viernes, 6 de diciembre de 2013

Se cumplió un deseo…..


Hace unos días viajé a Venecia.

En realidad fui a Milán a visitar a mi hija y aprovechamos para ir en tren a Venecia, pasando por Verona.
Pero este viaje para mí no era uno más.

Me casé hace treinta y cinco años y, ya entonces, quise ir de “viaje de novios” a Venecia.
Mi novio y mi padre me quitaron la idea de la cabeza.
Venecia estaba en 1978 mucho más lejos que ahora, la moneda era diferente, era necesario el pasaporte y, para añadir dificultades, yo me casé siendo menor de edad, porque la Constitución que hoy celebramos todavía no se había firmado, por lo que la mayoría de edad era a los veintiún años.
Total, que nos fuimos a Canarias, cómo la mayoría de las parejas de la época, al menos de mi nivel social.
Para quien no sepa la diferencia tan enorme existente con el mundo que vivimos hoy, ese verano fuimos a Estepona y me negaron la entrada en el Casino de Puerto Banús, siendo ya una mujer casada.
En fin, que me quedé sin ir a Venecia y he tardado todos estos años en vivir mi sueño.
Y no es porque no haya viajado.
He recorrido casi toda España y varias capitales europeas. De hecho, en Roma he estado dos veces.
Pero Venecia parecía gafada. Siempre que intentaba organizar el viaje, surgía un contratiempo, económico o de fechas y quedaba pendiente.
No os lo vais a creer, pero cuando salí de la Estación de Santa Lucía, y vi el gran Canal, con la inmensa cúpula de la iglesia de San Simeone Piccolo en frente, un escalofrío me recorrió todo el cuerpo.
He pasado dos días maravillosos, en los que el tiempo me ha regalado con un sol espléndido, y he disfrutado de una ciudad que soñaba con conocer y que no me ha defraudado nada.
La he recorrido en vaporetto y a pie, porque hemos caminado mucho, muchísimo.
Hemos visitado barrios, canales menores, puentecitos, plazoletas, rincones. No hemos desperdiciado ni un solo minuto.
La compañía inmejorable, mi marido y mi hija que recordará siempre que aquí celebramos su cumpleaños.

Me ha emocionado tanto el viaje que no podía dejar de escribirlo, de compartirlo.

Es bonito poder decir que has cumplido un deseo que llevabas esperando tanto tiempo. Me he prometido volver, pero aunque no lo cumpla, me quedará en el recuerdo esta bellísima ciudad que tantas veces había soñado con visitar.

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