Para Victoria, ha sido su primer año, en el sofá junto a su madre tapadas con una mantita. Acaba de cumplir tres años y ya le ha parecido muy entretenido, aunque solo ha visto las piezas finales.
Ali y Jesús no lo
perdonan y se sientan en sus butacas preferidas, con Peppa enroscada en sus rodillas.
Se concentran y no atienden ni el teléfono. Para ellos no es una tradición más,
es un momento especial, mágico.
Mayte lo
disfruta a la vuelta del paseo por el pinar cercano, porque Ulises no entiende de
fiestas y ahora descansa amodorrado en su rincón, seguramente pensando que hace
su ama tan quietecita, con las piernas cruzadas a lo indio y tecleando un piano
inexistente.
María José ha
encendido el portátil para contestar la cantidad de correos que se acumulan
estos días pero está muy pendiente de la música. Están siendo unas Navidades
intensas, las primeras en las que su nieto está disfrutando de ellas y este
ratito de soledad es, además de una tradición, una necesidad para que su cuerpo
descanse.
En Levante hace
un invierno tan benigno que la temperatura invita a dar un paseo por la playa.
A Patricia le cuesta un rato decidirlo pero piensa que hay muchos días para
pasear y uno solo para sentarse frente al televisor con esta programación tan
especial.
Emiliana no ha
podido cambiar su guardia. Lo ha intentado para disfrutar de su familia, que ha
venido desde Sevilla a pasar el fin de año a Madrid, pero no ha sido posible.
Están escasos de personal. Lo escucha por la radio, sintonizándolo bajito para
no molestar a los enfermos y cruzando los dedos para que no suene ningún timbre
al menos en esas piezas finales que tanto le gustan.
Julio está en el
despacho del hotel: ha habido un problema en una suite y él, como director, ha
tenido que acudir para intentar solucionarlo.Tiene muchísimo sueño, se acostó
tarde porque no pensaba trabajar y, mientras llega la policía, ha encendido la televisión. No demasiado
lejos, su mujer y sus hijas estarán viendo lo mismo en el salón de su casa.
Ha llegado el
momento y todos hemos dado palmas, o con las manos o en nuestra imaginación. La Marcha Radetzky ha unido a cincuenta millones de personas de
ochenta países diferentes que, a la misma hora, hemos escuchado este 2018 el
Concierto de Año Nuevo.
El concierto se
celebró por primera vez el 31 de diciembre de 1939 y se retransmite por
televisión desde 1959. Un año antes, el director Boskovsky introdujo la famosa
Marcha en el programa.
No es nada
sencillo encontrar entrada para la Sala Dorada de la Musikverein de Viena,
porque son adjudicadas por sorteo. Las más baratas cuestan 35€, pero se llegan
a pagar más de 1000 por algunas butacas. Por suerte, no necesitamos vestirnos
de gala para disfrutarlo. Podemos hacerlo desde nuestras casas, arrebujados
bajo una manta, solos, en familia o con la impagable compañía de nuestras
mascotas, podemos escucharlo hasta en pijama. Solo tenemos que esperar hasta
que llegue el Año Nuevo.
Artículo original escrito para la Revista Pasar Página
Artículo original escrito para la Revista Pasar Página
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