viernes, 4 de junio de 2021

«Maldito síndrome de Estocolmo»: mi opinión

 

Sinopsis:

¿Quién eres realmente, Eric Grau, y qué ocultas bajo esa piel tan fría?» Ana empieza a trabajar en Laboratorios Grau, una multinacional farmacéutica. Su jefe, Eric Grau, un hombre alto y atractivo al que todo el mundo llama Iceman, tiene fama de ser arrogante y despiadado, además de un auténtico depredador sexual. Al principio, la relación entre ambos es muy tensa, pero, poco a poco, la joven descubrirá que su implacable jefe no es el hombre de hielo que todos creen. ¿Podrá Ana resistirse al síndrome de Estocolmo que Eric despierta en ella?

Maldito síndrome de Estocolmo es la primera novela de esta autora. Obra ganadora del I Premio Chic de novela romántica.

Mi opinión:

No quiero engañar, por lo que empiezo por decir que escribo esta opinión enfadada, a pesar de dejarla reposar varios días.

Compré esta novela en una oferta, llevada por unas buenísimas críticas y una portada que me encantó. Desconocía que estaba ante el primer libro de una bilogía, y de esto me he enterado cuando he llegado al final y me he encontrado un «continuará» que rompe el esquema de novela romántica, ya que no acaba bien; bueno, no acaba.

No me gusta que se omita esta información, me parece una falta de respeto al lector, un engaño.

El contenido:

Me gusta poner en valor lo bien documentados que están los escritores pero, en esta ocasión, me ha parecido que la autora muestra una visión muy poco equilibrada sobre las multinacionales farmacéuticas.

No voy a discutir los entramados oscuros que mueven millones de euros o de dólares en estas empresas, pero he echado en falta el contrapunto a tanto negativismo.

Dado que los gobiernos no invierten prácticamente nada en investigación, ¿quiénes ponen dinero encima de la mesa para investigar? Lo habéis adivinado: las farmacéuticas. Se inician muchísimos proyectos con un altísimo coste tanto humano como económico y la mayoría mueren sin salir al mercado, sin que nadie sepa de su existencia, tirando a la basura el trabajo de años de muchos equipos muy cualificados; equipos que ganan mucho dinero porque trabajan muchas horas, sin horarios, viajan continuamente y se pueden quedar sin vacaciones porque un paciente, en un ensayo clínico en el otro lado del mundo, se intoxica. Y cuando un medicamento consigue salir al mercado, hay que venderlo con una competencia feroz, como cualquier otro artículo, competencia que potencia la propia sanidad pública de los países ricos.

Nada de esto se cuenta en la novela, el único contrapunto que encontramos al oscurantismo de esta industria es una frase que le dice Eric a Luna: «No tienes ni puta idea de lo que estás diciendo».

Otro tema candente que se toca es el llamado «trabajo basura». Está muy bien darle visibilidad, pero pasa de puntillas y con demasiados estereotipos.

La historia en sí es original, se mueve en ambientes diferentes de los habituales, la forma de narrar es muy buena, consiguiendo que el lector se mantenga interesado en todo momento, además de llevarnos de viaje a Roma, algo que siempre se agradece.

Cincuenta y cuatro capítulos narrados en primera persona por Ana Luna, la protagonista, excepto un flashback para contarnos el pasado de Eric.

Ana Luna es inestable, se deja dominar fácilmente por Eric, un hombre complejo, con cambios de humor continuos y estallidos de ira, que esconde su frustración trabajando y siendo el mejor.

Esta primera parte me ha parecido que la autora quizá haya querido abarcar demasiado, pero probablemente lo resuelva en la segunda entrega.

Continuará…