
Curiosamente estoy viviendo algo similar con mi
hermana y me está sirviendo para que el periodo que los psiquiatras llaman de
duelo, sea mucho más llevadero.
No hay reproches, como en la obra de teatro, si no
complicidad, cada tarde de viernes, para ir desgranando, poco a poco, toda una
vida de nuestra familia.
Porque mi madre ha sido, en realidad, la última
que ha abandonado este hogar, que se inició con mis abuelos en los primeros
años de la década de los 30.
Es, por tanto, una tarea lenta y complicada pero
llena de recuerdos.
Fotos que no habías visto nunca, la vajilla que le
regalaron a tu abuela en su boda en 1908, la vajilla de tu madre, que sólo se
usaba en Navidad, los cubiertos que siempre te habían dicho que eran de plata y
son de alpaca, los jarrones que estaban guardados para que no se rompiesen,
nuestras notas de 1º de Bachillerato, todos los recortes de periódico en los
que se menciona a mi hermano, nuestros carnets de estudiante, la gorra y el
pañuelo de mi padre cuando se vestía de chulapo y así podría seguir enumerando.
La mayoría de las cosas sin más valor que el
sentimental, pero que tiene escrita nuestra historia.
Y me está gustando. Disfruto con ello.
Según vamos avanzando, charlamos, comentamos,
recordamos, nos tomamos un café y cerramos la puerta hasta el viernes
siguiente, después de haber preparado bolsas de basura, bolsas de ropa para
regalar y alguna cosilla para llevarnos a nuestras casas.
Seguimos quedando “en casa de mamá”
Y cada viernes, pienso en lo duro que va a ser el
día que cerremos definitivamente la puerta, pero eso…………..está por llegar.
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