
Mientras la selección española debutaba ante Austria, perdiendo por 1-2, en el recién inaugurado Mundial de Fútbol de Argentina, yo me casaba con el hombre que había elegido para compartir mi vida.
Y aquí estamos, cuarenta años después, celebrando con un viaje haber conseguido superar las pruebas que la vida ha ido poniendo a nuestro matrimonio. La primera y la más difícil, aprender a convivir. Después viene la educación de los hijos, las enfermedades, la pérdida de nuestros padres, nos hemos ido curtiendo juntos y ayudándonos a sanar las heridas. También hemos compartido momentos preciosos, el nacimiento de nuestros hijos, sus éxitos en la vida, sus bodas, convertirnos en abuelos, sonrisas y complicidad que nos han permitido llegar hasta aquí.
Y discutir, discutir muchísimo. ¿Por qué no decirlo? Creo que ese es nuestro secreto: estar de acuerdo solo en las cosas más importantes y ser opuestos en todo lo demás.
Pero, sinceramente, no concibo mi vida sin la persona que me ha acompañado durante todo este periplo, con nuestros malos y buenos momentos, escribiendo cada día páginas nuevas en nuestro libro.
Las llaman bodas de rubí, cuarenta años juntos, nada más…y nada menos.
Acabo con unas palabras que le he cogido prestadas a Mikel Alvira «La felicidad no es algo que se alcanza sino algo que se construye» Nosotros llevamos cuarenta años construyendo la nuestra y, en muchos momentos, lo hemos conseguido.

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