domingo, 3 de diciembre de 2017

Córdoba, ciudad de sensaciones


Pisar tierra cordobesa es recordar mis raíces. Mi madre y mis abuelos nacieron en Rute, villa que se extiende en la ladera de la Sierra de Rute, a noventa y cuatro kilómetros de la ciudad que hoy visito.
De Córdoba me gusta todo pero, para mí, es un lugar de sensaciones. Las que me trasmite el río Guadalquivir, sus patios y su historia.
Cuando visito cualquier sitio me gusta empaparme de su pasado. Al cruzar el Puente romano, desde la Torre de la Calahorra, en la que me imagino vigilando a los musulmanes protegiéndose de los reyes cristianos, hasta la Puerta del Puente, estoy recreando en mi cabeza veinte siglos de historia.
La entrada a la Mezquita, a través del Patio de los Naranjos, con esa mezcla de olores, es otro viaje al pasado. El bosque de columnas de su interior, único en el mundo, y por el que yo imagino paseando a Abderramán I. Porque aunque en la Mezquita hay parte cristiana con arquitectura gótica, renacentista y barroca, a mí me hace evocar nuestro pasado andalusí.
Por la judería, sus estrechas calles me envuelven y me pierdo en ellas.
¿Y qué decir del Alcázar de los reyes cristianos? En sus jardines veo a Isabel la Católica con sus pesados ropajes y rodeada de sus damas, que guardan una distancia prudente, porque lleva un libro entre las manos y le apetece leer en soledad bajo la sombra de algún árbol.
Está cayendo el sol, cambiando los colores que me han recibido al entrar.
Ya de noche, recorro los alrededores de la Mezquita, me adentro en la estrecha calle de Las Flores y paseo hasta la Plaza del Potro, desierta a estas horas, la Plaza de la Corredera, con edificios castellanos y una tenue iluminación, todavía sin el bullicio de os restaurantes. Acabo mi paseo en la Plaza de la Ventilla, una explosión de gente y de color, comienzo de la Córdoba moderna, con su recién inaugurado mercadillo de Navidad.
No puedo acabar este resumen sin comentar una cena con espectáculo flamenco, a la que yo era muy reacia y que, sin embargo, me ha calado hasta lo más hondo, sobre todo el joven guitarrista Blas Martínez, toda una promesa de futuro.

Ciudad de embrujo para ser sentida, para ser querida, para ser recordada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario