sábado, 28 de octubre de 2017

La reina del azúcar: Mi opinión.


Es curioso como algunos libros llegan a nuestras manos. En esta ocasión, fue a través de la serie de televisión «Tiempos de guerra», en los días previos a su estreno, comentando el desconocimiento que existía de las guerras del Rif y el llamado Desastre de Annual y Monte Arruit, durante el Protectorado Español en Marruecos. Así me recomendaron esta novela, que me ha sorprendido y encantado.

Sinopsis:

Un cuaderno con las memorias de Inés Belmonte, conocida en Melilla como «la reina del azúcar», aparece en un archivo militar entre documentos confidenciales. El juez Prieto abre una investigación, mientras el comandante Fonseca, fascinado por el contenido de los recuerdos de esta mujer, se enfrenta a una misión crucial: encontrar en el archivo de la Comandancia el original del Tratado de límites, y evitar una guerra entre España y Marruecos. Al iniciar sus pesquisas ninguno de ellos imagina que estas memorias cambiarán radicalmente sus vidas.
La reina del azúcar nos lleva a la Melilla exótica y cosmopolita de principios del siglo XX, en un viaje insospechado que comienza en París. En esa ensoñación al borde del mar que es la Melilla de la época, tendrá lugar la apasionante y dramática historia de amor de Inés Belmonte con el doctor Eduardo Vidal en el marco de las guerras del Rif. Y su particular historia de superación, que la llevará a levantar un imperio industrial y a mantener silenciado el secreto que tan celosamente oculta.

Mi opinión:

Está situada en dos contextos temporales diferentes, a principios del siglo XX, y en el presente, y por dos narradores, uno de ellos, la propia Inés Belmonte, en primera persona.
Cuenta con detalle cómo era y como es Melilla, para mí, una gran desconocida, y nos documenta sobre una guerra que fue un desastre para los españoles.
La historia que narra es por sí sola, una bonita historia, muy atrayente, pero lo que más me ha impresionado, es la gran cantidad de personajes que van apareciendo a lo largo de toda la trama y la habilidad de la autora para que el lector no se pierda en ningún momento. Los va insertando, nos cuenta su vida y vuelve a lo que estaba narrando, pero esa persona ya se queda en nuestra memoria y la reconoceremos, perfectamente, cuando aparezca tiempo después.
Perfilando maravillosamente a los personajes, protagonistas y secundarios, me ha hecho disfrutar con una gran mujer, Inés Belmonte, y todo lo que logró en su difícil vida.
No se me ha hecho aburrida en ningún momento, me ha absorbido, he perdido horas de sueño por leer un poquito más y me ha dado verdadera pena llegar al final.
Tiene magníficos giros argumentales, sorprendiéndome cuando ya creía que lo sabía todo y cuadra un final que no deja ni una pregunta sin respuesta, ninguna puerta abierta.

Buenísima novela, no dejéis de leerla.


jueves, 19 de octubre de 2017

Cáncer de mama: Una historia de supervivencia.

Corría el año 1979 y le empezó a crecer un bultito que tenía en la mama izquierda desde hacía años y al que los médicos no le habían dado ninguna importancia.
Acudió al ginecólogo y sin ninguna prueba previa, era lo habitual, decidieron extirpárselo con anestesia local. Al estar despierta, escuchó perfectamente como el cirujano indicaba a su ayudante, que no estaba aislado y que había un racimo detrás, del que tiró sin ningún miramiento y cerraron.
Lo enviaron a anatomía patológica y, quince días después, cuando acudió a la consulta para que le retirasen los puntos, la enfermera, hablando en un susurro, mientras la mujer se vestía, le dijo a su acompañante que volviese a hablar con el doctor, a última hora de la tarde.
Porque en 1979, del cáncer no se hablaba y menos, con el paciente.
Las noticias eran las peores imaginables. En ese momento comenzó a moverse una maquinaria silenciosa para ponerla en manos de uno de los mejores.
Un 19 de marzo, día de San José, festivo, la operaron en un sanatorio privado, practicándole una cirugía impensable en el siglo XXI, en el mismo acto quirúrgico le hicieron una mastectomía de la mama izquierda, una histerectomía y le extirparon la cadena ganglionar.
Al durísimo postoperatorio, que superó con una entereza increíble, siguió la quimioterapia, una gran desconocida. Se ponía directamente en vena, y cuando digo directamente es que no se diluía en suero, ni se administraba mediante goteo. Era una inyección que se introducía despacito.
Los efectos, como ahora, muy malos. La única diferencia es que no perdió el pelo. De hecho, quisieron hacer un estudio del porqué pero, a esas alturas, no estaba para más pinchazos, ni para más estudios. 
Sesiones quincenales, durante seis meses. Ahí estaba el límite porque no se tenía certeza los efectos secundarios con más sesiones. Se revisaba mediante analítica los leucocitos y las plaquetas y, si no estaban demasiado bajos, el oncólogo daba el visto bueno para la siguiente.
Para poner un ejemplo de lo poco que se conocía de este tratamiento, en el hospital de Girona, en un desplazamiento de la paciente, por vacaciones, no sabían administrarlo, y tuvieron que llamar a Madrid para que les informasen del método a seguir.
Pero todo acabó y se pudo respirar…durante seis meses.
Un día se descubrió un tumor en la otra mama y acudió rápidamente al ginecólogo que la había operado. Esta vez sí hubo pruebas previas, una mamografía y una termografía, ambas privadas, porque la sanidad pública iba demasiado despacio.
Como el diagnóstico no estaba claro, se montó un operativo de película. Se extirpó el tumor, se llevó en coche particular al hospital Clínico para hacer una biopsia intraoperatoria de urgencia y, por una línea privada que el hospital había facilitado para evitar que estuviese ocupada, no existían los móviles, ni los correos electrónicos, confirmaron que era benigno y cerraron a la paciente, a la que mantenían sedada pero con anestesia local.
La protagonista de esta historia, murió treinta y cinco años después, fue una de las excepciones a las estadísticas.

¿Os dais cuenta lo importante que es prevenir, investigar, hacer donaciones económicas? Entre todos hemos conseguido dar la vuelta a las estadísticas y que ahora las excepciones sean las mujeres que no lo superan.

lunes, 16 de octubre de 2017

Un café a las seis con Pilar Muñoz


Conocí a Pilar a través de las redes sociales, por ser amiga de Mayte Esteban y de María José Moreno, a las que ya trataba desde hacía más tiempo.
La pude desvirtualizar en una presentación a la que acudió para dar una sorpresa a su amiga María José.

Me pareció cercana, como ya lo había intuido a través del ordenador. Con una voz quebrada, con fuerte acento cordobés, y una mirada dulce a través de sus gafas.

Hemos aprovechado una escapada que hace a Madrid para sentarnos tranquilamente delante de un café, en el hotel en el que se hospeda, muy cercano a mi casa, en el Madrid castizo, con la Puerta de Toledo a un lado y la Plaza Mayor al otro.

Son las seis en punto, buena hora para merendar y hacer un guiño a su último libro, «Un café a las seis».

Pilar ya me está esperando en la cafetería del hotel. 

Decidimos merendar unas tortitas con caramelo para Pilar, muy golosa, y una tostada para mí.

-Estás feliz por todo lo que te está ocurriendo con tu nuevo libro, eso se nota. ¿Por qué crees que ha tenido esa acogida tan buena?

-¿Porque es una historia preciosa?, ja, ja, ja. No, hablando en serio. Fíjate que en la mayoría de las novelas lo que más llega es la historia principal, pero en este caso, creo que lo que más impacto está teniendo es lo que envuelve a la historia, lo que hay detrás de ella en forma de profundas reflexiones y de recuerdos; sobre todo en lectores que ya cuentan con edad suficiente como para recordar con nostalgia su época de instituto y de juventud (tan diferente a la de los jóvenes de hoy) y que, además, ya han vivido lo suficiente como para detenerse a pensar cuántos sueños dejaron en el camino, cuántos les quedan por cumplir, si pudieron equivocarse al tomar determinadas decisiones, si han vivido sus vidas conforme a su manera de sentir o se han visto demasiado condicionados por otros. Y si todavía tienen la oportunidad de reconducir lo que haga falta para ser felices, si es que no lo son, claro. Esa empatía hacia la protagonista y sus sentimientos, esos recuerdos de antaño y, por supuesto, la bonita relación de amor que se cuenta en la novela es lo que está provocando esta buena acogida. 

-¿Por qué tomaste la decisión de presentarla al concurso de Amazon?

-Ya tenía la novela escrita y corregida en el mes de junio y mi intención era publicarla de cara al verano; primero, porque al ser una novela corta, se presta más a leerla en esta época en la que nos movemos tanto de un lado a otro, y segundo, porque se avistaban novedades de peso para septiembre y ya sabemos que la autoedición no puede competir con el despliegue promocional de las grandes editoriales. Así es que decidí sacarla en el mes de julio. Entonces me encontré con que Amazon, al final, convocaba de nuevo el concurso para este año. En un principio pensé no participar, porque no quería sufrir una experiencia negativa como ya habían tenido otros autores en años anteriores; pero luego me dije que no tenía por qué pasar nada si me mantenía al margen de cualquier posible polémica, y de esta forma, la novela podría tener una mayor visibilidad. 

-Estás haciendo presentaciones que, me consta, te cuestan dinero en cuanto sales de Córdoba. ¿Merece la pena?

-Que algo merezca o no la pena es una cuestión subjetiva. A mí me merece la pena defender aquello en lo que creo, y darle una mayor oportunidad de vida hablando de ello de tú a tú, en la cercanía. Una novela no es solo ese montante de páginas que se muestran al lector. También lo son los detalles, secretos, dudas, dificultades, virtudes y muchas anécdotas o experiencias que la enriquecen y que interesa conocer de boca de quien la ha creado. Si yo escribiera pensando solo en la rentabilidad, ya lo habría dejado, Almudena. No voy a decirte que no me importe, porque mentiría. Pero a pesar de ello, y aunque pueda sonar poco creíble, te diré que para mí escribir y publicar, hoy por hoy, es mucho más un acto de amor hacia las letras que un acto lucrativo, y la prueba es que todavía soy capaz de sacrificar lo segundo (como haré cuando venga a Madrid), pero lo primero no. 

-¿Se decide en familia el futuro de tus libros, la forma de publicarlos, la necesidad de viajar?

-No. Mi familia está al tanto de todo lo que ocurre por lo que yo le voy contando, por lo que voy compartiendo en casa, pero en cierta forma, se mantiene al margen de los entresijos de este mundo literario y de todo lo que sucede en él. Esta es mi pasión, no la suya. Así es que, cuando llega el momento de las decisiones, no tienen suficientes elementos de juicio para poder tomar parte en ellas.Eso sí, siempre tengo la suerte de contar con su apoyo, decida lo que decida, sin objeciones ni cortapisas.

-Se que tienes un grupo de personas, escritores y lectores, muy cercanos, a los que les consultas y que te ayudan en las correcciones. ¿Tienen más peso en tus decisiones literarias?

-Sin duda. Mi familia literaria no solo conoce en qué posición estoy y lo que yo veo, siento y quiero, sino que además conoce muy de cerca este mundo en el que nos movemos. Con todos esos elementos bajo el brazo, es sensato pedirle opinión y dejarme aconsejar si no lo tengo claro. 

-Siempre digo de ti que escribes con sentimientos en lugar de con palabras. ¿Eres una mujer tan sensible como se perfila en tus libros?

-Sí, hija, sí. Y no sé si es un defecto o una virtud. Por un lado, me gusta, porque me permite empatizar muy fácilmente con muchísimas personas y ponerme en multitud de situaciones hasta llegar a entenderlas, aunque no todas las acepte o las comparta, por supuesto. Pero por otro lado, siento que el sufrimiento es mayor. Porque esa misma empatía hace que me afecten los problemas o los sinsabores de los demás en mayor medida de lo aconsejable, y sobre todo cuando hay algún tipo de afecto por medio. En esos casos ya…, ni hablamos. 

-Tus relatos de mujer abordan muchos temas: amor, desamor, vejez, Alzheimer, amistad, violación, cáncer, muerte, maternidad, dolor… Seguro que me dejo alguno. ¿Piensas en personas concretas cuando los escribes?

-En alguno, tal vez lo haya hecho, aunque no lo haya escrito siguiendo fielmente la historia de esa persona; en otros muchos no, no tengo a alguien con nombre y apellidos en la mente cuando me siento a escribirlos. Pero son tan reales y tan propios de la vida cotidiana, que a poco que me mueva encuentro alguna, aunque sea anónima. 

-¿A qué llamas tú amor? Escenas de sexo, dime lo que se te venga a la cabeza.

-Un reto. Eso es lo primero que se me viene a la cabeza. Y como estoy súper a gusto aquí contigo, charlando y comiendo tortitas, pues te voy a contar el porqué, que creo que todavía no lo he hecho, al menos públicamente.

»Mira, a mediados de 2012, más o menos, escribí un relato para el blog que contenía una escena erótica. Que yo recuerde era de las primeras veces, si no la primera, que publicaba algo así, y recibió muy buena acogida. Después de ese, publiqué en Face algunos post del mismo tipo, aunque mucho más cortitos, escritos a medias con una autora de erótica como parte de un juego producto del aburrimiento, ja, ja. Y a primeros de 2013, en marzo o así, volví a publicar un relato erótico en el blog cuyo objetivo principal, para mí, era el giro inesperado y sorprendente que se producía al final. Sin embargo, cuando leí los comentarios, vi que los lectores no se limitaban a alabar el relato y la forma en que estaba escrito —sutil y elegante—, sino que me animaban a tomarme en serio ese género y a dedicarme a él «profesionalmente». Recuerdo entonces que en una conversación privada —de las que suelo mantener con mi familia literaria, como tú la llamas—, haciendo alusión a lo que había leído en esos comentarios, dije —en broma, por supuesto— que me estaba planteando que mi próxima novela fuera de corte erótico, no de ficción contemporánea como había sido la última. ¿Y qué paso? Pues que me dijeron que no era capaz. Porque no es lo mismo escribir una escenita para un relato que centrar toda una novela entera, y larga, en ese género y, además, publicarla. Y tenían razón. Pero lo que muchos no saben es que cuando alguien me dice «no eres capaz», destapa la caja de los truenos en el acto, porque me pierden los retos. Vamos, que viene a ser como el «Ábrete sésamo» de Alí Babá y los cuarenta ladrones. Sobre todo, cuando yo misma también lo dudo, porque intentarlo es la mejor manera de probarme a mí misma hasta dónde puedo llegar. Así es que empecé a crear una trama y cuando ya la tenía lista, aunque aparcada, llegó la editora (ajena a todo) preguntándome si tenía alguna novela erótica inédita y disponible para valorarla. Y ahí fue cuando me dije: «Maripili, esto es una señal, los astros se han confabulado para que este proyecto siga adelante».

»Y fui capaz.

-Los colores de una vida gris, impactante. ¿Cómo se te ocurrió?

-Una noche, mientras planchaba, estuve viendo un documental en televisión (de los que utilizan cámara oculta para poder grabar) en el que se mostraba cómo disfrutaban los fines de semana algunos de los hijos de gente adinerada. Muy adinerada. En aquel entonces (y hablo de hace al menos diez años), estos chicos salían los viernes por la noche con una media de seis mil euros en el bolsillo para gastar. Pero lo peor no era la cantidad de dinero de la que disponían para despilfarrar, sino el tipo de actividades en las que lo invertían, ocultas al resto de la gente que no formara parte de su círculo por amorales, ilícitas y repulsivas. Chicos venidos de vuelta de todo, con todas las facilidades del mundo para vivir a cuerpo de rey sin dar un palo al agua y, sobre todo, con necesidad de emociones fuertes, porque las del resto de los jóvenes de a pie ya se le quedaban enormemente cortas. 

»Di por hecho, claro está, que todo aquel que goce de un nivel económico elevado no tiene por qué ser ni actuar así; pero después de ver el programa y lo que sus protagonistas eran capaces de hacer, me paré a pensar cuánto y qué se cocería en círculos sociales inaccesibles sin que el resto lo supiéramos, en qué medida el dinero, el sexo y el poder pueden llevar a la inmoralidad y a la ilegalidad a personas aparentemente normales movidos, simplemente, por la diversión. Reparar en las dificultades que tiene una parte importante de la población para poder subsistir y compararlo con aquella vida carente de valores por completo me revolvió las tripas. De ahí surgió la idea. Hay quienes han criticado el planteamiento de mi novela por inverosímil. Yo, después de ver aquello —y de dar por hecho que lo que no se conoce no implica necesariamente que no exista—, no creo que lo sea. 

-¿Cuántos libros tienes guardados en el cajón?

-Una novela de ficción contemporánea. La terminé en enero de este año, antes de empezar a escribir Un café a las seis, y ahora la estoy depurando de nuevo para ver lo que hago con ella.

-Acabo de leer que te ha asaltado una idea y no has tenido más remedio que sentarte a escribir. ¿Qué me puedes contar?

-Bueno, tanto como sentarme a escribir... Desde que me asalta una idea hasta que pongo la primera palabra puede pasar mucho tiempo. Es cierto que en este caso ya tenía parte del trabajo adelantado en cuanto a argumento, trama, personajes..., pero había algo que no terminaba de cuadrarme y eso había hecho que la mantuviera guardada para más adelante. 

»El otro día saltó una chispa espontánea dentro de mi cabeza, una solución aparente que me empujó a sacar de nuevo el boli y la carpeta de apuntes. Y me entusiasmé demasiado. Pero hay quien me frena cuando me desboco, ja, ja, ja, y lo agradezco, porque las cosas con calma salen mejor. 

-Tu escritorio está en un rincón del dormitorio. ¿Es tu lugar habitual para escribir, o te llevas el portátil al salón?

-El escritorio que hay en mi dormitorio es compartido, así es que hay veces que lo pillo y veces que no. Lo mío es andar de ruta con el portátil;como el Camino de Santiago, pero en casa. Me lo llevo al salón y a cualquier otra parte donde lo pueda apoyar. Hasta he traspasado fronteras y me he ido a la calle con él. 

-Dos hombres en tu casa, tu marido y tu hijo. ¿Son muy diferentes?

-Son diferentes, sí. Tienen algunas cosas en común, claro está, pero en general, su carácter y su forma de ser son muy distintos. 

-Tu hijo, este curso, ya es universitario. ¿Qué consejo le has dado?

-Que luche por lo que le gusta, sin pensar demasiado en lo que pueda venir después. El pensamiento práctico ya le llegará con el tiempo, ahora está en edad de creerse los sueños y perseguirlos. Y si en algún momento se equivoca, reorientamos el camino y seguimos adelante con las opciones que tengamos. 

-Tu hija, dieciséis años, en plena ebullición. ¿Se parece a ti cuando tenías su edad?

-Sí, como la noche y el día, como el sol y la luna, como el este y el oeste, ja, ja, ja. Yo a su edad era radicalmente distinta, Almudena. Hay aspectos en los que me alegro de no haber sido como ahora es ella, pero en otros la envidio. Coincidimos en cosas puntuales, pero en carácter y forma de ser..., nada que ver. 

-Y luego está Carlitos…(tu perrito)

-¡Ay, mi baby, el pequeño de la casa! ¡Qué coraje me da que no me desgrave Hacienda por familia numerosa, porque es un miembro más, ja, ja, ja! Me da mucho trabajo, porque, como viene siendo común, las promesas iniciales hasta conseguir traerlo a casa se las ha llevado el viento. Pero ya le tengo muchísimo cariño, no podría estar sin él. 

-Eres una persona muy familiar, primero se fue tu madre y luego tu padre, demasiado pronto, ¿qué te gustaría decir?

-Siempre nos parece demasiado pronto, pero me queda la tranquilidad de saber que vivieron su vida y que, además, vivieron bien. Los quiero muchísimo. Por cómo fueron, por la relación que tuvieron entre ellos y porque supieron crear una familia que siempre estuvo y que sigue estando unida como una piña. En muchos aspectos, son para mí un ejemplo y también un referente. 

-Acabas de cumplir cincuenta años. ¿Qué balance haces de tu vida?

-Muy positivo, soy una mujer con suerte. No necesito grandes cosas para ser feliz y lo más importante lo tengo, o lo he tenido. ¿Quisiera haber hecho otras cosas? Pues sí. Pero a veces pienso que si me hubiera ocupado de hacer esas otras, me habría perdido las que sí he disfrutado, con lo cual es lo mismo, no se puede acaparar todo. Hace diez años descubrí carencias en mi vida personal y, al igual que hizo Raquel, frené en seco y en lugar de lamentarme, reconduje lo que hizo falta para completarla. Eso me llevó a este mundo de letras en el que ahora también soy feliz. ¿Podría tener más de lo que tengo? Pues sí, pero tampoco tengo carencias, al contrario: tengo un trabajo que no me falla, una familia maravillosa, unos amigos de los que me siento orgullosa, tiempo libre para disfrutar, sueños que perseguir y muchos momentos buenos que le ganan por goleada a los malos. ¿Se puede pedir más?

-Has escrito recientemente:

“El mar y yo. Aliados. Amigos. El rumor de sus olas, con sus idas y venidas incansables, me infunden calma, me llenan de paz. La brisa me regala sus caricias y yo respiro. Hondo. Todo se olvida, nada importa. Me sumerjo en instantes de irrealidad. Necesarios para renovarse y seguir luchando. Para seguir buscando sueños que nos aporten felicidad.”

-¿Porqué es tan importante el mar para ti?

-Pues no lo sé, igual en otra vida he sido sirena, vete tú a saber, ja, ja, ja. No sé por qué me atrae tanto, pero lo cierto es que me transporta cuando estoy cerca de él. En esos momentos en que no hay bullicio, me relaja muchísimo y me produce todas esas sensaciones que describo en ese fragmento que has recuperado tú. Me encantan esos momentos de soledad en los que puedo pensar a su lado, reflexionar, tomar decisiones mientras doy un paseo por la orilla con el airecito en la cara. Se me cae el estrés al suelo y solo siento paz. 

-¿Qué dirías sobre Córdoba?

-Que la llevo en el corazón. Que es preciosa. Que tiene un embrujo único con sus cientos de rincones en los que perderse. Que es hospitalaria, alegre, silenciosa, misteriosa, cómplice, hasta solemne, cada cosa en su momento. No la cambiaría por nada.

»(Pd. Y calurosa, seamos realistas, calurosa también, ja, ja, ja). 

-¿Te consideras buena cocinera? 

-No sabe/no contesta :)

»Es que tengo tan poco tiempo para dedicarlo a la cocina, que ni siquiera he podido experimentar lo suficiente como para decirte si tengo buena mano o soy un desastre. Hombre..., tanto como un desastre no soy, pero buena, lo que se dice buena... 

»Lo que hago, se puede comer, dejémoslo ahí. 

-¿Tu comida preferida?

-El cocido tal y como lo hacía mi madre, que es como ahora lo hago yo. 

-Imagino que cocido andaluz, con caldo y judías verdes, como lo hacían mi madre y mi abuela, cordobesas de Rute…

-Sí, pero no con el caldo blanco de aquí. Con huesos de jamón. Y sin verdura, que mis niños no la quieren, jajajajja

-Una banda sonora para tu vida.

-Uffff... Me gusta tanto la música y la tengo tan presente para todo, que mi banda sonora sería un recopilatorio triple, por la parte más corta. Elijo lo que escuchar según el momento y/o el estado emocional, así es que tengo montones y montones de situaciones y experiencias asociadas a piezas musicales que me despiertan recuerdos y me emocionan una y otra vez cuando las oigo. Imposible elegir una. 

-Eres una gran lectora pero ¿qué libros te impactaron más en tu juventud?

-Todos los relacionados con lo paranormal.

»Yo he leído muchísimo, pero tengo que decir que se me ha ido una parte importante de mi vida sin leer literatura de ficción, porque había otros temas que me interesaban bastante más. La juventud fue una etapa en la que cambié la ficción, que era lo que había venido leyendo en la infancia y en la adolescencia, por la lectura de revistas y libros divulgativos relacionados con todos estos temas; me atraían muchísimo y, de hecho, me siguen atrayendo: la posibilidad de que exista vida después de la muerte, la reencarnación, el fenómeno de las proyecciones y los viajes astrales, los espíritus (este siempre me ha dado yuyu), las desapariciones en el Triángulo de las Bermudas, el fenómeno OVNI, los estudios de la Sábana Santa de Turín... 

»Un libro que me impactó mucho en aquel entonces fue "El enviado", de J.J. Benítez. Y en cuanto a revistas, no me perdía un solo número de "Mas allá", del profesor Jiménez del Oso.

-Una película que recuerdes siempre.

-Ghost. Qué mal lo pasé, Almudena. Eso de que al pobre Sam lo mataran en la flor de la vida y ya no pudiera estar nunca más con su amada Molly... Qué sofocón :)

-Yo soy muy llorona en el cine y en Ghost creo que lloré hasta con hipo, que triste.

»Tus frases son preciosas, pero la que encabeza tu página literaria me parece la más bonita de todas:“Escribir es una bonita forma de acariciar el alma y el corazón de quien te lee”

»¿Eres romántica?

-Sí, lo soy. ¡Pero no una romántica ñoña, ¿eh?, nada de corazoncitos rosas, cuentos de hadas, ni ser tratada como una princesita dulce, no!

»Yo soy romántica de sentimiento. Me gusta disfrutar del amor, no solo saber que lo llevo dentro. Me gusta sentirlo y hacerlo sentir a través de un roce, una caricia, un gesto, una palabra, un detalle, una canción... Creo que no hay nada más bonito en el mundo que sentir un afecto, en lugar de imaginarlo. Eso sin contar con que la demostración de afectos no solo contribuye a mejorar las relaciones, sino también nuestro equilibrio emocional. 

-¿Como psicóloga, cómo ves a la juventud actual?

-Inmersa en un conflicto entre lo que creen ser y lo que son en realidad. Pero la culpa la tenemos, en gran parte, los padres. Dárselo todo hecho y ponerlo todo al alcance de su mano les está dando una falsa sensación de seguridad y control que en realidad no tienen, porque si se lo quitas, se desmoronan. No necesitan aprender cómo buscarse la vida y viven tan felices sin darse cuenta de que, en el fondo, son completamente dependientes, si no inútiles en muchos aspectos importantes de la vida cotidiana. Están inmersos en la cultura del consumo, de lo material, de la apariencia, y les cuesta mucho desligar lo que merece la pena y lo que no, lo que en realidad es importante y lo que no lo es, porque no contemplan, en su repertorio de valores, muchos de los que no pueden comprarse con dinero. Y tampoco están entrenados en la práctica del esfuerzo, porque nosotros, con tal de evitarles una frustración que en realidad es necesaria para su aprendizaje, no dudamos en empujarlos cuánto y cómo haga falta para que consigan aquello que quieren lo antes y con la mayor facilidad posible. 

»De cualquier forma, yo tengo esperanzas, soy optimista. Quiero pensar que conforme vayan avanzando en edad, irán ganando la madurez necesaria para aprender, aunque sea a destiempo, lo que ya deberían haber asimilado antes. Puede que con mayores decepciones e incluso dificultades, pero lo harán. 

-¿Y el peligro de adicción al móvil y a las redes sociales?

-El término "peligro" implica "amenaza" o "posibilidad". Y la adicción al móvil y a las redes sociales ya no es una posibilidad o una amenaza, Almudena, es una realidad, y muy extendida, por cierto. Así es que tenemos un doble problema: afrontar los efectos colaterales negativos de estar todo el día con la nariz metida en una pantalla y protegerlos de todo lo malo que se mueve a través de ellos, que es mucho. 

-¿Qué te da miedo?

-Me da miedo verme afectada por situaciones que no dependen directamente de mí, porque en tales casos, pierdo el control tanto para evitar lo indeseable como para solucionar los problemas que puedan surgir. A mí me gusta coger el toro por los cuernos cuando hace falta; ir a remolque me produce ansiedad. 

»También me da miedo ver sufrir a los que quiero. 

-¿Estaban ricas las tortitas?

-¡Buenísimas! Yo las hago en casa más de una vez, sobre todo en esas tardes de lluvia y frío en las que no apetece salir. A los míos les encantan. 

Hace rato que ya no tenemos café, ni merienda, ni agua. El camarero nos mira con cara de ¿qué se estarán contando?

-Lo tenemos intrigado, porque estamos aquí como dos cotorras, charlando sin parar, y lo mismo reímos que nos ponemos serias, ja, ja, ja. Podríamos haberle dicho que se sentara con nosotras, pobrecillo...

Nuestra conversación está llegando a su fin, todo lo bueno se acaba.

-Sabes que contigo se cierra el ciclo de entrevistas a mis tres brujas amigas, Mayte, María José y tú. ¿Quieres decirles algo?

-Sí, que tengan presente que soy la bruja con más caché de las tres, porque soy la única que tiene escoba, bola y un manual de hechizos . (Se ríe a carcajadas)

»Y que las quiero un montón. 

Son las ocho, las dos tenemos cosas que hacer y nos tenemos que despedir. Nuestra próxima cita está muy cerca, el día de la presentación en Madrid de “Un café a las seis”, el próximo 3 de Noviembre.

Ha sido un placer compartir merienda y conversación con Maripili. Si habéis llegado hasta aquí, conoceréis un poco mejor a Pilar, la mujer, pero no dejéis de conocer a Pilar Muñoz, la escritora.

Sus libros:





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