Treinta y tres es un número muy bonito.
Cuando las edades que se van cumpliendo tienen números que me gustan, escribo
(otras veces también aunque no me guste el número).

La experiencia que has
adquirido con el primero, te sirve para no asustarte con cada hipo, con cada
flema, con cada tos, y disfrutar más de una infancia que acaba rápido.
Se me ha pasado volando el
tiempo, ese en el que hemos compartido muchas cosas, buenas y no tan buenas.
El viernes pasado nos
hicimos una foto los tres, su hermana, él y yo y recordé este poema:
«No sé si te lo he dicho:
mi madre es pequeña
y tiene que ponerse de puntillas
para besarme.
Hace años yo me empinaba, supongo,
para robarle un beso.
Nos hemos pasado la vida
estirándonos y agachándonos
para buscar la medida exacta
donde poder querernos».

¿Qué más puedo decir?
¡FELICIDADES!
No hay comentarios:
Publicar un comentario