Querida Victoria:
Hoy he tenido un día casi tan atareado como el de hace
cuatro años, ese en el que viniste al mundo convirtiéndome en abuela.
Abuela, ¡que palabra más bonita! Creo que no se conoce su verdadera dimensión hasta
que no se siente en primera persona.
Tuviste el honor de ser la primera y eso no te lo puede
quitar nadie, aunque ahora estés atravesando por momentos difíciles porque tu
hermana, con sus dos años recién cumplidos, te resta mucho protagonismo. No lo
puede evitar, es graciosa y cariñosa y tú todavía no tienes capacidad de
entender que hay hueco para las dos en nuestras vidas.
En estos cuatro años hemos compartido muchísimas cosas
bonitas, porque en tu vida todavía no hay lugar para las cosas feas. Eres una
niña inteligente, que tienes claro lo que quieres o te gusta en cada momento,
aunque no siempre lo puedas conseguir.
Lo escribo para recordártelo dentro de unos años, quieres
ser médico, como tu mamá, bailarina y conductora.
Me estás haciendo revivir momentos de mi juventud, aunque acabe
agotada. Todo se repite: tu ilusión por lo desconocido, porque te cuente
historias, sentarte a mi lado a contarme lo que has hecho en el colegio,
ayudarme en la cocina…lo mismo que hacía tu madre. Y, cuando te quedas a dormir
porque tu madre viaja, como está ocurriendo estos días, ese abrazo que me das
diciéndome —cuánto te quiero, abuela— antes de acostarte, vale más que
cualquier regalo material que pudieran ofrecerme.
No tengo palabras para expresar mis sentimientos. Solo te
puedo decir que estos cuatro años a tu lado han sido de felicidad, has llenado,
de una u otra manera, cada uno de mis días y solo espero que sigamos
compartiendo la vida, pasito a pasito, disfrutando de cada momento.
¡Felicidades, Victoria!
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