Recuerdo en la cocina, en casa de mis
padres, durante toda mi niñez, era la fiel compañera de mi madre y, de rebote,
de mis hermanos y mía.
Por la mañana, escuchaba las noticias
mientras nos hacía las coletas para ir al colegio. Por la tarde, seguía los
seriales, las novelas, mientras nos preparaba la merienda o nos ayudaba a hacer
los deberes en la mesa de la cocina.
La cocina era el lugar en el que
transcurrían casi todos los momentos compartidos, porque era la estancia más
caliente de la casa, gracias al inmenso fogón. Sobre el fogón, una alacena con
la radio a la que el tiempo había teñido de un color amarillento.
Años después, cuando ese fogón se tiró
para ser sustituido por una cocina más moderna, la misma radio siguió ocupando
un rinconcito en la encimera de mármol.
En mi memoria no encuentro el momento en
el que mi madre se deshizo de ella para utilizar una más moderna, más pequeña,
que ella se llevaba por toda la casa.
Más adelante, ya trabajando, utilizaba
el hilo musical para escuchar la radio. Así me enteré del fallecimiento de
Rodríguez de la Fuente, de la dimisión de Adolfo Suárez, del intento de golpe
de Estado del 23 de febrero y, ya en casa, esa larga noche…
Me ha seguido acompañando, viviendo a
través de sus ondas momentos históricos. Me viene a la cabeza cuando Iñaki
Gabilondo conversaba con Juan Fernando López Aguilar y tuvo que interrumpir la
entrevista porque, en contra de lo esperado, había fumata blanca: los cardenales habían elegido al que pasaría a
llamarse Benedicto XVI o las largas horas posteriores al atentado del 11M. La
radio nos contó en directo cuando ganó Olazabal la «chaqueta verde», en el
Máster de Augusta de golf, porque a Televisión Española no le pareció
importante y desconectó para poner una carrera de caballos…
Y así podría seguir contando momentos
históricos en los que la radio me ha acompañado y lo sigue haciendo.
Escucho a Carles Francino, ese locutor que aceptó el difícil reto de sustituir al gran Iñaki Gabilondo y ha conseguido hacer suyas las tardes.
También sigo todas las semanas el programa
Pegando la Hebra, un ejemplo de cómo se
puede difundir cultura, programa al que además tengo que agradecer haberme entrevistado de la mano de María Vicenta Porcar, con parte del equipo de redacción de la Revista Pasar Página, de la que tan orgullosa me siento.
La radio fue, es y seguirá siendo, una
buena compañera.
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