miércoles, 30 de diciembre de 2020

Mis lecturas de 2020

 


Os cuento mis lecturas de este año. No están todas, solo las que me han gustado, porque las que no me han gustado o he abandonado, no merece la pena mencionarlas.

Comencé el año con La cara oculta del corazón de Dolores Redondo que, siendo buena, me pareció demasiado larga. Antonia, de Nieves Concostrina, fue un descubrimiento que me transportó a mi infancia, a mi barrio y a las historias que contaban mi madre y mi abuela.

Dividiendo mis lecturas por grupos, las históricas, como siempre, me han enseñado sucesos que desconocía: Las chicas desaparecidas de París de Pam Jenof, las mujeres que tanto hicieron en la guerra y fueron olvidadas. Los ojos de Galdós de Carolina Molina, una personalísima forma de contarnos parte de la vida de Galdós. Recuérdame de Mario Escobar, que nunca decepciona. Nunca fuimos héroes de Fernando Benzo, terrorismo, policía, juego sucio… me impactó. El recuerdo del olvido de Karen Peralta, preciosa. Pueblo sin rey de Olalla García, la historia de los comuneros de Castilla, contada de una forma sencilla. Las ventanas del cielo de Gonzalo Giner, tiene todo lo que se le puede pedir a una novela histórica. Cuando venga el rey de Luis Carlos Castañeda, magnífica.

En el grupo de novela negra y policiaca, solo leo lo que me recomiendan mis amigas más expertas en este tipo de novela, por lo que el acierto está asegurado. Comencé con Progenie, que me pareció muy original y con la que su autora, Susana Martín Gijón, ha dado un salto de gigante en su forma de escribir. Infamia, decepcionante porque le falta toda una segunda parte, aunque esta primera es muy buena. Asesinos de series de Roberto Sánchez, autor con el que he repetido con Quienes manejan los hilos, novela policiaca con mucha historia de España, las dos me han gustado aunque la segunda es más de mi gusto.  Sexta planta de Manuel Navarro, La noche de plata de Elia Barceló, buena, aunque no es lo mejor que ha escrito. El inocente de Mario Escobar, es un buenísimo narrador, escriba lo que escriba. La nena de Carmen Mola, para leerla, me tuvieron que convencer, porque me había prometido a mí misma no volver a leer a Carmen Mola, pero reconozco que es muy buena. El chico de las bobinas de Pere Cervantes que, aunque incluyo en este apartado, tiene mucho de novela histórica y costumbrista, es muy buena. Lecturas muy diferentes con las que he disfrutado mucho

Luego están esas novelas difíciles de catalogar, al menos para mí, en las que incluyo Huérfanos de sombra de María Suré, que me gustó mucho. Aquella vez en Berlín de María José Moreno, que ha sufrido duramente los efectos del confinamiento, cuando acababa de llegar a los lectores y se está perdiendo tristemente en el olvido una magnífica novela. Tormenta de verano de Toni Gasa, diferente a lo que suelo leer, una buena primera novela. El heredero de Rafael Tarradas, A corazón abierto de Elvira Lindo, que me resultó pesada a pesar de las altas expectativas con las que comencé a leerla. Mil besos prohibidos de Sonsoles Ónega. Cuando la llamaste Claudia de Pilar Muñoz, novela inolvidable. Seguiré tus pasos, segunda parte de Todo el bien y todo el mal, de Care Santos, que me ha gustado muchísimo. Años de mentiras de Mayte Esteban, con unos magníficos diálogos. Mil noches con Marga de Pedro Ramos, me gustan las novelas que hablan de los secretos familiares. El jardín de los espejos, de Pilar Ruiz, historias cruzadas y leyendas de Cantabria. Guardando las apariencias de Carmela Trujillo, una novelita corta que me ha encantado y una autora con una versatilidad increíble.

He leído dos novelas que se adentran en la fantasía, lo paranormal, y las dos me han entusiasmado: El secreto del orfebre de Elia Barceló, y El infiltrado. La puerta del cielo de M. S. Quebec.

Por supuesto, están mis románticas, a las que acudo después de una lectura intensa o una fallida. Así llegué a Sara Ventas, a la que siempre leo, con Es tu última palabra o Descubriendo a Broad. Este año he leído por primera vez a varias autoras, que han pasado a estar entre mis listas de muy buenas: La chica del pelo azul de Laura Sanz, La coleccionista de noches vacías de Lorraine Coco, No hago planes a tan largo plazo de Cristina Durán, con la que he repetido recientemente con su segunda novela, Un tango en Malasaña, Jodido doctor de Abril Lainez, Una auténtica Navidad de Ángela Bennet y Próxima estación de Mónica Gutiérrez, el mejor feelgood que se puede leer. Os las recomiendo todas.

Tal vez por el año tan diferente que hemos vivido, y por el bajo nivel de concentración en muchos momentos, he leído muchos relatos. Tengo que destacar Doce horas de Mayte Esteban y París puede esperar de Marisa Sicilia. Este último merecería ser una novela porque, en muy poquitas páginas, nos cuenta maravillosamente la historia de Alicia y Manuel, sus protagonistas, ese matrimonio que no puede viajar a París… me encantaría saber más de ellos.

En cuanto a Antologías, tres pequeñas obras maestras: La vieja calle dónde el eco dijo, de Víctor Fernández Correas, El papel de un cromo de Marian Peyró y Relatos del confinamiento  de Mónica Rouanet. Sobre los relatos del confinamiento tengo que decir que, cada día, esperábamos el relato que publicaba Mónica, durante la larga cuarentena, relatos de risa, de miedo, de esperanza, era una de esas ventanas que se nos abrían al mundo en nuestro encierro. (Pinchad aquí si queréis leerlos y oírlos en la voz de Carmen Ramírez de Cadena Dial).

Muchos otros autores nos regalaron relatos, vivencias, chistes, bromas, crónicas y croniquillas, que llenaron nuestras horas en casa, a todos ellos, desde aquí, les doy las gracias.

Como es lógico, tengo mis favoritas, esas que han sido mis mejores lecturas de 2020, ahí van:

Cuando la llamaste Claudia de Pilar Muñoz.

Las ventanas del cielo de Gonzalo Giner.

El infiltrado. La puerta del cielo de M.S. Quebec.

Próxima estación de Mónica Gutiérrez.

El recuerdo del olvido de Karen Peralta.

Seguiré tus pasos de Care Santos.


Gracias por leerme, dentro de un año os vuelvo a contar.

 

 

viernes, 25 de diciembre de 2020

Recuerdos de Navidad

Queridos papis:


Hace meses que no os escribo y pensaréis que lo que os conté del virus ya se ha terminado… pues no, estamos todavía lejos. Ahora vamos siempre con mascarilla, las reuniones están limitadas a seis, solo de dos familias diferentes, y tenemos toque de queda.

Pero esto ya os lo explicaré con más detalle en otra carta. Lo que os quería contar es que ayer volvimos a cenar en la calle del Ángel, después de un paréntesis de siete años.
Durante un instante, pequeño, porque no quería emocionarme, pasaron por mi cabeza las imágenes de los años vividos entre esos muros, de nuestra infancia, cuando era «mi casa», luego pasó a ser «la casa de mis padres», más tarde, «la casa de los abuelos» o simplemente «la casa de la abuela», cuando papá murió. Cuando vaciamos la casa y la alquilamos, comenzamos a llamarla la casa de la calle del Ángel, como algo impersonal y ahora, cerrando un ciclo, he pasado la Nochebuena en «casa de mi hija».

Me habría gustado que nos hubiésemos sentado a esa mesa los tres hermanos con nuestras familias,  como hemos hecho tantas veces, inaugurando un espacio renovado, que celebró su primera Navidad en el año 1924, con los abuelos Florentina y Amado y sus cinco hijos, el más pequeño, tú, papá, todavía no habías cumplido un año.

Pero no ha podido ser, la responsabilidad de cumplir unas normas sanitarias que, aunque a algunos les parezcan absurdas, salvan vidas, nos han obligado a encender el ordenador y conectarnos por skype, cuatro casas, cuatro familias, cantando villancicos. No nos oíamos bien, pero nos vimos, nos imaginamos y convertimos el momento en inolvidable.

Y un poco después de las once, porque hemos adelantado los horarios para cumplir el toque de queda, unos ruidos extraños sonaron en la puerta casi centenaria, y una enorme bolsa llenó de ilusión la cara de dos niñas que no entienden todavía de historia de la familia ni de tradiciones, pero que esperaban con emoción a Papá Noel.

Vosotros estabais con nosotros, como siempre, en nuestro recuerdo y en muchos detalles que Almu y Víctor han querido conservar para que vuestra presencia en la casa sea visible a todo aquel que vaya: la lámpara que hiciste para tu habitación, papá; el teléfono negro de los abuelos; la puerta de la calle y los balcones, restaurados…


Este año, junto al espíritu de la Navidad, brillabais más que nunca desde vuestra estrella (que hemos colocado en el árbol).

¡Feliz Navidad!