lunes, 28 de octubre de 2019

Te llamarás Aixa


Este relato se me ocurrió en mi reciente viaje a la Alhambra, paseando por los mismos lugares que lo hiciera Aixa, un personaje que siempre me ha fascinado.
La Revista Pasar Página ha tenido la amabilidad de publicarlo en su blog.



Mi mirada se pierde en el paisaje que se abre ante mis ojos, La Alhambra, y pienso en Aixa…

Aixa, una gran mujer. La honesta, la llamaban. ¿Honesta?, no diría yo tanto. Luchó con todas las fuerzas que tuvo a su alcance para que su hijo reinara, para vencer como madre lo que no había conseguido como esposa y, si para ello tenía que conspirar contra su marido, lo haría.
¿Qué más daba? Ella, hija de reyes, había enviudado cuando degollaron a Mohamed X, y la habían vuelto a casar con el hijo del asesino de su esposo, convertido en príncipe heredero, Muley Hacen. Veinte años había durado este segundo matrimonio, pero ahora la alcoba del sultán la ocupaba una cristiana. ¡Cuántas tardes había visto caer el sol y oscurecer el palacio en el que hubo un tiempo en el que fue feliz! Lo contemplaba desde la lejanía del Albaicín, esperando el día en el que su hijo se convirtiera en sultán.

Aixa lo consiguió, pero le sirvió de poco, Boabdil se convirtió en el último emir de Granada. Se lo entregó a sus católicas majestades, los reyes Isabel y Fernando. ¿Católicos?... poco tardaron en incumplir todas sus promesas y expulsar a los musulmanes, a su pueblo.

Fez fue su última morada antes de irse a disfrutar del paraíso, pero tuvo tiempo de contar su historia a su hija, esa que no ha pasado a los libros porque a nadie le interesa la verdad de una mujer a la que educaron con refinamiento, sufrió la muerte violenta de de su primer marido y dos de sus hijos, el confinamiento en sus aposentos, mientras su esposo amaba a la cristiana, la expulsión de la ciudad que tanto había amado y la muerte de su hijo Boabdil, el que fuera su razón para vivir.

A nuestros días solo ha llegado la famosa frase que ella nunca pronunció y que se inventaron varios siglos después de su muerte. ¡Qué poco se sabe de ella!

No puedo evitar que una lágrima corra por mi mejilla, el médico me ha confirmado hoy que eres una niña, te llamarás Aixa, como yo, como todas las anteriores, y conocerás su historia, la verdadera historia de la madre del último emir de Granada, porque yo te la contaré, como a mí me la contó mi madre, como llevan haciendo cinco siglos las mujeres de mi familia.



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