Corre el balón en el estadio Vicente Calderón. Es el último Derby.
Yo soy madridista, pero los atléticos han sido los vecinos
de toda la vida.
Es fácil oír desde mi casa como los aficionados cantan un
gol, durante los partidos de fútbol, o las canciones de algunos conciertos, a
poco que el viento sople a mi favor.
He vivido durante años pendiente de si había partido para
coger o no la M30 en ese acceso, el más cercano a mi casa, de los atascos, las aglomeraciones, el acaparamiento de
plazas de aparcamiento, tanto en la calle, como en los parquin de la zona, las
estaciones de metro cercanas, rebosando de gente.
Y a pesar de todas estas incomodidades, me encantaba el
ambiente festivo, el ver bajar a los atléticos, vestidos con sus camisetas y
sus bufandas rojiblancas, por la calle de Toledo, cantando. Y cómo subían la
misma calle con caras de alegría o de tristeza, dependiendo del resultado.
Siempre recordaré cuando nos recibieron en el despacho del
señor Gil porque había invitado a los colegios del barrio a visitar Marbella.
Fue un bonito viaje, de un día, en avión. Para muchos, entre ellos mi hijo,
supuso su primer vuelo, estaban en sexto de primaria.
También está en mi memoria cuando fui con mi padre, hace
muchísimos años, con bocadillos y bota de vino. Nos quería enseñar un estadio,
un partido en directo, y fuimos al Calderón, estaba cerca, era más fácil
encontrar entradas.
No soy muy de conciertos, por lo que siempre cedo mis
invitaciones, Bon Jovi y Coold Play, han sido los últimos.
Y esta noche, gane quien gane, el Vicente Calderón se
despedirá de Europa y, en unos días, dejará de ser la sede oficial del Atlético
de Madrid. Y me da pena, mucha pena.
Se mudan los vecinos de toda la vida, y habrá estampas que
no volveré a ver.
Os deseo que os vaya bien, de corazón. Os echaré de menos.
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