domingo, 24 de noviembre de 2019

Sesenta cumpleaños


He necesitado varios días para tener la cabeza fría y escribir todo lo que ocurrió el fin de semana de mi cumpleaños, que coincide con el de mi santo. Voy a intentar contarlo, aunque lo que sentí no se puede explicar con palabras.

Solo habían transcurrido diez segundos del día ocho cuando mi hija, con un wasap era la primera en felicitarme. Un poco después, mi marido me dio un beso y una hoja enrollada que contenía un vale-regalo, un viaje.

Poco después de las ocho y media, el portero automático nos despertaba y un mensajero me traía un desayuno en una bandeja de mimbre con globos y la felicitación de Charo y Paco, esos amigos de siempre que están cuando hacen falta.

El resto del día se sucedió contestando mensajes, atendiendo al teléfono y agradeciendo las muchísimas felicitaciones que recibí en Facebook. Los viernes son complicados para reunirse y, al ser festivo en Madrid el día de la Almudena, la celebración con los míos se había pasado al sábado. Aún así, Juancar y yo comimos fuera, y por la tarde mi hija, mi yerno y dos de mis nietas vinieron a merendar.

El sábado amaneció un día frío. La comida estaba prevista para las dos y mi hija tenía mucho interés en que mi hermana y yo llegásemos juntas al restaurante. Para quien no nos conozca, tengo una hermana gemela y celebramos nuestro cumpleaños juntas siempre que podemos, pero este año, que hemos cumplido sesenta, con mayor motivo.

En ese momento pensé que querían recibirnos con unas flores o alguna sorpresilla similar. De camino, nos avisaron que la reserva estaba equivocada, que no nos darían nuestra mesa hasta una hora más tarde y que nos esperaban en una cafetería cercana.

Qué verdad es que no hay más ciego que el que no quiere ver. Nada nos extrañó, ni que los que suelen llegar los últimos ya estuviesen allí ni que la cafetería estuviese cerrada y se hubiesen metido con las niñas en un parque de bolas ni que nos estuviesen esperando en la puerta… Y entramos.
El sueño se hizo realidad. Una sala llena de personas importantes en nuestra vida gritando ¡SORPRESA!

Besos, abrazos, alguna lágrima de alegría, sentimientos a flor de piel. Mi familia, los amigos que son familia, mis compañeras en la revista, que son amigas, los que no pudieron venir pero estuvieron presentes con un tarjetón y una maleta roja, que sirvió para guardar muchísimos regalos, no simples regalos, regalos llenos de cariño, detalles para recordar.

Un bufet de comida en el que no faltaba un detalle, una cuidadísima decoración, toda clase de bebida, un «fotocol» para reírnos y dejar impresos en una polaroid los momentos más divertidos y una tarta en forma de sesenta para apagar las velas al son de un entonado Cumpleaños feliz.

Más de tres horas en las que solo cabían las palabras amor, amistad y gracias.

Y hablando de gracias, quiero dárselas especialmente a mis hijos y a mi sobrina, que idearon la fiesta.
Gracias a todos los que han puesto su granito de arena en la organización, Carlos, Víctor, Mónica, Mario, Andrés y, por supuesto, Juancar.
A todos los que vinisteis a acompañarnos en un día tan especial, gracias: mi tía, que vino desde Alicante, Marina, que coordinó un regalo de personas repartidas por toda la geografía española y que me hizo llegar, junto con Carmen, todo su cariño y todos los que vinisteis porque mi hermana es importante en vuestras vidas.

Gracias a todos por conseguir que mi sesenta cumpleaños se convirtiese en una celebración inolvidable.

lunes, 18 de noviembre de 2019

Si esto es una mujer: Mi opinión

Nunca antes había leído tanta novela negra como desde que alterno con Pilar y con Concha, las chicas del Blog ¡Qué bello es leer!, enamoradas de este género.

La verdad es que todo lo que me recomiendan, o casi todo, me gusta.

Esta me apetecía leerla y poder comentar después la lectura con terceras personas siempre resulta un aliciente. Las comentamos hasta por wasap, jajajajaja.

Sinopsis:

La inspectora de homicidios Manuela Mauri lleva siete meses de baja cuando recibe la visita de la oficial Guadalupe Larbi para pedirle que se reincorpore al trabajo: sólo ella, le dice, tiene la autoridad y el empuje necesarios para sacar adelante una complicada investigación en la que la Brigada Provincial de Policía Judicial de Madrid no consigue avanzar.
Tres meses atrás aparecieron restos humanos en los vertederos de Pinto y Valdemingómez. Pese a haber dedicado ingentes recursos, no se ha encontrado el cadáver completo y no hay una sola pista de la autoría del crimen. Y lo que es peor: tres meses después sigue sin identificarse a la víctima. Manuela se enfrentará de esta manera al mayor desafío de su carrera como inspectora de homicidios: la Operación Vertedero.
La búsqueda de la verdad pondrá de nuevo a Manuela en el punto de mira de sus compañeros y superiores, que han perdido la confianza en ella por los hechos acaecidos en torno al suicidio del inspector jefe Alonso, por los que Manuela quedó injustamente salpicada.
Una novela que señala los puntos oscuros de nuestra sociedad, cuestionando nuestra ceguera ante el sistema en el que vivimos. Ante todo lo que la ciudad desecha y que, nos guste o no, la define.

Mi opinión:

Es una novela diferente por varios motivos: está escrita a cuatro manos, lo que me parece complicadísimo. Me he pasado toda la lectura intentando averiguar qué cosas había escrito Silva y qué cosas Trujillo y, por supuesto, no lo he averiguado. Para mí es Lorenzo Silva al cien por cien.
Desde el primer capítulo, sabemos quién es el asesino aunque desconozcamos su nombre. El propio asesino lo escribe en primera persona.

La novela consta de veinticinco capítulos y un epílogo.

Los autores han elegido como protagonista a una mujer del Cuerpo Nacional de Policía, rota por un matrimonio deshecho, con un nuevo amor casi perfecto, unos hijos adolescentes y todo lo que conlleva conciliar familia y trabajo. Recién incorporada después de una baja prolongada, el difícil caso que se le plantea es el empujón perfecto para volver a un mundo hostil, el que rodea su trabajo.

Es así como Manuela Mauri va desgranando su historia, la de su actual pareja, la de su familia y la de sus compañeros, narrando en primera persona (menos el primer capítulo que narra el asesino). Con el caso que investiga, el asesinato de una joven prostituta negra, nos introduce en el sórdido mundo de la trata de blancas y la prostitución.

El autor hace un guiño a su famosísimo personaje Vila (Bevilacqua), que ayuda a Manuela, a la que le une una antigua amistad. A partir de su conversación, se establecerá una colaboración entre el Cuerpo Nacional de Policía y la Guardia Civil.

Hay momentos durísimos, cuando nos imaginamos por lo que pasan las mujeres a las que les roban todo, su identidad, su pasado, para convertirlas en esclavas sexuales que satisfacen los instintos más rastreros del ser humano, pero los autores no se recrean, cuentan las cosas tal y cómo suceden, sin descripciones innecesarias, dejando a la imaginación del lector todo lo que no está escrito…el horror.

Es una gran novela negra, con un buen caso, unas descripciones de personajes que nos permiten conocerlos muy bien y la historia cotidiana de Manuela, que se asemeja a nuestro día a día.

Merece la pena leerla.

Reseña original publicada en el blog de la Revista Pasar Página.

jueves, 14 de noviembre de 2019

Las mujeres que no salen en los libros: Mi opinión


Ya hace varios años que conocí a Mercedes Gallego y que leí toda su obra. En el caso de la saga de Candela Luque, la calidad de sus novelas va creciendo con cada entrega. El asesino del ajedrez, es muy buena, y sigue estando en buenos puestos de venta.

Después escribió Mauri, una novela que me gustó muchísimo porque toca el maltrato desde un ángulo muy poco conocido, el de un hijo hacia su madre y lo hace con una gran dosis de sensibilidad, sin quitarle nada de realismo a la historia.

No ha tenido suerte esta novela, tal vez no salió en una buena época, cuando Amazon empezaba a ser un coladero de obras de toda clase, algunas con poquísima calidad, pero copando los primeros puestos del ranking. El caso es que ha pasado desapercibida.

Y ahora publica su última novela, la propia autora dice que será la última, Las mujeres que no salen en los libros.

Una historia de amistad, de amor y solidaridad que relata la vida de las mujeres que lucharon de forma anónima para lograr una igualdad, que en pleno siglo XXI todavía no se ha conseguido. Consuelo y Laura entablan amistad de forma casual cuando ambas acuden a unas clases de francés. La primera, abogada, hija de la burguesía madrileña y Laura, que tras la muerte de su marido, se enfrenta a las dificultades que entrañaba ser mujer en la posguerra española, a pesar de que antes de ser viuda, era ella la que llevaba las riendas del negocio, una tienda de comestibles que ambos poseían en el madrileño barrio de Chamberí. A pesar de las diferencias ideológicas y sociales que las separan, que con el tiempo se va diluyendo, cuando se dan cuenta de que la única lucha posible en los años sesenta de una posguerra que se prolonga en el tiempo, es lograr los mismos derechos que los hombres. Consuelo es detenida cuando investiga la desaparición de recién nacidos y se inicia su carrera por la supervivencia. Conoce a Lucie, una mujer que solo busca sobrevivir al hambre y a la violencia que ejerce su marido sobre ella. Lucie resulta crucial para la supervivencia de Consuelo.

Mi opinión:

Estamos ante una narración intimista que se desarrolla, desde los comienzos de la Guerra Civil Española, hasta la España democrática. La historia de Consuelo y de Laura y de tantas mujeres desconocidas que escribieron nuestra Historia. Una época difícil, en la que las mujeres casi no existían.

Para mí ha sido una lección de historia, esa que no se suele contar y que, por supuesto, no está en los libros. La vida de las mujeres que se salían de lo que se esperaba de ellas, unas por convicción, otras por necesidad y otras muchas que se quedaban dentro del sistema porque era mucho más sencillo vivir así, aunque eso les pudiese costar el amor de una hija.

Una novela con hombres que luchan por el honor, las promesas, el qué dirán…e incluso el radicalismo militar o religioso.

Una España gris, en la que hay que esconder los sentimientos y las ideas políticas, en la que lo más sencillo es ponerse una venda y callar.

Una historia de personajes, sobre todo las dos mujeres protagonistas, Consuelo y Laura, fuertes y luchadoras. No quiero olvidar a Leonor, la madre de Consuelo, una persona que dejó todo por amor. ¿Qué habría ocurrido si se hubiese casado con otro?

¡Cuántas vidas que se truncaron bajo el yugo de hombres que no estuvieron a la altura!

La autora ha tocado temas complejos, como el robo de niños, las torturas policiales durante las detenciones, las condiciones de las presas en la cárcel de mujeres, la resistencia exilada en París, la creación de Movimientos Democráticos, la lucha feminista, los amores «prohibidos», toda la historia más reciente, perfectamente entretejida y poniendo, por encima de todo, el valor de la verdadera amistad.

No es, sin embargo, una novela política ni partidista, está bien documentada y nos encontraremos buenos y malos en todos los lugares que vamos recorriendo durante nuestra lectura.
Mercedes Gallego nos permite, con esta obra, acercarnos a nuestra historia más reciente.

Dejo para el final comentar la portada. Una historia que ya conté en este enlace. Sólo deciros que me parece acertadísima y que sean dos mujeres de mi familia, todo un orgullo.

No dejéis de leerla.

Reseña original publicada en el blog de la Revista Pasar Página.

viernes, 8 de noviembre de 2019

Erase una vez...

Erase una vez… hace sesenta años.

Estaba esperando ilusionada, pero con miedo, el día en el que por fin pudiese tener a sus hijos gemelos en brazos.

Sabía que eran dos casi desde el comienzo del embarazo, porque su médico de cabecera, un hombre joven, le pidió permiso para ponerle en la tripa la famosa trompetilla y le dijo que escuchaba dos latidos.
El titular de tocología que la reconoció unos días después, tachó de «listo» a su colega, recién salido de la facultad de Medicina. Pero, cuando a los seis meses le hicieron una radiografía, confirmaron que había dos fetos.

Su cuerpo había dejado de ser el de una joven con un tipazo que llamaba la atención. Llevaba encima más de veinte kilos, las piernas inflamadas y problemas de movilidad. Hacía dos meses que lo tenía todo preparado, porque los partos gemelares se solían adelantar, pero este se estaba retrasando.

Por fin, el viernes seis de noviembre se sintió mal y se dirigieron al Sanatorio Nuestra Señora de Fátima, no demasiado alejado de su domicilio.

Nadie podía prever las horas que vinieron después, muchas, demasiadas. Hoy día habría sido inconcebible un parto de cuarenta y ocho horas, pero eran otros tiempos. No tenían ni idea de la mala colocación de una de las niñas, que no podía encajarse en el canal del parto ni dejaba encajarse a su hermana. Bueno, tampoco sabían que eran niñas.
El domingo por la tarde, cuando ya probablemente corrían peligro las tres vidas que había en juego, los médicos decidieron practicarle una cesárea vaginal, un destrozo en toda regla que no se contempla en la medicina moderna.
Lo último que vio antes de que la anestesia la dejase dormida fue la imagen de la Virgen de Fátima y una promesa: si nacía una niña, se llamaría Fátima.

El domingo 8 de noviembre, a las siete de la tarde, nació Fátima y a las siete y diez, Almudena.
Fátima no desplegó los pulmones, no respiraba bien y se la llevaron a una incubadora en estado crítico.
Durante veintiún días, Almudena dormía plácidamente en su cuna mientras Fátima luchaba por vivir. La joven madre, amamantaba a una en casa y a otra en el hospital, cada día, dejándose su salud en ello.

Una mañana, cuando estaba alimentando a Fátima, el pediatra le dijo que, cuando regresase por la tarde, se llevase ropita para la niña, que ya había firmado el alta hospitalaria. No tuvo que volver, se quitó su gruesa chaqueta de lana, la envolvió en ella y se la llevó a casa en un taxi.

En casa la esperaba su hermana. Desde ese día compartieron cuna, luego cama, después literas, colegio, instituto…

Sesenta años compartiendo la vida.
8-11-1959/8-11-2019



viernes, 1 de noviembre de 2019

Dolor y gloria


Narra una serie de reencuentros en la vida de Salvador Mallo, un director de cine en su ocaso. Algunos de ellos físicos, y otros recordados, como su infancia en los años 60, cuando emigró con sus padres a Paterna, un pueblo de Valencia, en busca de prosperidad, así como el primer deseo, su primer amor adulto ya en el Madrid de los 80, el dolor de la ruptura de este amor cuando todavía estaba vivo y palpitante, la escritura como única terapia para olvidar lo inolvidable, el temprano descubrimiento del cine, y el vacío, el inconmensurable vacío ante la imposibilidad de seguir rodando. "Dolor y Gloria" habla de la creación, de la dificultad de separarla de la propia vida y de las pasiones que le dan sentido y esperanza. En la recuperación de su pasado, Salvador encuentra la necesidad urgente de volver a escribir.

Mi opinión:

Había leído que esta película pasaría a la historia porque le  gustaría a aquellos que no les gusta el cine de Almodóvar. Yo no lo creo así, es una película del estilo del manchego, en todo su desarrollo e, incluso, en el final.

Destaco el magnífico trabajo de Antonio Banderas, con una interpretación magistral y el de Asier Etxeandía, que también lo borda como secundario.

La película nos narra el declive de un director que se «ha comido» la vida, y que da un frenazo físico por su precario estado de salud y mental por el fallecimiento de su madre, y la ruptura con su gran amor, que todavía no ha asimilado.
Con flashback a su pasado y a su infancia, nos va revelando sus propios fantasmas.

Y ahora viene mi reflexión: ¿Si esta película no narrase retazos y momentos de la vida del propio Almodóvar, habría tenido éxito? Yo creo que si dejamos fuera esa historia y la vemos como la de un director en decadencia, sin un apellido detrás, lo único que destacaríamos sería el magnífico trabajo de los actores, una buena dirección, sin duda Almodóvar sabe lo que hace y un guión muy, muy normalito.

He visto todo el cine del director manchego y esta no es, ni de lejos, su mejor película.