Ya he vestido la casa de Navidad con muchos detalles que, para mí, son tradiciones y recuerdos.
Este año el árbol tiene una bola
especial, la que mi sobrina Ari nos decoró las navidades pasadas y que no nos
pudo dar por culpa de las restricciones, primero, y nuestro contagio del virus,
después.
Lo han decorado dos de mis
nietas, a las que intentamos inculcarles el espíritu de la Navidad.
Al lado del árbol, está el
poblado de Papá Noel. Cuando murió mi padre, ya hace muchos años, tenía
figuritas de madera, muy pequeñas, que utilicé para decorar un árbol pequeñito
en casa de mi madre. Pero cuando ella también se fue, monté este pueblito, con
su estación, su tren y un gran árbol, todo de madera. También pongo un árbol de
cristal de murano que compré en Venecia y que el resto del año vive en la
vitrina junto a las copas de cava.
En el pasillo, montamos el
nacimiento que ha pasado por muchas etapas. Cuando mis hijos eran pequeños,
poníamos uno con figuras de barro, a dos alturas, en una maqueta que hizo mi
padre y que guardábamos en su buhardilla. La maqueta se fue deteriorando y
acabó en la basura y las figuras, simplemente, desaparecieron. Nadie sabe dónde
están.
Con el nacimiento de Victoria, mi primera nieta y, meses después, de Manuela, me replanteé nuevamente el belén. Coincidiendo con su segunda Navidad decidí sustituirlo por uno de plástico, con el que pudiese jugar, como ya hicieron mis hijos. Este se queda por ahora, porque luego vino Almudena y después llegará… bueno eso ya os lo contaré.
No hay comentarios:
Publicar un comentario