«Para vivir la vida hay que mirar al
futuro y, para entenderla, mirar hacia atrás» (Antonio Banderas).
Un año más, vuelvo a escribir las impresiones que me ha
producido la ceremonia de los premios Goya del cine español.
Me alegra, por una vez, poder hacer una crítica positiva de
esta 35 edición que pudimos contemplar anoche.
El teatro Soho de Málaga fue el escenario para una ceremonia
sin público, que convirtió a la orquesta sinfónica de Málaga en una de las
grandes protagonistas, junto a la emoción, la sobriedad, el homenaje y el
recuerdo.
En un año en el que las pantallas de ordenadores y teléfonos
se han convertido en indispensables en nuestras vidas, el cine ha sabido unirse
con una gala vía zoom, en el que casi todos estaban, como nosotros, en los
salones de sus casas.
No ha habido, casi, alfombra roja, y no la hemos echado de
menos, no ha habido, casi, discursos políticos, y no los hemos echado de menos,
no ha habido chistes, y no los hemos echado de menos. Eso sí, hemos vivido en
primera persona la emoción de los premiados y la cara de pena de los
perdedores, rodeados, en la mayoría de los casos, de sus parejas y sus
familias.
Antonio Banderas, en su correctísimo discurso de
presentación, quiso homenajear a las miles de personas que viven del cine y que
nunca veremos encima de un escenario, pero que lo están pasando muy mal con el
parón de la industria cinematográfica, también fue muy emotivo el minuto de
silencio por todas las víctimas de esta pandemia, y el sentido In memoriam con la voz de fondo de Vanesa
Martín, arropada por una maravillosa orquesta.
Desde el homenaje a Berlanga, en el año que se cumple el
centenario de su nacimiento, las versiones, con más o menos acierto, de La violetera y Happy Days Are Here Again (Los días felices han vuelto), el ballet
que recibió a una elegantísima y emocionada Ángela Molina para recibir el Goya
de honor, todo fue bonito.
Hubo muchos guiños que no pasaron desapercibidos: El elenco
de directores que, en lugar de dar los grandes premios, entregaron esos
pequeños que llamamos técnicos, en los que no nos fijamos, de los que no
hablamos, pero tan necesarios en una película: maquillaje, vestuario o
peluquería, sonido y efectos especiales, entre otros.
El PREMIO con mayúsculas, el que homenajea a la mejor
película, lo entregó, en nombre de todos los sanitarios, Ana Ruíz, una
enfermera que quiso hablar en su discurso del poder sanador del cine, de la
cultura «Hoy es la noche del séptimo arte, uno de los grandes cuidadores del
prójimo y que ofrece cuidado y consuelo al espectador. Déjense cuidar».
Como seguidora de Los Goya, año tras año, edición tras
edición, tengo que dar mi enhorabuena a Antonio Banderas y María Casado, por la
dirección y presentación de esta gala virtual, y a todos los técnicos que la
hicieron posible.
No voy a decir la lista de premiados, la podréis encontrar
en cualquier periódico, solo voy a citar la película ganadora, Las niñas
dirigida por Pilar Palomero, desde aquí, mi enhorabuena.
En una gala en la que lo que más me ha dolido ha sido el
silencio tras la entrega de cada premio, la
ausencia de aplausos, hago mías las
palabras con las que acabó Antonio Banderas, «recordemos esta gala como la que
encendió la llama de la recuperación»
Que no, que no de Rozalen (La boda de Rosa): https://youtu.be/CsnTVgXFOn8