Hace un par de meses
escribí sobre la aventura que, como ciudadana, me supuso que me robasen la
cartera.
Hoy la aventura es en
la administración sanitaria.
En febrero me hicieron
una revisión en el hospital Ramón y Cajal de Madrid, revisión que me repiten
cada año y que, por circunstancias que no viene al caso explicarlas, no me la
hacen en mi hospital de referencia, sino en este, muy lejano a mi domicilio.
El médico me encontró
tan bien que me mandó volver en dieciocho meses, y ahí empezaron los problemas.
En febrero de 2013 es
imposible que te citen para junio del 2014, porque no lo permiten los sistemas
informáticos.
Cómo las citas son
presenciales, la tecnología telefónica o vía internet, no ha llegado a ellos,
me aconsejaron que volviese en junio.
He ido hoy.
Cómo ya sé por otras
veces que cambian continuamente la forma de trabajar, me he dirigido a
información y después de esperar que atendiesen a las cuatro personas que tenía
delante, me han confirmado que estaba en el lugar idóneo para solicitar mis
citas.
Ya había cogido número
y tenía por delante cincuenta y dos personas.
Hay ocho mesas pero
sólo funcionaban dos.
Me he sentado
cómodamente y he aguantado la hora que han tardado en atenderme.
Cuando llego a la mesa
número uno, me indica la amable señorita que esas citas no son aquí, que se
citan directamente en la secretaría del departamento al que pertenece mi
médico.
Ante mi cara de
sorpresa y mis explicaciones, se levanta y me acompaña para
ridiculizar a la persona que me dio la información y decirla que no se enteran
de nada.
La mujer se disculpa, y
me dice que me acompañará personalmente al lugar donde me tienen que citar,
aunque le explico que no es necesario, que sé perfectamente donde está.
Deja sólo el mostrador
de información, porque no hay nadie para sustituirla,
y me acompaña.
En el camino me explica
que no pueden más, que están estresados, que las mesas que no funcionan son de
interinos a los que no se les ha renovado el contrato, que donde había quince
personas, ahora hay cinco y que los que pagamos las consecuencias somos los
pacientes.
Además los gestores
cambian cada lunes y cada martes los sistemas de citación, etc., etc., etc.
Vamos, que me ha dado
hasta pena y me ha faltado ser yo la que le pidiese disculpas a ella.
Por fin en la
ventanilla adecuada y tras una espera de diez minutos, consigo mis citas.
El tiempo invertido,
desde que he salido de casa hasta que he vuelto, ha sido de tres horas.
Si yo hubiese tenido
que pedir permiso en el trabajo, porque este tipo de citas, se me ha olvidado
decirlo, sólo se pueden hacer de 8:30 a 14 horas, habrían pensado que estaba
abusando.
Por supuesto las citas
son por la mañana, porque estas pruebas no se hacen en horario de tarde, por lo
que cualquier trabajador tendría que pedir otros dos días, uno para las pruebas
y otro para el especialista.
Conclusión, que no
siempre el absentismo es culpa de los trabajadores, cómo dicen las estadísticas
y los empresarios.
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