lunes, 8 de mayo de 2017

Un paseo por el Madrid del Dos de Mayo

Hemos quedado, como siempre, en la Plaza de Oriente. Hace un tiempo magnífico, y hay muchísima gente ya que se celebra un solemne relevo de la Guardia Real,  dentro de los actos de las fiestas de nuestra Comunidad.

Tania nos pone en antecedentes, contándonos la historia que desencadenó los sucesos acaecidos en Madrid el 2 de mayo de 1808.

Corría el año 1807, Carlos IV no tenía nada que ver con su padre y era un monarca que se dejaba influir por sus validos, sobre todo Godoy, y por su esposa, amante de este último.
Las conspiraciones eran constantes, incluidas las de su propio hijo Fernando (futuro Fernando VII).
Napoleón y Carlos IV firmaron, en el Tratado de Fontaineblau, repartirse Portugal, aliado de los ingleses, por lo que Napoleón envió su ejército a España para hacer una invasión franco-española al país vecino.
Se supone que los franceses eran amigos, y como tal había que tratarlos.

Los madrileños empezaron a ver movimientos raros y, tras el motín de Aranjuez, en el que pusieron de manifiesto el descontento existente,  Carlos IV se vio obligado a abdicar a favor de su hijo, que entró triunfal en Madrid,  en Marzo de 1808. 
Muchos creían que sería la solución a todos los problemas que tenía España, por lo que se le llamó Fernando VII, el deseado.
Pero Fernando VII era un pelele en manos de los franceses, viajó engañado hasta Bayona, convencido de que allí Napoleón le iba a apoyar, y en realidad lo que consiguió fue reunirse  con Godoy y con su padre, no obteniendo apoyo alguno. Fue obligado a abdicar y cederle todos los poderes al francés, que nombró a su hermano José Bonaparte, rey de España.

Napoleón estaba convencido de que tenía dominado el territorio español.

Entre tanto, Marat, que había ocupado Madrid al frente de los ejércitos franceses, no reconoció a la Junta de Gobierno nombrada por Fernando VII , e infravaloró a los madrileños.

En torno a las ocho de la mañana, del día dos de mayo, un grupo de gente vio dos carruajes aparcados en la puerta del Palacio. Pensando que el Infante Francisco de Paula iba en una de ellas, y que se le querían llevar también fuera de España, empezaron a zarandear las carrozas y prendieron la mecha de la llamada guerra de la Independencia.

En la Puerta del Sol, un grupo de madrileños, cincuenta dicen las crónicas, lucharon cuerpo a cuerpo con el ejército francés. Treinta y cinco murieron y quince resultaron heridos, lo que da una idea de la desproporción del pueblo, luchando con tijeras, martillos, azadas y lo que encontraban por casa, contra el ejército francés.

Desde la plaza de Oriente nos hemos dirigido a la Puerta del Sol, dónde una placa conmemorativa recuerda a los héroes de aquel día.

Seguimos  hacia El Senado, en cuyo edificio anexo, el Palacio de Godoy, uno de tantos, vivió Murat el tiempo que estuvo en Madrid.
Pasamos por el antiguo Palacio de la Inquisición, posterior convento y, en la actualidad, propiedad del Senado, aunque cerrado sin uso alguno.

De aquí a los jardines del General Fanjul en donde está el grupo escultórico en homenajea los héroes del 2 de Mayo, del escultor Aniceto Marianas.

Este es el lugar elegido para hacernos la fotografía de grupo y Tania lanza el reto de encontrar y publicar el lugar en el que estaba antes este grupo escultórico, con foto incluida, aunque sea en color, ya que va a pedir “bula” a Pablo al que, por cierto, hemos echado de menos.

En esta zona, estaba la Montaña de Príncipe Pío, que ocupaba La Florida, el Parque del Oeste y el barrio de Argüelles, en donde tuvieron lugar los fusilamientos, de todos aquellos que participaron en la sublevación, el 3 de mayo de 1808. No hubo juicio, Murat ordenó su ejecución inmediata. Cuarenta y tres fueron las víctimas de estos ajusticiamientos, y sus cadáveres estuvieron expuestos durante nueve días, por orden del ejército francés.
Sus restos reposan en el cementerio de la Florida que se encuentra en el interior del Parque del Oeste. Un pequeño cementerio que se utilizaba para el personal del palacio Real y que dependía del cercano San Antonio de la Florida.

Nos paramos a la sombra de uno de los árboles de la Plaza de España.

Aprovechamos para hablar del Madrid de 1808, que en nada se parecía al actual. Esta plaza no existía, y había en su lugar el cuartel de San Gil, construcción pensada para los frailes gilitos, que nunca llegaron a ocuparla. Hubo que esperar más de un siglo para que, dentro del proyecto del ensanche de Madrid, se derribase la gran mole del cuartel y se lograse el espacio que actualmente conocemos como Plaza de España, llamada anteriormente de San Marcial.

Tampoco existía como la conocemos la Plaza de Oriente, zona de calles estrechas e iglesias, En un primer proyecto, ideado precisamente por José Bonaparte, que dotó a Madrid de varias plazas en un intento de dar luz y limpieza, al estilo parisino, fue una plaza redonda rodeada de las estatuas de reyes que hoy contemplamos en los laterales.
Por todo ello se le conoció también por “Pepe plazuelas”, además del «Pepe botella» que siempre hemos oído, aunque parece que al pobre señor no le gustaba beber.

Volviendo al 2 de mayo, paseamos por el Cuartel de Conde Duque, y llegamos a la plaza del Dos de Mayo, donde una placa, la antigua puerta del cuartel de Monteleón y un grupo escultórico con Daoíz y Velarde, obra de Jareño y Solá, nos recuerda lo que aquí ocurrió.
En la plaza del Rey, tiene su monumento el olvidado teniente Ruiz, en una magnífica escultura obra de Mariano Benlliure.

Daoíz, Velarde, el teniente Ruiz, Manuela Malasaña, Clara del Rey, fueron algunas de las bajas que se convirtieron en héroes, aunque los verdaderos héroes fueron los madrileños anónimos que se negaron a ser sometidos por los franceses.
El alcalde de Móstoles, al que le llegaron las noticias desde Madrid, escribió el llamado «Bando de la Independencia», que supuso el inicio de una guerra que duró seis años y en la que las guerrillas, popularmente conocidas como bandoleros, jugaron un importante papel para echar a los franceses.
Hubo ayuda exterior del ejército aliado, comandado por los ingleses a cuyo frente estaba el Duque de Wellington.

Como curiosidad final, el duque de Wellington interceptó el botín que se llevaba bajo el brazo José Bonaparte, una vez cedido nuevamente el trono a Fernando VII.
Este botín que constaba, entre otras cosas, de 100 obras maestras de grandes pintores, fueron “regaladas” por Fernando VII al duque, que intentó restituirlas en varias ocasiones, no encontrando respuesta por parte del monarca español, que finalmente decidió que se las podía quedar. (Velázquez, Murillo, Zurbarán, Ribera, Rubens, Rafael, Tiziano…).

Nos hemos despedido sabiendo un poquito más de nuestra historia y yo, personalmente, con la sensación de conocer más a fondo sucesos históricos de otros países, que los nuestros. Y es que, como ha dicho nuestra guía «los españoles nos vendemos muy mal»



Como siempre, una maravillosa ruta. Esperando la próxima.

No hay comentarios:

Publicar un comentario