Otro año más, tenemos
una Semana Santa “pasada por agua” en la mayoría de España.
De todos es conocido
que la celebración de la Semana Santa son unas fechas variables ya que el
Viernes Santo es el primer viernes después de la primera luna llena que se produce
tras el equinoccio de primavera.
Aunque parezca
complicado y, sin hacer muchos cálculos, puede ser una de las dos últimas
semanas de marzo o una de las tres primeras de abril.
Vamos que abarca un
amplio periodo y ya es mala suerte, que siempre llueva.
Incluso cuando hemos
tenido un mes de marzo con temperaturas altísimas, se ha estropeado cuando han
llegado las fechas señaladas.
Dicen los meteorólogos
que es propio de la estación primaveral, y que hay menos probabilidad de lluvia
si es en marzo que si es en abril.
Hay creencias populares
que cuentan que la semana posterior a una la luna llena atrae más lluvias,
precisamente la Semana Santa es una de estas semanas, pero no hay argumentación
científica que lo avale.
Pero lo que es una
realidad para todos nosotros es que, por motivos religiosos o laicos, todos
esperamos con ilusión la llegada de estos días.
Las audiencias de las
predicciones meteorológicas en los informativos, se disparan.
La presión es
importante, tanto por parte de la gente,
cómo de los hosteleros de las zonas más visitadas que no quieren ni oír
hablar de nubes.
Y no digamos nada de
las procesiones.
Un año entero
preparando la salida de sus iglesias, costaleros, nazarenos, tallas de valor
incalculable, fieles, devotos, todos mirando al cielo y llorando cuando se
confirma lo que todos temían.
Yo este año, he notado
menos gente en todos los sitios.
Este mal tiempo se ha aliado
con la crisis y ha terminado de rematar una semana aciaga.
Y me da pena.
Pena por los que ponen
toda su ilusión y su devoción en acompañar a sus sagradas imágenes por las
calles de sus ciudades.
Pena por tantos
escolares que no han podido salir de casa en sus merecidas vacaciones.
Pena por el turismo que
otro año, igual no vuelve.
Pena por los que
pretendían salvar el trimestre con las ventas de estos días.
Y pena, porque a mí la
lluvia siempre me da pena.