Para Victoria, ha sido su primer año, en el sofá junto a su madre tapadas con una mantita. Acaba de cumplir tres años y ya le ha parecido muy entretenido, aunque solo ha visto las piezas finales.
Ali y Jesús no lo
perdonan y se sientan en sus butacas preferidas, con Peppa enroscada en sus rodillas.
Se concentran y no atienden ni el teléfono. Para ellos no es una tradición más,
es un momento especial, mágico.


En Levante hace
un invierno tan benigno que la temperatura invita a dar un paseo por la playa.
A Patricia le cuesta un rato decidirlo pero piensa que hay muchos días para
pasear y uno solo para sentarse frente al televisor con esta programación tan
especial.

Julio está en el
despacho del hotel: ha habido un problema en una suite y él, como director, ha
tenido que acudir para intentar solucionarlo.Tiene muchísimo sueño, se acostó
tarde porque no pensaba trabajar y, mientras llega la policía, ha encendido la televisión. No demasiado
lejos, su mujer y sus hijas estarán viendo lo mismo en el salón de su casa.
Ha llegado el
momento y todos hemos dado palmas, o con las manos o en nuestra imaginación. La Marcha Radetzky ha unido a cincuenta millones de personas de
ochenta países diferentes que, a la misma hora, hemos escuchado este 2018 el
Concierto de Año Nuevo.
El concierto se
celebró por primera vez el 31 de diciembre de 1939 y se retransmite por
televisión desde 1959. Un año antes, el director Boskovsky introdujo la famosa
Marcha en el programa.

Artículo original escrito para la Revista Pasar Página
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