jueves, 18 de julio de 2019

Observando

Siempre he sido una persona observadora, miro a los que me rodean y me invento sus historias con lo que veo, su ropa, su forma de hablar, el libro que están leyendo...

Ayer me senté a tomar algo fresco en Campello, después de haber visitado su famoso mercadillo que es, por cierto, muy curioso: una enorme superficie en ele, abarcando dos calles en las que se puede encontrar y ropa, calzado, menaje y complementos, de diferentes calidades y precios, algunas de ellas poco apropiadas para un mercadillo, con un estilo más acordé con una boutique (y bastante caras).  En el vértice, en los bajos del polideportivo municipal, un gran mercado de  fruta, verdura, flores y especialidades alimenticias.

Pero bueno, lo que os iba a contar: una pareja mayor de setenta sentada a mi lado, extranjeros, hablan en alemán. Tienen casa aquí, ¿por qué lo sé? Llevan carrito con la compra hecha en el mercadillo y un ramo de flores para adornar el saloncito de su apartamento que tiene una terraza con vistas al mar (en ella guardan el carrito que deja entrever algo de óxido en sus tubos y polvo de vivir a la intemperie).
Al pagar, de despiden del camarero, Luis, al que llaman por su nombre y este les dedica un afectuoso saludo —hasta mañana, Klaus—
Definitivamente, no son veraneantes, hablan muy bien español.
A la salida, se entretienen conversando con la panadera, probablemente no vivan lejos y compren aquí, cada día, su pan integral o negro, porque me he fijado que tienen muchísima variedad, está claro que cuidan a sus clientes.

Pienso que Klaus y su mujer han trabajado duro para permitirse una jubilación en España, su retiro dorado.
Probablemente los visiten sus hijos y ellos pasen alguna temporada en su Alemania natal.

Y hasta aquí lo que ha dado de sí mi observación.

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