domingo, 29 de enero de 2017

Rincones 4 Alpargatería

Alpargatería Hernanz

Hoy os voy a llevar a un rincón especial por su antigüedad, seguidme...

Si accedemos a la calle de Toledo por el Arco de Cofreros de la Plaza Mayor, nada más acabar los soportales nos encontramos con la alpargatería-cordelería Hernanz, una tienda que lleva en el mismo lugar desde 1845. La inauguró Toribio Hernanz, el bisabuelo de los actuales propietarios.
El negocio era, en un principio, de cabestrantes y después se convirtió en alpargatería y cordelería.
A finales del XIX se compraban muchas sogas, cañizos, espuertas y cordeles, empleadas en la construcción. Además, los cestos de fabricación propia eran muy apreciados por la clientela.
Las alpargatas se empezaron a utilizar como calzado fresco y barato para los obreros y la gente de campo. En Madrid era fácil vérselas a los mieleros o a los vendedores de melones que rodeaban el antiguo Mercado de la Cebada.
En los años 30, Dalí o Lorca las calzaron como símbolo de la intelectualidad, después los hippies las hicieron suyas pero, transcurrido el tiempo, cuando este tipo de calzado estaba abocado a desaparecer o quedarse limitado a disfraces o trajes regionales, al modisto Ives Sant Laurent se le ocurrió que, poniéndole cuña, se podían incluir en cualquier pasarela de alta costura.
Desde ese momento, hasta hoy, no han dejado de evolucionar y convertirse en imprescindible en cualquier armario.
Y es aquí donde la familia Hernanz ha sabido mantener su negocio, evolucionar ofreciéndonos todos los colores imaginables, diferentes alturas de cuña, las tradicionales, las infantiles, las económicas para regalar en las bodas y las pensadas para que la novia se quite, por fin, sus preciosos zapatos que le están destrozando los pies.
Desde la talla 16 a la 49 y en alpargatas tradicionales hasta el 56.
Si se acerca el buen tiempo, la fila que se forma en la acera hace preguntar a los transeúntes si regalan algo.
En el interior huele a cuerda porque siguen teniendo de diferentes gruesos y tonalidades, cestos, sacos, espartos y millares de alpargatas.
Me recibe Jesús Hernanz que, junto con su hermano Antonio, son la cuarta generación de la familia regentando el establecimiento.
Está detrás del gran mostrador de madera y me cuenta que trabaja aquí desde los catorce años. Lo compaginaba con sus estudios en el cercano Instituto de San Isidro y después en la Universidad.
Por aquí pasan todo tipo de clientes, asiduos los miembros del equipo de baloncesto del Real Madrid, sobre todo los más mayores y la Infanta Elena. Susan Sarandon, se llevó alpargatas para medio país, me relata entre risas. También son los proveedores de la Casa Imperial de Marruecos, que no imaginaba yo que utilizasen este tipo de calzado.
Durante nuestra conversación me da una exclusiva, entre divertido y emocionado: Creían que con ellos se iba a acabar el negocio, pero su hija Marta ha decidido, recientemente, entrar a formar parte de la empresa. Es la quinta generación y, con esta incorporación, se asegura que este comercio tan entrañable siga con sus puertas abiertas durante muchos años más.
Me alegra poder seguir paseando por aquí y ver los escaparates llenos de color con los cierres levantados.



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