Querida mamá:
Hace mucho tiempo que no te
escribo pero hoy, a pocos minutos de comenzar el día de la Paloma y a pocos
días de recordar el día que te fuiste, me apetece contarte cosas.
Ya te comenté que estábamos
viviendo un año extraño, con el virus este que nos tiene atemorizados a muchos
y haciendo el tonto a unos pocos, con unas previsiones nada buenas, con los
contagios creciendo y la vuelta al cole muy cercana, lo que puede empeorar la
situación.
Este año, como tantas otras
cosas, se han suspendido las fiestas de La Paloma. Nuestro barrio se ha
engalanado un poco, en un intento de la hostelería de salvar un mes complicado,
aunque las calles están tristes. ¡Qué diferentes a lo que nos contabas de
cuando papá y tú os conocisteis, un 15 de agosto! Cuando las calles se
convertían en una fiesta permanente, la limonada se servía en cada rincón y los
bailes estaban asegurados en cualquier esquina.
Pero bueno, no nos pongamos
tristes. Hemos estado en la casa que
Dolores, mi consuegra, tiene en Villoria y, presidiendo el salón, está tu
máquina de coser. ¡Qué ilusión me hace que siga utilizándose! Me cuenta que
cose fenomenal, a pesar de tener más de cincuenta años. Está enseñando a coser
a Victoria, aunque ella no quiere coser a máquina, le gusta la aguja y el hilo,
lo lleva en los genes, su bisabuela materna y su abuela paterna.
Mamá, seis años ya desde que te
fuiste a tu estrella…La felicidad del 2013, el año de las bodas, se tornó en
lágrimas en el 2014, pero el 2015 nos devolvió la alegría con Victoria y con
Manuela. ¡Cómo disfrutarías con ellas! Y Almudena, te llenaría de besos y
abrazos porque es una zalamera.
Tu casa está quedando preciosa,
ya está casi terminada, pero eso te lo contaré en otra carta, cuando Almu ya se
haya ido a vivir allí y tu nieta esté ocupando tu espacio como señora de la
casa, como tantas veces soñó. No te puedes ni imaginar lo que ha cambiado, pero
vuestro espíritu permanece, en las paredes y en algún detalle, te va a
encantar.
Te añoro mucho, cada día.
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