El himno nacional está
regulado por un Real decreto de 1997 en el que describen sus compases y cuando
se puede tocar, tanto en su versión larga, como en su versión corta.
La primera vez que se
tiene constancia de la llamada Marcha Granadera, cuando todavía no era el himno
nacional, si no una marcha militar, es en 1761. Se tocaba en todos los actos a
los que asistía la familia real, ya que Carlos III lo había elevado a la
categoría de Marcha de Honor en 1770 y se fue haciendo un hueco en el arraigo
popular.
Un siglo después se
intentó buscar un himno pero ninguno gustó como la ya famosa marcha que llevaba
años interpretándose como himno nacional, sin serlo.
En 1908 se le encarga al
músico militar Bartolomé Pérez Casas que haga una readaptación del himno y así
se mantiene hasta finales del siglo XX.
En el periodo de la II
República, entre 1931 y 1939, se adoptó el Himno de Riego.
En 1997, el Estado
adquiere los derechos comprándolos a los herederos de Bartolomé Pérez Casas y
encarga una nueva adaptación a Francisco Grau para que respete los acordes de
la marcha del siglo XVIII, unidos a la armonización de Pérez Casas. El
resultado se regula con el Real Decreto del que hablaba al comienzo.
No tiene letra, se ha
intentado en varias ocasiones, incluso con concursos públicos que no han
llegado a buen puerto.
No voy a ponerme
legalista, estudiando si Marta Sánchez puede utilizar esos acordes para hacer
una canción e interpretarla en una actuación, pero me lleva a hacer varias
reflexiones.
Ha conseguido una
publicidad gratuita, impensable para un concierto del que solo tenían noticias
los que habían comprado entradas y que habría pasado desapercibido, como tantos
otros.
El presidente del
Gobierno y los líderes políticos que lo han comentado, pueden hacer lo que
quieran en privado, pero en público, y Twitter es público, no me parece serio
hablar de la letra de una canción, máxime cuando evitan hablar en redes
sociales de cine o libros, por poner dos ejemplos, para no dar notoriedad con
sus comentarios a unos en detrimento de otros, y solo se limitan a felicitar a los autores cuando
se les premia.
Y por último, si Marta
Sánchez añora tanto España, solo tiene que venirse a vivir aquí, que el clima
también es muy bueno, pero claro, los impuestos son más altos que en Miami.
Yo ya estoy recibiendo la
documentación para la declaración de la Renta y estas cosas, de verdad, me
hacen sentirme idiota.
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