El viernes vivimos una noche especial. Mis hijos y yo llevábamos
días preparando una cena sorpresa para celebrar el 65 cumpleaños de mi marido.
Cuando iba a cumplir 60, ya pensé en hacerlo pero
circunstancias ajenas a mí lo hicieron imposible y me tuve que conformar con
una comida íntima en casa.
En esta ocasión no había impedimentos y lo preparamos con
ilusión desde hace dos meses. Hicimos un álbum digital con la historia de su
vida, un cuaderno de firmas para los asistentes, buscamos el lugar, se hicieron
invitaciones que enviamos por wasap y comenzó la cuenta atrás.
Íbamos a estar los íntimos, la familia más allegada, los
amigos de siempre, el inseparable compañero de golf…Pero la gripe, a la que no
habíamos invitado, hizo acto de presencia impidiendo que Manuela y Mónica
pudieran estar con nosotros.
La llegada, con todos pegados a la pared para no ser vistos,
la cara de sorpresa, el cumpleaños feliz cantado a pleno pulmón, no se puede
describir con palabras.
Hubo emoción, sonrisas, mucha comida, una tarta especial,
unos regalos fuera de lo común, agradable conversación, vídeos, fotos…se nos
hizo corto. Cuando nos quisimos dar cuenta el restaurante empezaba a recoger
invitándonos a marcharnos. Un ratito de tertulia ya en la calle, besos y despedidas.
Siempre quedará en mi recuerdo el resultado de un trabajo
bien hecho que llenó de felicidad al que a mí me gusta llamar «mi compañero de
vida»
A todos los que lo hicisteis posible, muchas gracias.
Esas fiestas son inolvidables yo la disfruté a los 50 y es un recuerdo maravilloso.
ResponderEliminarEs verdad. Yo se la he organizado a mis hijos por los 30 y a mi madre se la hicimos por los 80. Ahora le ha tocado a mi marido por los 65. Siempre íntimo, pero bonito para recordar.
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