sábado, 18 de febrero de 2017

Paseando por el Madrid de los Austrias.

Hoy he vuelto a acudir a la cita organizada por el grupo MBN, esta vez para recorrer el Madrid de los Austrias.
En la Plaza de Oriente, Tania, nuestra guía y compañera del grupo, nos ha iniciado en la historia de los Austrias, que vinieron a España de la mano de Felipe el Hermoso y cuyo primer rey fue Carlos I de España y V de Alemania que concedió a Madrid los títulos de «coronada e imperial»
Nos ha hablado de diferentes cuellos en la vestimenta femenina y masculina, como las gorgueras, lechuguillas, golillas y valonas.
Ha contado la historia de la estatua de Felipe IV, que para poderse mantener en corveta, necesitó los cálculos de Galileo, junto con el arte de Velázquez y Pietro Tacca.
En la cercana iglesia de la Encarnación, con un pasadizo que la unía al Alcázar y en cuyo convento vivieron damas de la nobleza, nos hemos hecho la foto de grupo. En su interior, el relicario con la sangre de San Pantaleón, que fue estudiado por la propia Inquisición, se sigue venerando en la actualidad cada 27 de julio.
Con buena marcha, nos han llevado al Monasterio de las Descalzas Reales. Otro convento de grandes damas, fundado por la hermana de Felipe II. Tania nos ha contado lo importante que fueron las mujeres en la vida de este rey. A su hermana Juana la encomendó la educación de sus hijas y con su hija Isabel Clara Eugenia tuvo una relación muy estrecha, dejándose ayudar por ella en la gobernación de su vasto imperio. Mujer inteligentísima y muy querida por todos los que la rodearon.
En la iglesia de San Ginés nos hemos enterado de la leyenda del fantasma que aquí habita y que lleva su cabeza en la mano, ya que fue decapitado por una codena injusta y el cocodrilo disecado que despareció de la capilla en la que se encontraba.
En la plaza de Isabel II «Ópera» nos ha contado la historia de Los caños del Peral, cuyas ruinas están debajo de nuestros pies, dentro del metro y se pueden visitar y la idea de Felipe II de conseguir que el río Manzanares fuese navegable y poder llegar, siguiendo por el Jarama y el Tajo, hasta Lisboa. Lo costosísimo del proyecto y el dinero que se gastaron con la Armada Invencible, dejaron el sueño del rey sin ni siquiera comenzar.
Está cayendo la tarde. Subimos por la calle Factor y contemplamos una panorámica maravillosa del Palacio Real y La Almudena, con el cielo rojizo de fondo.
En la calle de la Almudena, sobre las ruinas de lo que fue la iglesia de Santa María de la Almudena, nos cuenta el asesinato de Escobedo, todavía sin resolver y las intrigas palaciegas que poco han cambiado con el trascurrir de los años.
Pasamos por delante de la Catedral Militar, al lado del actual Consejo de Estado, antiguo palacio del duque de Uceda, valido de Felipe III, que se mandó edificar palacio, convento e iglesia a imitación del monarca.
En la plaza de la Villa, ya de noche y con una sugerente iluminación, la Torre de los Lujanes, en la que estuvo temporalmente recluido el rey de Francia Francisco I, los escudos de la casa, ladeados por ser hijos ilegítimos, el bellísimo palacio que fue durante años el Ayuntamiento de Madrid y la casa de Cisneros. Conforman una de las plazas más bonitas de Madrid.
Por la calle del Codo, famosa porque a Quevedo le gustaba mear en ella, desembocamos en la plaza del Conde de Miranda, contemplamos la sobria fachada del convento de Las Carboneras y nos explica nuestra guía la extraña nomenclatura que existe en muchas fachadas de Madrid, que nos indican el número de casa y de manzana.
A los pies del Arco de Cuchilleros, nos cuenta la historia de la Plaza Mayor, de la prostitución que era legal en la época, de los teatros, los mentideros y los mercados.
Nos pide, como ha venido haciendo las últimas tres horas, que hagamos un ejercicio de imaginación y pensemos en un día en el Madrid de los Austrias.
Un Madrid, sucio, en el que la tierra o barro de las calles sin empedrar se mezclan con los excrementos de los animales y los humanos, ya que no hay alcantarillado, y hace poco tiempo que se ha prohibido vaciar los orinales a través de las ventanas.
Los habitantes de Madrid, ricos y pobres, no saben lo que es bañarse, sólo se lavan las partes que pueden quedar al aire, es decir, la cara, las manos y los pies porque los consideran erógenos.
Las ropas tampoco se lavan, solo las camisas interiores.
Si a ello añadimos que conviven con animales, el hedor en la ciudad es insoportable y, aunque probablemente estén acostumbrados a ello, a las personas que vienen de fuera les llama la atención y así ha quedado plasmado en los escritos.
La ruta está llegando a su fin pero va a tener un broche de oro. Hoy se inaugura el espectáculo de luz y sonido en la Plaza Mayor con el que se inician los actos del cuarto centenario.
Contemplamos el bonito espectáculo y nos desperdigamos. Ha sido una tarde magnífica, que recordaremos con cientos de fotos.
A los que la habéis compartido la tarde conmigo, a Pablo por organizarla, a Tania por contarnos tantas curiosidades, a Ana Isabel, por la agradable conversación, a todos,  gracias.




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