Tenía pendiente de contar mi visita al Museo del
Romanticismo de la que salí gratamente impresionada.
El museo tiene su sede en un palacete de la calle San Mateo
y, desde que traspasamos la entrada, nos vemos trasportados a otro periodo.
Benigno de la Vega Inclán y Flaquer quiso mostrar cómo
vivían sus padres y sus abuelos en un periodo fascinante de nuestra historia:
El Romanticismo.
Lo que comenzó con 12 salas y 86 piezas, cuenta en la
actualidad con 16.000 piezas en sus fondos.
Lo especial de esta visita es que hay una exposición
temporal cedida por el Museo del Traje, con vestidos de esta época que están
colocados a lo largo del recorrido, en cada estancia.
En el salón de baile, magníficos vestidos de noche, en el
comedor, los de diario, en el dormitorio, uno de dormir y uno de novia y así en
todas las estancias.
Hemos comenzado el recorrido a través de la preciosa escalera del palacete, con soberbios cuadros.
Todo es bonito, cortinajes, lámparas, alfombras, muebles.
Mi imaginación vuela para poner personas en esos salones, yo misma vestida con
esas maravillosas sedas.
En el oratorio, presidido por el cuadro de San Gregorio
Magno, de Goya, un vestido de novia que me deja embobada. Lo podría lucir una
novia del siglo XXI.
En el cuarto de los niños, las muñecas de porcelana con
caras feas, no me gustan este tipo de muñecas. Me llaman la atención las casas
de muñecas, con todo lujo de detalles.
El despacho me encanta y la mesa de billar y, para terminar, una ilusión óptica de una pareja en dos escenas cotidianas, llegando a su casa en coche de caballos y bailando un vals.
El despacho me encanta y la mesa de billar y, para terminar, una ilusión óptica de una pareja en dos escenas cotidianas, llegando a su casa en coche de caballos y bailando un vals.
El jardín, cerrado, sólo podemos verlo a través de las
ventanas. Pequeño, coqueto, con un magnolio que le da nombre.
El Museo expone una obra invitada, el corsé de la reina Isabel
II que le salvó la vida en el atentado del cura Merino, cedido por el Museo
Arqueológico Nacional. Curioso, con las manchas de sangre.
La pieza del trimestre es la sombrilla de la Casa Verdier
que Alfonso XII le regaló a María de las Mercedes de Orleans, antes de su boda.
Esta pareja protagonizó una romántica historia de amor que
acabó, como dice el romance, cuando ella falleció de tifus a los cinco meses de
su boda.
Como curiosidad, estuvo enterrada en el pabellón de Infantes
de El Escorial, y no en el pabellón de Reyes, ya que fue Reina consorte pero no
madre de Rey. Desde el año 2000 reposa en la Catedral de la Almudena,
cumpliendo el deseo de Alfonso XII.
La visita la podéis acabar degustando un magnífico café en
una pequeña cafetería que han habilitado en la planta baja y que es independiente al museo.
Os invito a conocerlo, os va a gustar.
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