Últimamente he descubierto lo que me gustan los
atardeceres. Os parecerá algo tonto, pero desde que me he aficionado a la
fotografía, disfruto mucho más observando los atardeceres y buscando esos
colores que sólo se pueden ver cuando el sol está a punto de esconderse.

Hay que llegar con tiempo si se quiere acceder a
un buen sitio. La subida hasta aquí es costosa para hacerla caminando. Nosotros
decidimos coger un taxi, nos costó nueve euros y mereció la pena. También hay
dos líneas de autobuses que hacen este recorrido.
Esta gran plaza está situada a media altura de la
boscosa colina del Monte Alle Croci, que se eleva frente a la ciudad en la
orilla sur del río Arno.
En el centro de este famoso mirador, están las copias del David y de las cuatro estatuas de Miguel Ángel presentes en las Capillas de los Medicis. También muchos puestecillos ambulantes, con phasminas, monederos, bolsos.
Según va cayendo el sol, el paisaje te envuelve, el río dorado, los puentes, los reflejos de los edificios, inolvidable.
Unos actores aprovechan para hacer su espectáculo de acrobacias, al pie de la gran escalinata que tiene la plaza y que se convierte en un improvisado anfiteatro.
Mirando hacia arriba se divisa la Iglesia de San Miniato al Monte, cuya fachada románica cubierta de mármol, con los brillos de los últimos rayos de sol, se quedará grabada como un bonito recuerdo.
Ahora sí, la bajada la hacemos caminando por unas escaleras monumentales, Rampe del Poggi, para entrar al otro lado de la ciudad a través de la muralla, cruzando el Arno por el puente Alle Grazie. Ya es de noche.


El último atardecer al que me voy a referir es el que se puede contemplar en El Duomo.


Precioso relato. Un abrazo muy fuerte
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