Ya os he contado muchas veces que me gusta mucho la navidad
y conservar algunas tradiciones que, con mayor o menor éxito, intento que
aprendan la generaciones siguientes.

Yo los envío a personas muy cercanas, incluso a
mis hijos, porque me gusta que los pongan como un adorno más.
También recibe mi felicitación mi sobrina y ahijada, que
tiene veintitrés años. Las lleva recibiendo veintidós navidades.
En un principio buscaba que tuviese un muñeco bonito, que
ella ponía junto a su árbol, porque no sabía leer y sólo identificaba los
dibujos, después se la enviaba porque le encantaba recibir una carta a su nombre y después lo he seguído haciéndo, año tras año, por tradición.
Su respuesta siempre fue un beso de agradecimiento el
día de Nochebuena.
Pero este año, se me ha adelantado. Me lo ha enviado ella
primero, por correo y elaborado manualmente, plasmando en un trozo de cartulina
todo su cariño.
Parecerá increíble la ilusión que me ha hecho, pero mis
navidades están llenas de estas tontunas, las que no espero recibir y que me alegran el día.
Gracias Ari.
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