Hoy es un día para hablar de madres, para felicitar, para
regalar flores, para comer en familia.
Todo esto es precioso, pero a mí me ha dado por pensar en la
vejez en general y en la de mi madre, en particular.

Pero esto solo pasa unos pocos, días al año.
La realidad es que está viejita, llena de achaques, con un
montón de operaciones y tratamientos a sus espaldas, y con muy pocas ganas de
vivir porque, no nos engañemos, la vejez es muy triste.
Nosotros vivimos cerca, la vemos, uno u otro, todos los
días, pero tenemos la vida que nos ha tocado, estresante, ajetreada y con poco
tiempo, mucho menos del que tenían las generaciones anteriores en las que las
hijas no trabajaban y se hacían cargo de sus mayores y de sus propios hijos.
Su día a día es complicado. Tiene que hacer un esfuerzo para
salir, porque no le apetece. Aunque suele salir acompañada, le cuesta caminar y
cien metros se convierten en diez kilómetros para sus piernas cansadas.
Ya no tiene ni vista ni manos para coser, que ha sido una de
sus grandes pasiones. Su otra pasión, la lectura, también la ha perdido. Ningún
libro le entretiene, dice que porque no le gustan, pero la verdad es que se le
olvida parte de lo leído y no llega a cogerle el gusto a la historia.
La televisión le gusta poco, nunca le ha gustado mucho, y se
empeña en ver programas tristísimos que no sé ni cómo los mantienen en antena,
porque deprimen a todos los abuelos, que son sus únicos seguidores.
El comer con poca sal le hace perder gusto por las comidas,
que no se le hacen apetecibles.
Y a todo esto debemos añadir lo más importante: la soledad.
Pasa muchísimas horas solas, sin hablar con nadie y dándole
vueltas a sus achaques y a cómo le ha cambiado la vida.
Porque si para los demás vivir el deterioro de la persona
querida es duro, para uno mismo, tiene que ser durísimo. Ver en lo que nos
convertimos, en la incapacidad para hacer lo que antes era sencillo, en la
dependencia de otros.
Hoy he visto en mi muro de facebook que muchos ponían una
foto de su madre, casi todas de cuando eran jóvenes, a nadie le gusta recrearse
en la vejez porque es un día para estar alegre, pero a mí me da por pensar que
muchos de nuestros mayores hacen un esfuerzo sobrehumano por sobrevivir cada
día, todos esos días que no son el día de la madre, y entiendo que muchas veces
piensen que lo que más les apetece es reunirse con los que ya se han ido.
Porque la vejez es triste, pero la de una madre, te rompe el
corazón.
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