Para mí la Navidad es una cadena de tradiciones que me gusta
seguir sin darle la espalda a las innovaciones necesarias con los cambios que
en toda familia se van produciendo.
La última de mis tradiciones, la que pone punto final a
estos días, es recoger todos los adornos navideños la tarde de Reyes. Cuando llega
la noche, mi casa ya ha vuelto al aspecto que tiene el resto del año.
Para llegar a esto, han trascurrido muchos días y muchas
emociones.
Todo empezó con la decoración de la casa en la que, este
año, conté con la ayuda de Victoria. Una ayuda relativa porque, cuando
descubrió que las bolas del árbol rodaban, se convirtió en su diversión colarlas
debajo del mueble.
La incorporación de un nacimiento de plástico, ha sido otra
innovación. El bonito, heredado de mi padre, ha permanecido empaquetado y, en
su lugar, he tenido uno en el que Victoria, subida en un banquito, ha jugado
cada día, con patos, ovejas, pastores y, sobre todo, con el niño, la mamá y el
papá, como ella los llama. Manuela, más pequeñita, no ha estado ajena a esta
decoración. El árbol le quedaba a su altura y no dudó en coger unas cuantas
bolas y, del nacimiento, eligió una pastora y un pastor y no los soltaba ni
para gatear.
El pueblo de papá Noel, todo de madera, les gusta menos pero
hoy, al recogerlo, he visto que habían incorporado un caballito de madera roja
que es un imán y está en la puerta del frigorífico, o sea que también lo han
manipulado, aunque yo no lo haya visto.
Como todas las familias nos hemos reunido para comer y cenar
y volver a comer y volver a cenar, hemos cantado villancicos con gorros de papá
Noel y panderetas, que Victoria se ha encargado de repartir, intuyendo el
tamaño de cada cabeza, porque los tengo de todos los tamaños. Manuela, que se
acuesta muy pronto, aguantó como una jabata hasta las doce, a esa hora nos
dimos cuenta que la cuna de Victoria estaba llena de regalos, uno para cada
uno. Es otra de mis tradiciones, un solo regalo para cada comensal, todos
envueltos en el mismo papel y con un adorno dorado.
En Nochevieja no teníamos niñas, pero nos reímos y
disfrutamos de una cena de adultos, para dar paso a nuestro cotillón y unas
uvas que parecían melones pequeños, del tamaño que tenían.
El primer día del año nos volvimos a reunir, otra vez con
niñas, muy graciosas compartiendo juegos y convirtiéndose en el centro de
atención.
Hemos paseado por la Plaza Mayor, el Tio Vivo de la plaza de Santa Cruz y el de la plaza de Oriente, Cortylandia, meriendas con churros y porras, hemos entregado la carta a los reyes en el mercado de la Cebada...
Y por fin llegamos al día de hoy, el de Reyes. Ese bonito
día lleno de ilusión.
A las doce y un minuto, Juancar y yo nos intercambiamos
nuestro regalo y a las once de la mañana, los chicos con las niñas para
desayunar chocolate con roscón.
Sus caras cuando han visto el pie del árbol, que había
subido en un pedestal, lleno de paquetes de colores, no se puede describir.
Manuela se ha sentado delante y no se ha movido hasta que no quedaba ni un
paquete. Victoria se ha encargado de ir repartiendo, pero cuando eran, o para
ella, o para su prima, los nervios afloraban y no sabía ni que hacer.
A Manuela su primer “nenuco” y su sillita para pasearlo que
ella utiliza en modo andador, le han encantado.
A Victoria su “nenuco” bebé, que ella ha decidido llamar
Almudena y su capacho para acostarlo, que le he hecho a mano, buscando la soledad de la madrugada para coserlo, también le han gustado mucho.
Las dos tendrán que asimilar lo vivido y sus madres
dosificar juguetes para todo el año.
Manuela se ha ido agotada.
Victoria se ha despedido del nacimiento, aunque le ha
costado entender que había que guardarlo hasta el año que viene. Ha hecho hasta
“pucheros” de pena.
Según se ha acomodado en el coche, se ha quedado dormida.
Y yo, he recogido la Navidad. Me cuesta mucho trabajo
porque, cada año, compro cosas nuevas y me da pena tirar nada, por lo que los
adornos cada vez ocupan más espacio.
Han sido unos días maravillosos. Los he disfrutado
muchísimo, pero vuelvo la vista atrás y me doy cuenta de que siempre son
especiales porque pongo en ellos ilusión y cariño, mucho cariño.
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