miércoles, 24 de noviembre de 2021

Mi princesa cumple 40

 



Hacía una mañana soleada, aunque fría, no se encontraba bien, tenía un hormigueo en la tripa y una presión importante. Acudió, como cada día, a comer en casa de su madre, vivía muy cerquita y ella, nada más verla, decidió cambiar su menú por uno ligero, la cara de su hija anunciaba un parto inminente.

Esa tarde tenía consulta con su ginecólogo y su madre insistió para que metiese en el maletero del coche la pequeña maleta, llevaba un mes preparada, que contenía lo necesario para ella y para su bebé.

Su madre no se equivocó, en un primer reconocimiento le confirmaron que estaba de parto, que se fuese para el hospital. Apenas tres horas después, tenía a su hija en brazos. No sabía, hasta que se la pusieron sobre el pecho, que era una niña, todavía no se hacían ecografías si no se intuía algún peligro. Era perfecta, pequeñísima, pero perfecta.

Después supo que su madre y su marido, que esperaban en la habitación, se habían abrazado llorando y que su padre, al recibir la esperada llamada telefónica, se asomó a la ventana y gritó por el patio — ¡vecinos, soy abuelo! —

Cuarenta años han pasado desde ese día, madre e hija, amigas, confidentes, sonrisas y lágrimas, una vida compartida, juntas, siempre juntas.

¡Felicidades, princesa!

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