Mi padre fue
legionario durante un corto periodo de tiempo pero, la intensidad de los días
vividos, sembraron en él el espíritu de la legión para toda su vida.
Siempre que se
celebraba un desfile militar retransmitido por televisión, se sentaba frente al
televisor y no se movía y, cuando desfilaba su querida Legión, le embargaba la
emoción y lloraba.
Así lo hemos
vivido, mis hermanos y yo desde que éramos niños y, catorce
años después de su muerte, seguimos asociando este Cuerpo del Ejército a las lágrimas de
mi padre.
Pero este año ha
sido especial. Mi hermana ha formado parte del desfile en el interior de la UVI
del SUMMA y se ha fotografiado con un legionario y con la cabra.
Según he visto
la foto, se me ha hecho un nudo en la garganta y he imaginado a mi padre,
sentado frente al televisor, con un doble motivo para llorar, ver desfilar a su
amada Legión y el orgullo que habría sentido de ver a su hija en un cargo tan
importante.
Bueno,
pensándolo mejor, seguro que lo ha visto y lo ha llorado porque yo creo que,
allá donde esté, habrá televisión.
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