Querida mamá:
Cuarenta y cinco días han pasado desde que escribí a papá
para felicitarle el Día del Padre y contarle lo que nos estaba pasando, y aquí
seguimos, en una situación parecida.
En marzo, cuando la celebración con los hijos quedó reducida
a una vídeo-llamada, aplazamos nuestra reunión familiar para el Día de la Madre,
convencidos de que habríamos podido doblegar al virus, pero no ha sido así.
Llegaron días mucho peores, con unas cifras que asustaban de contagiados, de
fallecidos, nadie se salvaba, ni ricos ni pobres. Madrid ha sido especialmente
atacado, tanto por el virus, como por las personas insolidarias que nos ven
como a un foco de contagio cuando a saber quién fue el primero que lo trajo,
siendo una ciudad que recibe, cada día, miles de personas que vienen de otros
lugares de dentro y fuera del país. Pero bueno, lo importante es que estamos
empezando a doblegarlo, desde ayer podemos pasear un ratito y, a partir de
mañana, empieza el desconfinamiento, eso sí, con mascarilla.
Sí, mamá, hemos estado confinados en nuestras casas, sin poder
salir nada más que lo imprescindible, sin ver a la familia, contándole a las
niñas los cuentos por teléfono, y riéndonos de los chistes de Edu en el grupo de
wasap.
Aunque no lo creas, lo he llevado bien. Hablo en pasado,
porque ahora comienza otra fase que ya veremos como la superamos. He
ralentizado mi vida, al no tener horarios para nada. Ahora mismo estoy
escribiendo esta carta después de desayunar, con la cama sin hacer (ya sé que
no te gusta y que eso es lo primero), pero me da un poco igual, tengo horas
suficientes a lo largo del día.
No me ha dado por hacer limpiezas especiales, como ha hecho
mucha gente, yo me he limitado a la limpieza que hago todas las primaveras, que
este año debería haber coincidido con pintar la casa, pero no ha podido ser.
No he cocinado más, pero sí más elaborado, poniendo una
paciencia y una amor en la cocina que está reñido con las prisas y, eso sí, he
hecho torrijas todas las semanas porque a las niñas les gustan mucho las
«tortijas» de la abuela, y las recogía Víctor cuando me traía la compra del súper.
Abril se ha pasado casi como si no hubiese existido, ha sido
el mes fantasma, rematado por ese «no viaje» a Viena y Salzburgo.
Cuántas veces me he acordado de ti, y de lo difícil que
habría sido si lo hubieses vivido, eso sí, te habría emocionado ver ayer a tu
hija en la televisión, recibiendo el homenaje de la Comunidad de Madrid por los
servicios prestados durante esta pandemia. Creo que el homenaje debió aplazarse,
como tantas cosas en nuestras vidas, pero ya que se hizo, nos sentimos
orgullosos de ella.
Este año, tenemos algo en común el Día de la Madre, yo te
felicito por carta, por sexto año, y mis hijos me felicitarán por teléfono. No
habrá besos y abrazos, esos quedarán «aparcados» para dentro de unos días.
Yo, como siempre, te envío un millón de besos a tu estrella
con la seguridad de que los recibes.
¡Te quiero, mamá!
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