Mañana se celebra la fiesta de Halloween.
Hoy ya se notaba en las calles, con personas
disfrazadas, sobre todo porque en Madrid mañana es día no lectivo.
Pero me ha llamado la atención la manía que mucha
gente tiene a esta fiesta, que dicen importada de Estados Unidos y que no tiene
cabida en nuestra cultura.
Y me hace gracia.
El Carnaval, al que nadie hace “ascos” era una
fiesta pagana, los antiguos Saturnales en honor a Saturno, que con la llegada
del cristianismo, se trasformó para despedirse de comer carne y de llevar una vida licenciosa durante la
Cuaresma.
La Navidad, también fue durante siglos la
celebración del solsticio de invierno y el cristianismo decidió instituir el 25
de Diciembre como fecha del nacimiento de Jesús, para hacerla coincidir con la
fiesta pagana y que ésta desapareciese y se convirtiese en fiesta cristiana.
Por otra parte todos los historiadores coinciden
en que Jesús no pudo nacer un 25 de diciembre, sino más bien en primavera.
El árbol de Navidad, originario del norte de
Europa que, a su vez lo habían copiado de los romanos, también era pagano pero
fue adoptado por los cristianos cuando evangelizaron la zona. No queda muy
clara la leyenda de San Bonifacio y no se sabe si plantó una cruz o un pino,
pero de cualquier forma la Iglesia Católica no ve con malos ojos los árboles de
navidad, como así lo dijo públicamente el Papa Benedicto XVI.
Y ahora viene Halloween.
Esta celebración se inició con los celtas y sus dioses
paganos y, cuando éstos se cristianizaron, no quisieron renunciar a sus
costumbres.
Muchos siglos después, algunos inmigrantes
irlandeses lo introdujeron en Estados Unidos, que lo han convertido en parte de
su folclore popular.
Curiosamente, el mundo cristiano celebraba la
fiesta de Todos los Santos en mayo y el Papa Gregorio III lo cambió al 1 de
noviembre para hacerlo coincidir con la fiesta a la que los celtas no habían
querido renunciar.
Vamos, que puestos a copiar, no hemos copiado nada
de los americanos. Ellos han hecho suya una fiesta que mucho antes había “copiado”
el cristianismo, aunque celebrándola de diferente forma.
Pero creo que no se hace daño a nadie porque, por una noche, la gente olvide sus penas y se rían de lo que a todos nos da tanto miedo: la muerte.