de muerte por los artículos que escribe, a Paula Amaral, camarera del barco que sueña con ser diseñadora de moda, a Eduardo Sagarmín, enviado de Alfonso XIII a Buenos Aires para entregar unas estatuas en nombre del rey, a Sara, joven judía ucraniana que accede a casarse con Max Scholomo , aun sabiendo que le espera un incierto futuro en Argentina, a Raquel, artista de variedades que quiere triunfar al otro lado del Atlántico…
A través de estos personajes, nos cuenta también las situaciones que se viven en los distintos lugares que va narrando: la trata de blancas, los matrimonios concertados, las deserciones en el frente de guerra, la inmigración, el amor, el desamor, los celos, la hipocresía de la alta sociedad madrileña, la cosmopolita Buenos Aires, con sus mafias y sus miserias. Me ha gustado recorrer el Madrid de principios del siglo XX y pasear por lugares y locales que siguen existiendo.
El autor nos engancha a la lectura desde la primera página y consigue que no nos perdamos en ningún momento. El final, diez años después de la tragedia, es un broche de oro a este magnífico libro, que tiene acertado hasta el título que ha tomado de un poema de Pessoa.

Es, en resumen, una preciosa novela histórica que merece la pena leer, con un fondo que está tristemente de actualidad: un grupo de personas cargadas de sueños que se ven obligadas a emigrar a otros países buscando un mundo mejor.

lunes, 1 de enero de 2018

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