martes, 5 de mayo de 2020

París puede esperar: Mi opinión


Harlequin ha tenido la iniciativa de pedir a sus autoras que escriban un relato sobre este confinamiento para distribuirlo gratuitamente entre sus lectores. Este es uno de esos relatos.

Alicia y Manuel llevan años planeando viajar París, pero en el último momento siempre surge algo que lo impide. Esta vez ha sido el confinamiento, pero cuando no es una cosa es otra... Y es que así es la vida. Impredecible.

Mi opinión:

En esta novelita corta, Marisa Sicilia confirma que es una gran escritora, porque conseguir en siete capítulos y un epílogo hacer una historia completísima, es muy difícil.

Cada capítulo lo encabeza con la fecha del día en el que transcurren los hechos que narra, comenzando con el 14 de marzo de 2020, inicio del estado de alarma, alternándolos con los que cuentan hechos del pasado y avanzando a los días siguientes del confinamiento. A lo largo de 48 páginas, nos describe la vida de Alicia y Manuel, conocemos perfectamente a los protagonistas, la historia de su matrimonio, sus ilusiones y sus miedos, sus decepciones, sus esperanzas puestas en un futuro que ahora se tambalea y sus viajes a destinos diferentes, pero ninguno a París.

Una historia que me ha conmovido por muchos motivos, porque yo tuve un viaje aplazado muchísimos años en los que parecía que nunca iba a conseguir realizar mi sueño, porque esta pandemia me ha obligado a anular otro que me ilusionaba, y porque la vida que ha plasmado en este relato Marisa Sicilia es tan real que emociona.

Narrada con sencillez y con la elegancia que caracteriza a la autora, pone un broche final con un epílogo precioso Otro abril de otra primavera, que es un canto a la esperanza.

Una historia intensa, maravillosa, no dejéis de conocerla.



domingo, 3 de mayo de 2020

2020 Día de la Madre


Querida mamá:

Cuarenta y cinco días han pasado desde que escribí a papá para felicitarle el Día del Padre y contarle lo que nos estaba pasando, y aquí seguimos, en una situación parecida.

En marzo, cuando la celebración con los hijos quedó reducida a una vídeo-llamada, aplazamos nuestra reunión familiar para el Día de la Madre, convencidos de que habríamos podido doblegar al virus, pero no ha sido así. Llegaron días mucho peores, con unas cifras que asustaban de contagiados, de fallecidos, nadie se salvaba, ni ricos ni pobres. Madrid ha sido especialmente atacado, tanto por el virus, como por las personas insolidarias que nos ven como a un foco de contagio cuando a saber quién fue el primero que lo trajo, siendo una ciudad que recibe, cada día, miles de personas que vienen de otros lugares de dentro y fuera del país. Pero bueno, lo importante es que estamos empezando a doblegarlo, desde ayer podemos pasear un ratito y, a partir de mañana, empieza el desconfinamiento, eso sí, con mascarilla.

Sí, mamá, hemos estado confinados en nuestras casas, sin poder salir nada más que lo imprescindible, sin ver a la familia, contándole a las niñas los cuentos por teléfono, y riéndonos de los chistes de Edu en el grupo de wasap.

Aunque no lo creas, lo he llevado bien. Hablo en pasado, porque ahora comienza otra fase que ya veremos como la superamos. He ralentizado mi vida, al no tener horarios para nada. Ahora mismo estoy escribiendo esta carta después de desayunar, con la cama sin hacer (ya sé que no te gusta y que eso es lo primero), pero me da un poco igual, tengo horas suficientes a lo largo del día.

No me ha dado por hacer limpiezas especiales, como ha hecho mucha gente, yo me he limitado a la limpieza que hago todas las primaveras, que este año debería haber coincidido con pintar la casa, pero no ha podido ser.

No he cocinado más, pero sí más elaborado, poniendo una paciencia y una amor en la cocina que está reñido con las prisas y, eso sí, he hecho torrijas todas las semanas porque a las niñas les gustan mucho las «tortijas» de la abuela, y las recogía Víctor cuando me traía la compra del súper.

Abril se ha pasado casi como si no hubiese existido, ha sido el mes fantasma, rematado por ese «no viaje» a Viena y Salzburgo.

Cuántas veces me he acordado de ti, y de lo difícil que habría sido si lo hubieses vivido, eso sí, te habría emocionado ver ayer a tu hija en la televisión, recibiendo el homenaje de la Comunidad de Madrid por los servicios prestados durante esta pandemia. Creo que el homenaje debió aplazarse, como tantas cosas en nuestras vidas, pero ya que se hizo, nos sentimos orgullosos de ella.

Este año, tenemos algo en común el Día de la Madre, yo te felicito por carta, por sexto año, y mis hijos me felicitarán por teléfono. No habrá besos y abrazos, esos quedarán «aparcados» para dentro de unos días.

Yo, como siempre, te envío un millón de besos a tu estrella con la seguridad de que los recibes.

¡Te quiero, mamá!