miércoles, 14 de febrero de 2018

Generalizar no es bueno


Seguro que habéis oído alguna vez hablar negativamente de una persona por haberse criado en un barrio de los denominados marginales, seguramente sin conocerla, juzgando a la ligera.
Y comento esto porque en la casa en la que vivo desde hace muchos años, han crecido y se han educado mis hijos y los hijos del resto de vecinos. Todos en el mismo edificio, del mismo barrio, con unas familias de similares características, trabajadoras, con pocos estudios universitarios y pocos idiomas.
Nuestros hijos han ido a colegio público, a colegio de monjas o a colegio de frailes, lo que había y hay en la zona, han jugado en Las Vistillas o en la plaza de Los Carros y han nadado o jugado a futbito en el desaparecido polideportivo de La Latina.
La mayoría de ellos, han estudiado carreras universitarias, hablan bien inglés e incluso algún otro idioma y no les falta trabajo.
Sobre el papel, no debería haber grandes diferencias culturales y de educación entre unos y otros y, sin embargo, las hay.
Ayer me encontré con la cara y la cruz: dos de esas vecinas de segunda generación a las que no veía desde hacía mucho tiempo. Una de ellas, educada y amable, la otra, dejaría en muy mal lugar a las verduleras si la llamase con ese apelativo.
Todo esto me ha hecho pararme a reflexionar lo injusto que es generalizar, para bien y para mal. Siempre hay excepciones a todas las reglas. Primero conozcamos y luego juzguemos, ¿no os parece?

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