martes, 23 de febrero de 2021

Mi 23F

 

febrero de 1981
Me parece mentira que hoy se cumplan 40 años desde ese 23 de febrero de 1981, pero recuerdo exactamente lo que hice aquel día.

Yo trabajaba en una pequeña empresa que se dedicaba a la representación de bolsos de piel y artículos de viaje, de diferentes fabricantes de España. Más como un favor que por la compensación económica, comencé a llevar la contabilidad al «vecino» de enfrente, representante de juguetes, tres tardes a la semana.

Esa tarde era una de esas en las que, yo sola, organizaba los papeles del señor Maza, así se llamaba mi jefe juguetero.

Siempre me ha gustado la política y, cuando había algo interesante, buscaba la emisora de radio nacional, que estaba incluida en el hilo musical. Escuché en directo el «quieto todo el mundo» y la ráfaga de disparos. Recogí, con la seguridad de que lo que acababa de escuchar era grave, y fui en busca de mi jefe de por la mañana, que se enteró por mí de lo que estaba ocurriendo.

No dudamos que había que irse a casa porque, viviendo los dos en el centro y trabajando en el barrio de Retiro, teníamos que cruzar por zonas muy cercanas al Congreso. Atravesamos una ciudad en la que todavía no se percibía ningún cambio.

Ya en casa, me esperaba mi marido que también había abandonado su trabajo, por los mismos motivos que yo, y nos dispusimos a pasar una larga tarde y noche de radio y televisión.

En casa de mis padres, la única que faltaba era mi madre que tenía cita en el dentista y había declinado la oferta que le hizo la enfermera de aplazar la consulta. Ya que estaba allí, la vería el médico y, sin ningún miedo, se volvió dando un paseo desde la Corredera Baja, a más de dos kilómetros de casa, atravesando todo el centro que, según contaba ella, se empezaba a vaciar de gente.

Diciembre 2018
A ninguno de nosotros se nos ocurrió abastecer nuestras despensas, como hizo mucha gente vaciando tiendas de barrio y supermercados. Simplemente nos llamábamos por teléfono, de vez en cuando, para comentar qué nos parecía lo que acabábamos de escuchar a los periodistas. No había móviles ni redes sociales ni varios canales dónde elegir las noticias que queríamos ver.

Recuerdo que hice una tortilla de patatas con cebolla para cenar, porque a mí siempre me ha relajado la cocina y es, además, mi cena favorita.

Mi marido, hombre de costumbres, se acostó temprano y me quedé alternando radio y televisión. Un jovencísimo Iñaki Gabilondo dio paso al discurso del Rey, y me fui a la cama algo más tranquila. Unos pequeños auriculares que me permitiesen escuchar la cadena SER sin molestar a mi marido, me acompañaron hasta que me quedé dormida.

Pasamos miedo, por supuesto, no queríamos volver a una dictadura, aunque nuestra democracia estuviese en pañales, pero yo era una joven de veintiún años y he necesitado mucho tiempo para entender la magnitud de lo que vivimos aquel día.

Yo tengo una historia personal añadida: En aquel momento desconocía que ya estaba embarazada. Mi hija nació nueve meses y un día después.