Hoy es el primer día después de la Navidad y leo en Facebook, escucho en la cafetería e incluso a mis allegados decir que “por fín”
se acabó la navidad.
Realmente no lo entiendo.
Las ciudades se visten de colores, con luces,
guirnaldas y árboles decorados, escaparates vistosos, dándole al gris invierno
una tonalidad mucho más alegre.
Las familias se reúnen, siendo unas de las pocas
ocasiones al año que muchos tienen oportunidad de verse, charlar y disfrutar de
una sobremesa relajada.
Se hacen compras, y si las personas son cómo deben
de ser, no se dilapida el dinero que no se tiene, simplemente se intenta hacer
algo especial.
La gente va con prisa, como siempre, pero se para
a desearte con una sonrisa “feliz navidad” o “feliz año”
En las casas decoramos y, por unos días, cambiamos
las cosas de sitio para hacer hueco al Nacimiento, al árbol de navidad y a
algún otro adorno.
La fuente del turrón nos proporciona un picoteo
entre horas que luego nos vamos a quitar en el gimnasio o con el régimen de
turno.
Y las comidas……
Comemos y cenamos mucho.
Pero es que en la cultura española se celebra todo
comiendo.
Si quedamos con amigos, comemos o cenamos.
Si hacemos turismo siempre habrá alguien que nos
recomiende un lugar donde comer bien, rara vez nos mencionarán un cuadro o una
escultura que no debemos dejar de ver.
En vacaciones de verano, o en Semana Santa,
movemos maletas, viajamos un montón de horas, dormimos en diferentes lugares y
regresamos, en muchas ocasiones, más cansados de lo que nos fuimos, pero a
nadie se le ocurre decir “por fin se acabaron las vacaciones”
Sin embargo a las navidades se las tiene una
tirria que no es normal.

Hay muchísima gente que dice no gustarle porque le
faltan seres queridos, a mí también, pero les añoro todo el año y en navidad
prefiero disfrutar de los que están aquí que se merecen mi atención tanto como
los que no están.
Otro argumento es que hay que poner buena cara a
quien no nos cae bien, y tampoco me vale porque si es alguien cercano, tendré
que poner esa buena cara en muchas más ocasiones al año y no digo nada, y si es
lejano puedo excluirle de mi navidad.
En estos días tan duros de crisis, de paro, de
corrupción, vivir durante unos días una rutina diferente puede ser hasta
terapéutico.
Y no me vale que nadie me comente que hay muchas
familias que no han podido celebrar la navidad por falta de recursos, porque
para mí la navidad no es una cuestión económica, sino de espíritu y me da mucha
pena que ese espíritu se esté perdiendo.
¡Pues vaya! Yo soy de las que dicen ¡por fin! Te lo explico. No me sirven los argumentos que das, es por falta de costumbre. Siempre he ido un poco por libre; detestolas multitudes y he vivido con frecuencia sola, como ahora y comer con más de veinte personas me aturde, me desquicia. Me pasa lo mismo con las bodas, las celebraciones y todo lo que sea numeroso. La Navidad es un agobio. Este año la cena en una casa, Navidad en otra, y así termina hasta que llegan Reyes y se vuelve a liar... ¡Uf!
ResponderEliminarYo me alegro de los que os gusta, de que lo paséis bien, no tiene nada que ver. Tampoco las odio, claro, simplemente me agobian.
Ahora me deja responder.
EliminarA mí me encanta reunirme con la gente, y todos los preparativos de la Navidad.
Y, por supuesto, me encantan las bodas.
Pero todas las opiniones son respetables, siempre que no se intente acabar con aquello que no nos gusta a nosotros pero sí a otras personas.
Gracias por leerme.