Llegó el sol que tanto estábamos esperando.
Y con el buen tiempo, nos echamos a la calle a disfrutar
de sus rayitos.
Yo soy lo que se llama madrileña castiza y vivo en los
límites del llamado “barrio de los Austrias” hacia la zona del Palacio Real.
Este es mi barrio de toda la vida. En él he nacido, en él
conocí a mi marido y en él he criado a mis hijos y los he visto crecer y
abandonar el nido y el barrio.
Pero mi barrio me lo roban en cuanto empieza el buen
tiempo.
Los bares de copas, los restaurantes y El Rastro no son
cosa exclusiva de la primavera pero con esta estación llegan los que deciden
pasar el día en las terrazas y tirados en los parques, ensanchamientos de acera
y cualquier sitio susceptible de tumbarse.
Y lo hacen sin ningún respeto a los que vivimos aquí.
Aunque el Ayuntamiento prohibió hace mucho tiempo el
consumo de alcohol en la calle, aquí no se cumple, porque no hay nadie que se
lo recuerde, ni les multe.
Ya lo denuncié hace años, publicaron mi queja en “cartas
al director” de varios periódicos, y se abrió una incidencia en la Junta
Municipal de Centro, que le pasó la “patata caliente” a la Policía Municipal,
que no pudo o no supo poner ninguna solución.
Lejos de mejorar, ha empeorado por dos motivos principales:
Al Ayuntamiento le es mucho más rentable dar licencias para terrazas que multar
a unos infractores, y la ley anti-tabaco ha favorecido el “alterne” en la
calle.
Las terrazas se llenan y entonces empiezan “los
tumbados”, aunque hay algunos que prefieren directamente “ocupar” las aceras
que sentarse en una terraza.
A todo esto hay que añadirle que vienen en coche. Cuando
los dos aparcamientos cercanos se saturan, se forman inmensas caravanas de
coches recorriendo todas las calles en busca de un huequito para aparcar.
Les valen esquinas, pasos de cebra, plazas de
minusválido, vados permanentes, ensanche de portales, cualquier cosa. Saben que
es muy difícil que les visite la autoridad y les multe.
Tampoco respetan las direcciones de las calles, entran
por dirección prohibida para atajar o evitar el atasco de la calle siguiente.
Y después, cuando se han bebido varias cervezas o lo que
sea, deciden que no se pueden ir a su casa con la vejiga llena, no vayan a
enfermar y utilizan las esquinas para evacuar todo el sobrante, porque les da
igual, no es su barrio y ni se plantean que aquí vive gente que va a tener que
soportar el olor de sus meadas.
De verdad que no exagero nada, que a cualquiera que le
explicas donde vivo te contesta “genial, vaya ambientazo” pero es que yo no
estoy de “marcha”, yo vivo aquí, es mi barrio y me gusta y no soporto que me lo
“secuestren” cada primavera.
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