En estos días de otoño, la Gran Vía de Madrid está
viviendo unas colas, otros dicen filas, interminables, por la apertura de la
tienda Primark.
Leo en prensa y en las redes sociales la
indignación de mucha gente por estas colas.
Hay dos tipos de indignados:
Los que basan su enfado en que esta firma de ropa
irlandesa tenía uno de sus proveedores en el edificio siniestrado de
Bangladesh.
Y los que se quejan de que haya tanta gente consumista.
Sobre lo primero me parece gravísimo lo que pasó
en Bangladesh, pero llevaba mucho tiempo ocurriendo en muchos sitios y sigue
ocurriendo en la actualidad. Esta semana, sin ir más lejos, hemos sabido que
Inditex está siendo investigado en Brasil por utilizar niños en sus almacenes.
La esclavitud existe y dejar de comprar en Primark
no va a hacerla desaparecer.
El que los gobiernos apuesten por dar más ayudas
al llamado Tercer Mundo, para que sus niños y sus mujeres, sobre todo, no
tengan que estar abocados a este tipo de trabajo, eso sí puede servir, pero el
comprar en este u otro comercio, la verdad, no mucho.
Al trabajador que no llega a fin de mes y que
comprando ropa barata tiene la posibilidad de vestir a toda la familia, no se
le puede exigir que piense en qué lugar se está confeccionando esa ropa, ya que
la fabricada en España no se la puede pagar.
Y pocos de
los que visten Nike o Adidas, o compran en Zara, se habrán parado a pensar en
qué lugar se ha fabricado su ropa.
En cuanto a los indignados por el consumismo,
había muchas personas esperando a que se abriese este comercio para hacer sus
compras de otoño-invierno por un módico precio.
La ropa es barata, muy barata. Pero es falso que
sea mala. No se puede generalizar.
Por ejemplo la ropa de bebé, es un 80% más barata
que en El Corte Inglés y un 20% más barata que en cualquier comercio barato que
tenga este tipo de artículos. ¿Mala? No sé, porque el bebé crece más deprisa
que lo que pueda tardar en deteriorarse y los papás se ahorran mucho dinero.
Si podemos comprar unos vaqueros por diez euros, y
la diferencia está entre estrenar pantalones o ir con los rotos, creo que la
respuesta es sencilla.
Esto es consumismo, claro, pero no siempre
innecesario.
Volviendo a las colas, leo también que es
tristísimo que no se hayan hecho colas para cosas importantes como el paro, los
recortes en sanidad, etc.
Es que para eso no se hacen colas, si no
manifestaciones. Y ha habido muchas y con gran afluencia de manifestantes.
Lo que es un hecho es que España es un país que
hace colas.
La semana pasada fui a la presentación de un libro
a la Gran Vía, y tuve que atravesar la cola formada frente a otra librería
porque el cantante Bustamante firmaba el libro que ha escrito y ayer había una
cola enorme, con chicas que han pasado la noche a la intemperie y van a perder
dos días de clase para ver de cerca a Justin Bieber, cantante de moda.
Y se hacen colas para pedir con devoción ante la
imagen de Jesús de Medinaceli o todos los miércoles ante la Iglesia de Santa
Cruz para pedir un deseo a San Judas.
Y no digamos para las finales “históricas” de
futbol, los conciertos de los súper-famosos o las salidas al mercado de los
teléfonos de última generación.
Vamos que lo de la Gran Vía ha llamado la atención
porque es una de las calles más transitadas de Madrid y el motivo era una
tienda de ropa barata, para cualquier otra cosa, habría pasado desapercibido. Que
hasta para que hablen de una cola hay que tener “marca”.