Sigo con mis historias veraniegas.

La playa es, sin duda, un lugar idóneo para cruzarse con personajes variopintos.
Yo busco un bañador que me sea cómodo, que me tape todo lo que los años me han ido regalando y es posible cubrir. Añado un pareo que haga juego y me lo pongo haciendo una falda graciosa que cubra los muslos y que me sirva, a la vuelta, para cubrirme el escote porque soy alérgica al sol y lo voy a tener de frente. Completo el conjunto con un sombrero de paja de ala ancha, y unas gafas de sol graduadas.
Y así, “monísima”, me dispongo a dar un paseo de una hora. Y empiezo a fijarme en el personal.
Me cruzo a la parejita blanca como la leche que no han visto el sol desde el verano pasado y que han ido a algún hotel de la zona a pasar el fin de semana.


Matrimonios con niños pequeños, que se dejan cubrir de barro, hacen moldes para hacer castillos de arena y se bañan en la orilla, jugando con las olas y disfrutando otra vez de la infancia, al menos por un ratito.

Señoras gordas que, sin ningún tipo de complejo, se visten un bikini sobre el que le cae la carne fofa de la tripa.
Otras que gustan de hacer top-les aunque lo que dejan al descubierto es mejor taparlo, al menos para pasear, ya que las leyes de la gravedad no saben de edades.
Pasé junto a una sombrilla que me trasladó al pasado con un señor con gorra de marinero y una señora con bañador negro con faldita de volante, modelitos que estaban de moda cuando yo era niña.

Niños que se echaban bolas de barro y jóvenes que jugaban con palas de playa, más pendientes de las chicas que paseaban junto a ellos que de dar a la pelota.
Toda clase de bañadores, de sombreros, de bolsitos impermeables para no dejar abandonadas las llaves y el móvil durante el paseo, pareos, camisetas, gafas de sol, en un improvisado pase de modelos que transcurre a la orilla del mar, mientras la marea va subiendo, y la playa se va despejando porque se acerca la hora de la comida.
Así transcurrió mi paseo y cuando regresé a la sombrilla me dio por pensar que diría la gente de mí, en qué grupo me metería.
Yo los meto a todos en el mismo saco y os lo cuento.
Jajajajajaja Almudena. Imposible describirlo mejor. Eres un crak amiga. También me ha entretenido algunas veces ese juego.
ResponderEliminarGracias por leer todo lo que escribo.
EliminarUn beso, amiga.
Así es,algun otro grupo queda,los que se traen la casa a la playa y lo convierten en un chiringo de playa sillas,mesa,pérgola,neveras etc...
ResponderEliminarPero lo que has contado lo he visualizado perfectamente
Tienes razón, hay más grupos pero me he limitado casi a lo que aprecias al pasear, en los que vas cruzando o están muy en primera línea.
EliminarMe encanta que visualices lo que escribo.
Yo no estoy en esos grupos. Ya no me gusta la playa. En mis años jóvenes sí, pero me pasaba el rato jugando a palas en la orilla. Claro que no había tanta gente. Iba en bikini sin la parte de arriba, pero mi exhuberancia nunca ha sido peligro para que la ley de la gravedad haga estragos, así que podría seguir haciéndolo si no fuese por esas estrías instaladas por todos sitios. ¡Malditas sean!
ResponderEliminarMuy buen reportaje.
Siempre espero tu comentario y tú crítica, que para eso te he nombrado mi maestra.
EliminarBesitos.
Muy bueno Almudena. Me ha encantado.
ResponderEliminar